“Llegar al otro, entrevistarlo, conocer su mundo, sus sueños, los proyectos. El ejercicio del reportaje es una comezón constante, un cosquilleo que nos induce a saber de antemano todo sobre el entrevistado, hasta lo que él ya olvidó”, escribe el poeta y periodista Sergio Kisielewsky (1957) en su reciente libro La palabra del otro. Entrevistas a escritores y artistas que dejaron huella (Acercándonos Ediciones). 

El trabajo que reúne 15 conversaciones periodísticas con hombres y mujeres que reflexionan sobre la creación, sus fantasmas y sus demonios: Olga Orozco, Nicolás Casullo, Andrés Rivera, Ricardo Mariño, Volodia Teitelboim, Fernando Birri, Pedro Gaeta, Mirta Satz, Adolfo Pérez Esquivel y Hugo Midón, entre otros. Será presentado hoy martes a las 18 en Hasta Trilce, Maza 177, y junto al autor estarán Mirta Satz, Daniel Dibiase y Fernando Roperto.

Cuando se le pregunta por el criterio de selección, Kisielewsky no duda: “Elegí aquellas conversaciones que me convirtieron en un hombre nuevo. Las entrevistas que están en este libro son las que me emocionaron, las que me transformaron. Sucede, como digo en el prólogo, que uno entrevista para ser testigo de una revelación, una confidencia, un saber nuevo. Y cuando se da, uno ya deja de ser es el mismo.

-Por eso es importante saber esperar. Y la entrevista es también el arte de la espera.

-Claro, eso está muy bien, hay que esperar al otro para que revele pero también hay que esperarse a uno mismo. Muchas veces sucede que uno asiste a entrevistas -sobre todo me pasaba de joven- con gran expectativa, buscando hallar algo no dicho, algo novedoso, y en general lo que sucede es otro tipo de sorpresa, porque en esos encuentros siempre sucede algo inesperado, una palabra, un silencio, y hay que saber esperar. Con el tiempo uno aprende eso.

Ese momento clave de toda entrevista periodística que refiere Kisielewsky –de larga trayectoria en los medios como Acción, La Maga, El Cronista Cultural, Clarín, Perfil y desde 2005 en Página/12 donde escribe para Radar Libros–, ese instante del encuentro no sólo con el otro sino con sus palabras se percibe en cada una de las charlas reunidas en este volumen. Y así lo advierte también Eduardo Aliverti al asegurar, en nota preliminar, sobre este trabajo : “Entrevistar bien es uno de los goces más grandes y difíciles de la actividad periodística”.

Como ejemplo se puede mencionar, entre tantos, el encuentro con la poeta de las runas Olga Orozco que, luego de poner de relieve la importancia de mantener vivo el espíritu poético en los hombres, lanza una aproximación para no olvidar: “La poesía ayuda a no dormirse del lado más cómodo”. O cuando el poeta chileno Volodia Teitelboim confiesa “la injusticia temeraria y sacrílega” de no haber incluido a Gabriela Mistral en la famosa Antología de poesía chilena nueva que realizó cuando tenía 19 años junto al poeta Eduardo Anguita; o el diálogo con Andrés Rivera donde el narrador desgarrado por la represión contra los piqueteros de Gral. Mosconi, dice: “Este país no es mío. No es tan mío como de Videla. Este país es de los Videla. Este país es de los señores que manejan la Bolsa. ¿Qué tiene que ver este país conmigo?”; o la entrevista publicada en este mismo diario a la escritora y artista plástica Mirta Satz, sobreviviente del atentado a la AMIA, que al recordar los trágicos hechos de julio de 1994 dice: “Lo que explotó ahí fue la vida”.

-¿Las entrevistas seleccionadas se reprodujeron tal cual como fueron publicadas?

-Algunas sí, como la larga charla con Hugo Midón que se publicó en este diario. Otras las completé, no salieron tal cual, fueron editadas según criterios de cada publicación, y hubo algunas que aproveché para corregirlas, ya que en todos estos trabajos el tiempo de entrega siempre es un factor determinante.

Kisielewsky, autor de libros de poesía como Algo de la época, Memoria caníbal, Corazón negro, Electrificar Rusia o La belleza es un campo minado, entre otros, compiló estas entrevistas publicadas en diferentes medios donde colaboró desde los años '80 hasta el presente. Así recuerda su periplo periodístico: “Las primeras entrevistas que hice fue a estibadores que en el año 1981 vendían sus órganos para poder llevar el sustento a su hogar. Tenía 22 años y era la primera vez que iba al puerto de Buenos Aires y veía en vivo y en directo un oficio legendario y golpeado: el estibador del puerto. En esos años trabajé como cronista sindical y creo que fue como la residencia para los médicos, tuve grandes maestros que me enseñaron dónde ir, cómo ir, qué preguntar y cómo corregir”.

Eduardo Aliverti termina su presentación señalando: “El arte de Kisielewsky es haber logrado hacer sencilla la complejidad del género”. Tras la lectura de las conversaciones reunidas en este libro solo resta coincidir.