Cuando Julieta se enamoró de Romeo, más allá de las vicisitudes propias de la guerra entre Montescos y Capuletos, estaba estipulado que el amor puro iniciaba en la adolescencia, entre dos que se amaban para siempre, más allá de la muerte y más allá de la vida, y, sobre todo, más allá del mal humor de los parientes… Por esto mismo ambos amantes se suicidan a destiempo, ni siquiera esto pudieron hacer juntos; en el colmo de un romanticismo exasperado que asegura el buen amor dopo que la Parca pasa, ya que lo importante es amarse en espíritu y bueno, la carne va y viene, esto se sabe…

La fantasía del amor núbil, puro y adolescente, abreva en las masas, por más románticos que nos pongamos, incluso por más que el acceso carnal no llegue nunca y arrime en un universo etéreo y espiritual únicamente posible luego de la muerte. Si bien los personajes shakespearianos son atormentados, la fantasía del amor que llega a buen puerto agota toda la perspectiva, de ahí que cuando el amor se hace real la novela dice fin. Y menos mal… No sea cosa que la intimidad agote el romanticismo, teñida por pedos, eructos, gritos, llegadas a casa a cualquier hora, y alguna que otra relación sexual absolutamente patética…

Y ahí empezamos con que el amor se acaba, como todas las cosas, ¿o a veces no? A veces parece, que en contadas ocasiones, a algunos les dura, incluso que les dura toda la vida… Al menos, puertas afuera parece eso… Otras, que a algunas personas les dura un santiamén, o sea, lo que un pedo en un canasto, hablando en muy buen criollo…

La que suscribe sostiene que, como dijo una vieja, las relaciones humanas son como las plantas, si las regás mucho se pudren, si no las regás nunca se secan. Es así, te guste o no, así son las cosas. Para todas las relaciones…

Pero el amor verdadero viene teñido de la impronta de la monogamia, al menos del formato, el mandato social sostiene eso, sea el amor verdadero, sapo, rana, Ogro, Bestia, o el Jorobado de Notre Dame, aunque ya quede poco de la vetusta catedral de París, gracias a las llamas que, con Jorobado o no, devoraron todo lo que pudieron.

Los pingüinos son monógamos, los gatos, contra todo lo que habitualmente se cree, también lo son, los perros no. De ahí el sustantivo peyorativo "perra" con que algunos varones denominan soezmente a algunas damiselas ligeras de cascos… Las mujeres pasamos de ser "Diosas" a convertirnos en "perras" o "yeguas" (sobre todo si la calificada es peronista) en un santiamén, nadie sabe muy bien cómo…

El hecho es que el final de la fábula, "fueron felices y comieron perdices", a muchas y muchos no nos llegó nunca y nos fuimos dando cuenta de que la felicidad no está implícita en el contrato matrimonial, el amor se transforma continuamente, muchas veces en odio, otras en hastío, otras en indiferencia y no está escrito en ninguna parte que seamos el uno para el otro o que haya una media naranja que complete a esta media… Entonces entendemos, poquito a poco, poco a poquito, que empezás a mirar con ganas, al vecino de enfrente, al kiosquero de la esquina, al verdulero de la vuelta, al compañero de trabajo, o al chico que corre con vos en el parque, todos los días a la misma hora… Porque es como dijo Mafalda, "¡Otra vez, sopa!" cuando ya te conocés de memoria desde el principio al fin y hace falta algo más para romper con la rutina diaria y sostener la temporada, con alguna que otra innovación de avanzada…

No te digo que sea de avanzada bajarle la caña a algún haitiano de esos musculosos y lustrosos que andan luciendo altos lomos de ébano por las calles de Pichincha, pero bueno, cuando innovar es la tarea, cualquier interferencia es válida; o en tiempos de guerra cualquier agujero es trinchera, como reza el dicho.

Dicho esto para todos los sexos que sean, el fantasma de la fidelidad amenaza con una monotonía totémica hacia el interior de cualquier pareja que fuere…

"Para tenerlas contentas hay que meterles los cuernos", sostenía un amigo o "yo los quiero a los dos y no sé a cuál de los dos quiero más", sostenía otra amiga: "no está escrito en ningún lado que tenga que elegir a uno".

Es difícil tercerizar, sostenía el Negro Fontanarrosa, aunque también es muy cierto que no hay nada escrito en ninguna parte, todo se borra continuamente. Hay mandatos sociales. En esta coyuntura muchos se vienen resquebrajando, como la tan consabida libreta matrimonial, la familia ya no es la célula de la sociedad y hay más géneros que los que uno se pueda imaginar. El desafío es ser feliz, antes que nada y por sobre todo, se acueste uno con quien se acueste cuando se le cante la real gana.

Nos hicieron creer que había que casarse y tener hijos, fundar familia y descendencia, trascender la estirpe. Ser monógamos miopes y aburridos. Las cosas lindas hay que mirarlas, sostenía mi prima, colorada ella, ojos azules 90, 60, 90, un metro setenta y cinco y unas piernas por metros. Claro, así cualquiera muestra. "Está casado pero no muerto", sostenía otra prima, astutamente, cuando es tan cierto que la gente casada sigue vivita y coleando. Y deseando también… Deseando todo lo que se pueda, incluso a veces mucho más que antes, por dentro o por fuera de la institución.

También nos hicieron creer que los Reyes pasaban el 6 de enero y que la medianoche del 5 había que ponerles el pasto y el agua a los camellos porque venían cansados y pasaban a pasar a retirar nuestras cartas y dejar nuestros tan encomendados regalos.

Nos hicieron creer que Papá Noel pasa el 24 de Diciembre y que la Noche de Brujas se festeja, incluso en la Argentina, colonización mediante, con fiestas y eventos desde mediados de octubre hasta fin de mes. También nos hicieron creer que pasa San Valentín y festejamos su día, regalándonos obsequios y celebraciones diversas. Que hay un día de la madre y que hay un día del padre y que también hay un día del niño.

Nos hicieron creer tantas cosas. ¿No será mejor mirarnos en un espejo y empezar a creer en lo que en realidad queremos creer, más allá de lo que los demás nos digan?

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