Los escritores son trabajadores, aunque los efectos residuales del romanticismo propicien una figura apartada del imaginario laboral. La Unión de Escritoras y Escritores –que comenzó a dar sus primeros pasos hace más de dos años- está iniciando los trámites para constituirse como asociación civil y elegirá este viernes la primera comisión directiva en la sede de la CTA Autónoma (Perón 3866). María Inés Krimer recuerda que en las primeras reuniones surgió la necesidad de hablar sobre la condición del escritor como trabajador, la situación impositiva y de seguridad social. Desde entonces el colectivo --integrado por Claudia Piñeiro, Enzo Maqueira, Paula Bombara, Eduardo Mileo, Débora Mundani, Gonzalo Unamuno, Cecilia Szperling, Gabriela Saidon, Guadalupe Faraj y Clara Anich, entre otros-- participó en los debates del Instituto Nacional del Libro (INLA), un proyecto de ley que presentó el diputado nacional del Frente para la Victoria, Daniel Filmus. “Ahora creemos que estamos en condiciones de dar otro paso, que es constituirnos como asociación civil. Para eso elaboramos un estatuto que contempla la cuestión de género y convocamos a una asamblea en la que se presentará la lista de la primera comisión directiva. Este paso nos habilitará como interlocutores con otras asociaciones de autores, nos habilitará la discusión sobre políticas públicas y fundamentalmente nos permitirá defender los derechos laborales y gremiales de los escritores”, plantea Krimer a Página/12.

Faraj (Buenos Aires, 1976), autora de la novela Namura (Indómita luz), destaca el lugar que la Unión de Escritoras y Escritores está construyendo a fuerza de persistencia. “Los que formamos el colectivo somos escritoras y escritores, una parte activa del sector, sabemos cuáles son las dificultades propias. Hay un camino que va desde entender que lo que hacemos es un trabajo, hasta cobrar por ese trabajo que hacemos. Diría que lo nuestro fue un cambio de posición, nos corrimos de donde estábamos para ocupar un lugar vacío. Y para llegar hasta ahí fue necesario asumirnos como trabajadoras y trabajadores. Parece fácil pero no, hay que lidiar con cuestiones, por ejemplo, el ego. Si no, no hay colectivo. Hebe Uhart decía que un escritor no debe ser ‘literatoso’. Hay que moverse, pasar el plumero. La cosa es más simple, hacemos un oficio lo mejor que nos sale, nos formamos, invertimos tiempo, dinero. Producimos un valor cultural que se consume. Bueno, entonces queremos derechos -no solo los de autor-. Queremos dialogar con el estado, intervenir en el INLA representando al sector del que somos parte, queremos una obra social y una jubilación. Queremos negociar con las editoriales y tener acuerdos coherentes. La única forma de conseguir lo que enumero es salir a encontrarlo. Y si no está en ninguna parte, lo inventamos. La Unión de Escritoras y Escritores apareció porque nadie nos representaba”, explica Faraj.

“Hay mucha resistencia a pensar a quienes escribimos como parte de una industria. Incluso nos pasa a nosotros –advierte Maqueira-. Hay una idea romántica del escritor, alimentada por algunas figuras emblemáticas de nuestra cultura, que funciona muy bien para construirnos como artistas pero nos vuelve el hilo más delgado de una industria en crisis. Somos trabajadores”, plantea el autor de Electrónica y Hágase usted mismo. “Al convertirse en libro, lo que escribimos ingresa en el mercado como un producto. Ese producto se convierte en un negocio en el cual los autores siempre somos los que cobramos menos y los que firmamos contratos en los que cedemos más de lo que cedería cualquier otro eslabón de la cadena. Además recibimos liquidaciones semestrales en un país con una inflación del cincuenta por ciento anual; y esas liquidaciones no siempre coinciden con la venta real. Hay mucho para acomodar con respecto al vínculo que tenemos con la industria de la cual formamos parte. Primero, entender que somos trabajadores. Esa es la idea fundacional de la Unión. Después, redefinir nuestro vínculo desde lo contractual, recibir liquidaciones reales en tiempo y forma, tributar dentro de un sistema justo y equitativo, contar con obra social y jubilación –enumera Maqueira-. Es un camino largo y empezamos con la asociación civil. Ojalá avancemos tanto como para dar un paso más allá”.