Interesante. No solo Macri machacó con la idea de que "cada uno debe ser responsable de sí". También Foucault definió al neoliberal como un "empresario de sí mismo", lo que, dicho sea de paso, parecía cuadrarle mejor al viejo burgués que al neocón. Al menos, si tomamos en cuenta que para este último la principal empresa es el destino ajeno sin la menor cuota de empatía. Es más, lo curioso es que en boca de Macri resulte hasta más democrático ya que le cabe a cualquiera.

El inconveniente, claro, es que aunque parece una declaración de principios desculpabiliza al sistema de los problemas, y es una verdadera patada al bajo vientre del colectivo con el metamensaje de que uno es apenas responsable de sí, no de los demás porque la responsabilidad colectiva no existe: existe la caridad que confirma la brecha, nunca la solidaridad ni el compromiso que la disminuye.

Y este, exactamente, es el saqueo primario del lenguaje que inflige el neoliberalismo. Y en esto nada menos, en el invalorable patrimonio civilizatorio que, primereando incluso a los griegos, inauguraron allá lejos los profetas no sacerdotales (antirritualistas, antimilitaristas, universalistas, los primeros en clamar contra la injusticia social), un Jeremías, sobre todo, que se rebeló contra los premios y castigos por generaciones. Se acabó, advertía, que los padres coman las uvas verdes y se pudran los dientes de los hijos. Se empezaba a parir la responsabilidad real -individual o colectiva pero real- como base de otra ética. Después, sí, hablaría Grecia, y luego los fariseos legarían al último de aquellos profetas no sacerdotales, un tal Jesús, la célebre Regla Áurea (No hagas a los demás...). Y la modernidad, tan vilipendiada aunque por otras razones, lo seguiría reforzando: un Wilde diría que alguna vez nos volvemos responsables de nuestra cara. Y un Sartre, que no importa lo que hicieron con uno sino lo que hacemos con eso.

¿Habrán sido todos ellos, inscriptos como están en la cultura (o sea, en la dimensión colectiva de la psique) los instrumentalizados en la versión de responsabilidad individual que agitarían las Ayn Rand, los von Hayek, o los Macri? Lamentablemente sí: detrás de estos están aquellos. Pero para ser adulterados.

Es decir, aquí damos con uno de los aprovechamientos perfectos. El saqueo de un capital ético -el compromiso personal-, para reivindicar la antítesis: la brecha social como justa y lógica, o en el terreno socioeconómico el individualismo y la meritocracia. Y no solo reformulando ese significante príncipe con las formas puras de la hipocresía (el Macri cotidiano) o del cinismo (Aranguren o Macri vía fallido y no fallido), sino incluso de eso más refinado que es la hipocresía cínica, formalmente inobjetable pero casi vacía de disimulo y rellena de ironía cuando no de descaro. El mito lo ilustra cuando muestra a Hannibal engatusando a sus víctimas o a Mefistóteles doblegando la parte buena de Fausto. Es en la dimensión colectiva -en la que atesoramos lo más altruista de la psiquis-, donde el espíritu neocón aprendió a penetrar y pasearse como el zorro en el gallinero.

El filósofo Byung Chul Han describe en su libro La agonía del Eros:

"El régimen neoliberal esconde su estructura coactiva tras la aparente libertad del individuo, que ya no se entiende como sujeto sometido (subject to), sino como desarrollo de un proyecto. Ahí está su ardid. Quien fracasa es, además, culpable y lleva consigo esta culpa dondequiera que vaya. No hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso. Tampoco hay posibilidad alguna de excusa y expiación".

Sí, es una manipulación genial: late en ella la pulsión desnuda -lo malévolo-, y el duende al servicio del aprovechamiento. El mismo duende acaso de que nos habla el poeta, solo que aquí trasciende la poesía y las buenas causas, y acaba en esto a la manera de auténticas flores del mal.

Adelanto del "Mataburros Neoliberal: apéndice del siglo XXI", de descarga libre en: http://mercadosolidariorosario.com.ar/#!/-bienvenido/