En la historia del mundo, las sociedades toleraron desigualdades muy profundas,
grandes poblaciones en la pobreza y miseria, y clases privilegiadas dominantes
detentando el poder contrastan y esta desigualdad siempre se sostuvo con
represión y sometimiento. Los avances técnicos de las revoluciones industriales
han mejorado sustancialmente la calidad de vida, pero nunca desaparece la
desigualdad y la pobreza.
Esta convivencia de progreso y exclusión de mayorías, con diferencias de grado
y magnitud, según regiones y países, constituye un problema que ningún sistema
político ni modelo económico ha podido o querido resolver. Los objetivos de
pobreza cero parecen difíciles de ser alcanzados a pesar del compromiso que
todos los gobiernos del mundo asumieron en septiembre del 2015 en Naciones
Unidas, firmando la agenda de los objetivos de desarrollo sostenible. Buena
voluntad, ingenuidad o hipocresía son algunos de los signos de esos
compromisos, que significan, en el mejor de los casos, un acuerdo ético más que
material.
Pero en estos momentos, en el mundo y, en particular, en América latina, ocurren
tensiones que nos obligan a pensar y reflexionar sobre qué pasa en los países
que viran a derecha o a izquierda, muchas veces como producto de grandes
manipulaciones comunicacionales a través de medios hegemónicos al servicio
de los grandes capitales y redes sociales, que no escatiman recursos para incidir
en la población, sobre todo, en sectores que no se manifiestan por principios
políticos e ideológicos sino por sensaciones y efectos emocionales. Las
derechas desarrollan ofensivas basadas en el desprestigio de los dirigentes
políticos sobre supuestos hechos de corrupción, de los cuales los dirigentes y
Ceos de la derecha son especialistas en cometer, pero que lograr generar en
grandes colectivos “apolíticos y desideologizados” una fuerte reacción emocional
que parece no encontrar límites, aun en contra de sus propios intereses de clase.
La ofensiva neoliberal y conservadora solo encuentra límites cuando, por
hartazgo o desilusión ingenua, los sectores menos politizados le dan la espalda,
superando prejuicios sin fundamento y con poco entusiasmo, pero definitorio.
En general y de modo estilizado y simplificado, las sociedades se dividen en
tercios: dos sobre la base de intereses y posicionamiento ideológico a derecha y
a izquierda —que sin duda tiene matices y diferencias al interior de cada tercio—
y un tercero que, sin ideología autodefinido “apolítico” y hasta en contra de sus
propios intereses, termina inclinando la balanza hacia uno u otro lado. Esto
explica, a mi modo de entender, los vaivenes y las idas y vueltas desde proyectos
progresistas hacia otros de restauración conservadora, y viceversa. Estos
últimos tienen muy claro que necesitan en estos tiempos de esos sectores para
poder llegar al gobierno en el marco de la democracia y, con ardides y engaños,
logran su cometido, escondiendo sus verdaderos objetivos. Hasta hace poco,
parecía que esta era una nueva modalidad de la derecha, dejando de lado los
golpes de estado cívico militares de otrora, aunque, lamentablemente, se reedita
esta práctica en el feroz golpe de estado en la república plurinacional de Bolivia.
Indígenas pobres del alto y del interior boliviano, negros africanos de selvas y
llanuras, asiáticos hacinados, pobres e inmigrantes en la Argentina, Uruguay,
Paraguay, sin tierra y sin nada en Brasil, pobres de todas las latitudes y rincones
del mundo, inmigrantes de aquí y de allá, seguramente no esperan nada de una
sociedad que no termina de resolver para el lado del bien las profundas
contradicciones. Solo los proyectos progresistas en sus distintas versiones
alivian cuando son gobierno a los “desclasados” del mundo, siempre insuficiente
por las limitaciones y presiones de los capitales más concentrados, y son las
derechas despiadadas al servicio de un capitalismo insaciable las que de uno u
otro modo intentan y consiguen interrumpir estos procesos, a través de golpes
cívicos militares (que creímos desterrados hasta ahora) o por la manipulación de
medios de comunicación y redes sin límites ni escrúpulos.
Como contraste impúdico a la pobreza y miseria de la mayoría de la población
mundial, el confort y la calidad de vida mejoran día a día como consecuencia del
desarrollo de la innovación y la tecnología. La inteligencia artificial y el avance
tecnológico en la producción de bienes y servicios avanzan aceleradamente
como nunca antes. Pero, como siempre, el lado altamente positivo de estos
avances esconde el riesgo de mayores pérdidas de empleo y, también, el interés
de apropiación de materias primas fundamentales por los grandes capitales del
mundo. A modo de ejemplo, como han explicado muchos analistas, el golpe
militar perpetrado en Bolivia persigue, entre otros motivos, el interés por una de
las reservas más importantes de litio. Materia prima necesaria para la fabricación
de baterías que soporten el importante desarrollo de la energía eléctrica y solar.
El avance en la medicina y la nanotecnología ha permitido una mayor expectativa
de vida, lo que implica una buena noticia para la raza humana, pero un desafío
para los sistemas de seguridad social, para su sustentabilidad, especialmente,
cuando los de mayores ingresos de la sociedad se rehúsan a mayores
contribuciones para sostener los esquemas de solidaridad imprescindibles para
mantener niveles de mayor equidad. Vaya tamaño desafío: se ha dicho hasta el
hartazgo que no se pueden imponer más cargas impositivas porque las
empresas no pueden “soportarlo”, pero entonces me pregunto cómo se hace
para generar mayores ingresos del Estado para sostener el necesario sistema
de protección social que garantice, al menos, una sociedad más “pacífica” y un
poco más equitativa. Creo que sería mejor pensar que mientras la producción y
el desarrollo no alcancen niveles extraordinarios, es imprescindible que los de
más alto poder contributivo sean quienes aporten a la sostenibilidad del sistema
de protección social de manera progresiva.
Sin duda alguna, estas dificultades prevén una perspectiva de muchas
incertidumbres y pocas certezas. Las luchas por más derechos encuentran su
resistencia en el interés de las derechas de mantener privilegios de clase en
detrimento de las mayorías populares. Al mismo tiempo, son esas mayorías
populares las que salen a las calles a pelear por reivindicaciones que explotan a
modo de rebelión y resistencia. Los fenómenos populares en Chile, Ecuador y
Colombia, entre otros, irrumpen de modo inesperado para el establishment en
cada uno de los países y ponen en crisis la aparente tranquilidad de estas
sociedades.
Contradicciones y tensiones de una época de cambios tecnológicos y sociales.
Sectores populares que parecen despertar súbitamente por mejorar sus
condiciones económicas y sociales y, al mismo tiempo, los sectores económicos
más concentrados que no están dispuestos a ceder su poder real, actuando sin
escrúpulos de ningún tipo con mentiras, falacias y sofismas con los que lograr
embaucar a buena parte de la sociedad como le caracterice al principio de esta
nota. No sabemos bien quien dijo algo así como “miente, miente que algo
queda...”, ¿Voltaire?, ¿Goebbels? Pero, seguro, fuente de inspiración de Durán
Barba y Macri, entre muchos.
En estas idas y vueltas, luego de cuatro años dolorosos de endeudamiento y
fracasos del proyecto político que se inició el 15 de diciembre de 2015, que sí
resultó muy eficiente a la hora de generar brutales ganancias para los “amigos”
del poder, renace en la Argentina la esperanza una vez más de la mano del
peronismo. Esperemos que esta vuelta a la utopía de un mundo mejor y más justo, en
nuestro país, nos permita al menos avanzar en la dirección del crecimiento y el
desarrollo. Lo más importante de esa utopía es que nos marca el camino y la
dirección sabiendo que es muy difícil de alcanzar, pero que nos ayuda a no
desviarnos del objetivo.
Recuperar la alegría después de cuatro años de tristeza profunda no será la
respuesta a todos los problemas, pero significará una caricia al alma que,
seguramente, se expresará con mucha fuerza el 10 de diciembre en la histórica
plaza de los acontecimientos populares.
* Secretario de Empleo de Argentina (2003-2014) - Director de OIT/Cinterfor (2014- agosto 2019)