28 de junio

Aceitar, en portugués, quiere decir aceptar. Aceptar la existencia de una reja de hierro, que pusieron hace cuatro años por miedo entre ellos y mi buen gato y yo, significa ser capaz de aceitarle los goznes y por eso mismo hacerla desaparecer, al menos en parte: ahora, en mi campo auditivo, es sólo una cerradura. Si un lusófono te habla de aceitar la realidad no está siendo surrealista, está siendo realista. Aceptar la reja y aceitarla fue todo uno. La cortina de niños pálidos también ayudó: hoy a las 8 el del 12 la comentaba con su niño en un tono simpático. Pero el niño del 12 respondió como la maquinita de insultar(me) en que ya lo han convertido.

Hoy desde muy temprano suena la sarta remota de injurias no relacionadas conmigo. Se diría que vienen desde el mismo infierno, de no ser por el ladrido alarmado que las acompaña. A las 7 sale el del 10 y se hace silencio. A las 12:30 se reanuda el feroz griterío que algún perro subraya. A las 13:45, mientras estoy escribiendo esto, hay un silencio extraño.

Javier C., pintor de gentes y pontífice de gatos, construyó el año pasado una esterilla para el salvataje de mi gato. Hoy se la presté a mi vecina G. para el rescate de su gata Sarita, caída en el patio de la malvada irlandesa que no le quiere abrir la puerta de su casa para que ella pueda recuperarla. Sarita está comiendo, y esperamos que se trepe por el puente que G. le tenderá y vuelva a su casa. Pontífice quiere decir constructor de puentes. Necesitamos otro pontífice acá.

30 de junio

Domingo tranquilo. Una leve disfunción temporaria y ya arreglada en el depósito de agua del baño sirvió de cortina de ruido blanco durante la mañana. Un conato de hostilidad desde el segundo se resolvió simplemente no saliendo. Esto me hace acordar a cuando por fin me animé a ver la película El pianista, esa medio autobiográfica de Polanski con Adrian Brody en el papel del judío recontra perseguido. No había reunido valor para verla en el cine porque me decían que era muy tremenda, pero terminé de verla en video y me dije para mí: "¿Tanto lío por esto? ¡Si al final era una vida normal!".

La astuta y sabia Sarita, la gata de G., aprendió a hacer su camino desde la casa de la malvada irlandesa solitaria hasta el primer piso del edificio en construcción, la babélica obra de los albañiles gritones. Camina ágil pasando por lo de Ida, la ex del fletero, otra sola terrible pero con quien G. dice llevarse bien. Según G., la gata va y vuelve, si bien aún no ha podido regresar a su casa. Hay varios posibles planes de rescate en curso. Mi rol de asesora surgió naturalmente por mi difícil experiencia de rescate del invierno pasado. Ojalá que Sarita y su dueña se beneficien de mi experiencia adquirida, porque eso hará que lo vivido valga la pena.

Según G., el ferretero de la esquina vendía droga y el marido de Ida envenenaba gatos. G. menciona su fuente: el dueño del local de santería y del almacén de la otra esquina. De G. se dicen cosas aún más espantosas en el pasillo donde vive. La novela del barrio crece y crece. Pero es una de terror.

Hablando de cine de terror, hablemos del efecto Polansky-Brody: el momento en que una vida de autoatrincheramiento y temor al prójimo se convierte en la normalidad. No es paranoia, hay que diferenciarla, porque en el efecto Polansky-Brody existen todavía algunos prójimos amigos que se arriman a tu refugio y te acercan comida para tu sustento físico y algún abrazo que te sostiene como ser humano, a pesar de esa diferencia que portás y que a algunos otros les resulta intolerable, llámese circuncisión ritual temprana o alta actividad del hemisferio cerebral derecho, o vaya a saber cómo. Nuestros dioses no son los de ellos. Sus templos, para nosotros, son carcasas vacías.

1 de julio

 

Mañana martes, de 16:35 a 18:46 (máximo: 17:44) se eclipsará literalmente el sol en este barrio de mierda que por lo menos queda cerca del Observatorio Astronómico Municipal. Ojalá que lxs idiotas del fondo lo miren sin filtros ISO 12312-2 de menos de tres años de antigüedad y queden ciegos para siempre.