Julieta Venegas y Mariana Enríquez coindicen en una misma idea: para crear un mundo artístico propio es necesario primero ser un lector y un escucha activo. Y “algo voraz”, dice Enríquez. La cantautora mexicana radicada en Buenos Aires y la periodista y escritora compartieron sus miradas, pasiones, influencias y obsesiones en el ciclo de charlas Mi Tesoro Indie, que cada miércoles reúne en Ciudad Cultural Konex a artistas provenientes de la música, la literatura, el cine y otras ramas artísticas. “El escritor que no lee me genera ataques de locura”, enfatiza la periodista. Y grafica: “Una escritora buenísima, Valeria Correa, la otra vez decía: ‘Estoy leyendo un libro que padece de todas las influencias de los grandes libros que el autor no ha leído’. O sea, una forma elegante de decir que un autor cae en lugares comunes y le parecen todas las ideas geniales porque no las leyó. No puedo entender que un escritor no lea. Porque entonces, ¿qué es lo que te gusta? Para mí un escritor es un lector primero y ante todo”.

Para Venegas, el proceso creativo es algo intuitivo, emocional y catárquico. “Escribir canciones tiene que ser como una cosa que hacés sin pensar mucho; simplemente soltar y que salga todo lo que tenga que salir. Y no estar pensando en qué estilo quieres hacer, sino dejarte llevar por el proceso de escritura. Y luego toma la forma que tiene que tomar”, cuenta la cantautora. “La canción ‘Me voy’ la escribí de un jalón, porque necesitaba escribirla. Fue terapéutica. Aunque no siempre estés en un estado emocional fuerte, también puedes imaginar una situación y contarla. Por eso también hay que leer mucho para escribir canciones. No me gustan las canciones clisé. Lee lo que quieras: poesía, tratados de química… la palabra es un elemento importante en la canción”.

Con la moderación del músico y escritor uruguayo Dani Umpi, el conversatorio hizo un recorrido por los aspectos que hacen significativa y original la obra de cada una de las artistas invitadas. La autora de Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego contó de dónde viene el componente “macabro” que aparece en sus cuentos: “Es un problema infantil”, bromea. “Siempre tuve atracción temprana hacia ese tipo de sensibilidad. Además, mi mamá es médica. Y creo que hay algo de los médicos que es terriblemente morboso. En su hacer, en cómo traen eso a la casa, en cómo hablan, en la relación que tienen con la muerte y el cuerpo. Y creo hay una influencia muy grande y clara de lo macabro y asqueroso que tiene que ver con las cosas que contaba mi madre cuando venía de la guardia, todo mientras hacía la comida”, dice Enríquez.

Y suma un dato no menor: “Y también tiene que ver con mi infancia en dictadura. Algo generacional. Siempre mi mirada hacia lo oscuro tiene algo político. La sensación de miedo es algo totalmente reconocible para mí”. La obra de la escritora, que fue publicada y traducida en una veintena de países con idiomas distintos, logra combinar elementos de la realidad y la fantasía de un modo terrenal y verosímil: sus historias podrían ocurrir en la “vida real”. “Lo que el lector recibe no tiene tanto que ver con las referencias que quiso poner el autor. Eso es lo fascinante del mecanismo entre el que escucha o el que lee una obra con el que crea. Lo que pasa en el medio es una interferencia hermosa. Nunca va a llegar tal cual lo que vos quisiste poner y muchas veces ni siquiera vos sabés lo que quisiste poner. Lo que el lector interpreta es tan verdadero como lo que yo decidí poner. Nada se pierde, se crea otra cosa”, entiende la editora de Radar, suplemento dominical de Página/12.

Venegas, en tanto, se encuentra en una etapa nueva y más introspectiva: se bajó de los grandes escenarios y las giras extensas y comparte sus canciones en pequeñas salas y ciclos de poesía. A la vez, protagoniza la obra teatral La enamorada, en el Picadero. “Hubo una época en la que me pasaba ocho horas componiendo para un disco. Ahora estoy escribiendo de manera más lenta y casera. Estoy tratando de que las cosas decanten con el tiempo. No tengo ninguna prisa de meterme al estudio, me parece bien esa distancia”, dice la autora de “Limón y sal” y “Eres para mí”.

Otro aspecto en común entre ambas es que sus universos creativos suceden en la ciudad, en escenarios cotidianos y reales. “Como la chica quemada del subte”, dice Enríquez sobre un personaje del cuento “Las cosas que perdimos en el fuego”. “Soy muy urbana. La naturaleza en sí me gusta como idea, como algo idealizado, pero no podría vivir aislada de una ciudad”, confiesa Venegas, y dice que Charly García es una influencia importante para ella, porque desde el piano “combina lo melódico y lo clásico”. Entre sus lecturas actuales, ocupan un lugar central las poetas Mary Oliver y Mirta Rosenberg. Para Enríquez, en tanto, dos libros clave fueron Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, y Cementerio de animales, de Stephen King. Y en el plano musical, Nick Cave e Iggy Pop.

El encuentro permitió, además, que se generara un diálogo entre ellas y el público. A la hora de abrir las preguntas, una espectadora preguntó qué le dirían al pueblo chileno, que está atravesando una convulsionada situación política y social. “Nada y todo”, dijo Enríquez y a la vez asumió que era algo difícil de responder en ese contexto. “Nosotros ya estuvimos ahí, ya atravesamos esas crisis. Más que decir algo, creo que (los argentinos) entendemos ése lugar”, dice la periodista. “Es como una olla a presión: de repente todo salió. Es muy fuerte toda la represión”, suma la mexicana. El miércoles próximo (30 de octubre), el ciclo reunirá al músico y actor Julián Kartun y a la periodista y escritora Tamara Tenenbaum. En encuentros anteriores, han pasado Santiago Motorizado, Fabián Casas, Marilina Bertoldi y Albertina Carri, entre otros.