El gobierno del presidente Donald Trump se vio ayer nuevamente envuelto en un escándalo político al conocerse que el secretario de Justicia y fiscal general ocultó que había mantenido contactos con un diplomático ruso durante la campaña electoral del año pasado, según reveló el diario The Washington Post.

Durante una audiencia del Senado para discutir su nominación, Jeff Sessions fue consultado sobre eventuales contactos con funcionarios rusos, que negó. Sin embargo, surgieron evidencias de reuniones mantenidas en su despacho de senador el año pasado con el embajador ruso, Sergey Kislyak, en Washington, en medio de la campaña electoral. Líderes de la oposición demócrata pidieron la renuncia de Sessions, luego que éste finalmente confirmara que se reunió dos veces con el diplomático ruso, en clara contradicción a su testimonio ante el Senado en su investidura. Mientras que varios republicanos consideran que debería al menos inhibirse de participar en las investigaciones que se están llevando a cabo sobre la injerencia rusa en los comicios presidenciales de noviembre.

Las nuevas revelaciones relanzaron los llamados de varios legisladores al nombramiento de un investigador especial independiente para revisar la supuesta intervención rusa en la campaña electoral para ayudar a Trump a ganar la Casa Blanca, acabando abruptamente con la tregua alentada por el discurso del mandatario el martes ante el Congreso. El nuevo capítulo del escándalo constituye otro golpe para la administración del presidente estadounidense, quien rechaza las acusaciones de injerencia de Rusia y desmintió en varias ocasiones sus eventuales vínculos con responsables de Moscú.

Ayer, al ser consultado por la prensa si mantenía su confianza en Sessions, Trump respondió: “Total confianza”. Sin embargo, el mandatario admitió que no estaba al tanto de los contactos que Sessions había mantenido con el embajador ruso durante la campaña electoral.

Sessions, un ultraconservador de 70 años y uno de los primeros apoyos de Trump en el Partido Republicano, reconoció haberse reunido con el embajador ruso, Sergey Kislyak, en julio y en septiembre, contrariamente a lo que había declarado ante el Senado en su investidura. Pero afirmó que los encuentros tuvieron lugar en el marco de sus funciones de senador y no como asesor de Trump. En enero, en las audiencias del Senado, bajo juramento, Sessions había afirmado que “no tenía contactos con los rusos”. “Nunca me he reunido con un responsable ruso para discutir una campaña política”, dijo Sessions ayer a la cadena NBC.

La Casa Blanca confirmó los encuentros de Sessions pero afirmó que no había hecho nada reprochable, estimando que las revelaciones del Post al respecto, eran un nuevo “ataque” demócrata contra Trump. “Sessions se reunió con el embajador en su calidad oficial de miembro de la comisión de las fuerzas armadas del Senado, lo que es completamente coherente con su testimonio”, afirmó un responsable de la Casa Blanca. “Se trata de un nuevo ataque de los demócratas contra la administración Trump”, agregó.

En Moscú, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo no estar al tanto de esos encuentros, pero subrayó: “El trabajo del embajador es tener la mayor cantidad de encuentros posibles, incluso con los representantes del poder ejecutivo y legislativo del país”. 

Hace dos semanas había sido el asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien debió renunciar a su cargo tras revelaciones de que informó erróneamente a funcionarios del gobierno de Donald Trump sobre sus contactos con el embajador ruso Kislyak.

El cargo de Sessions está en el corazón del problema. Como Fiscal General supervisa al FBI (policía federal) y por lo tanto la investigación de la policía federal sobre los posibles vínculos entre el entorno cercano de Trump y Moscú. Frente a su casa ayer, el ex senador declaró a NBC: “He dicho que, cuando sea adecuado, me recusaré (de la investigación). No hay dudas sobre eso”.

En el Capitolio la presión aumenta, incluso desde las propias filas republicanas. Dos pesos pesados del Partido Republicano, Jason Chaffetz y Kevin McCarthy, llamaron a Sessions a abandonar su autoridad sobre la investigación del FBI. “Sessions debería aclarar su testimonio y recusarse”, dijo Chaffetz en la red social Twitter. Numerosos demócratas y cada vez más republicanos piden la designación de un investigador independiente para hacer luz sobre el asunto. “No me interesa ser parte de una cacería de brujas, pero tampoco ser parte de un encubrimiento”, dijo el senador Marco Rubio a la radio pública NPR.

Miembros de la oposición demócrata van más allá y piden la renuncia del ministro. “El departamento de Justicia debe estar por encima de cualquier recriminación. Por el bien del país, el fiscal general Sessions debe renunciar”, dijo el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer. Nancy Pelosi, la jefa de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes, dijo que el ex senador había mentido y debía renunciar. Schummer reiteró los llamados a nombrar un investigador especial, pero advirtió que si el Departamento de Justicia posterga esa decisión, legisladores de ambos partidos deben trabajar juntos para crear un consejo independiente encargado de las pesquisas necesarias.

En octubre del año pasado, agencias de inteligencia estadounidenses afirmaron que hackers rusos eran responsables del pirateo y divulgación de correos electrónicos de Hillary Clinton y del Comité Nacional Demócrata en plena campaña para las elecciones. Tres meses más tarde, el 6 de enero, responsables de varios de esos órganos de inteligencia publicaron un informe parcial de lo ocurrido, donde afirmaban su confianza en que el presidente Vladimir Putin estaba personalmente involucrado en el pirateo de los correos, para afectar la campaña de Clinton, adversaria de Trump. Desde entonces, el Departamento de Justicia, el FBI y las agencias de inteligencia mantienen abiertas investigaciones sobre la interferencia de Rusia en las elecciones.

En el Congreso estadounidense, tres comités del Senado y uno de la Cámara de Representantes también iniciaron investigaciones superpuestas sobre diversos aspectos de la controversia. Las investigaciones que se realicen en el Congreso se concentran en los contactos entre el comité electoral de Trump y funcionarios rusos durante la campaña presidencial, para determinar si hubo complicidad con las tentativas rusas de influenciar la votación. Varios auxiliares próximos de Trump mantienen negocios de larga data con Rusia o con políticos ucranianos respaldados por Moscú, incluyendo su ex jefe de campaña presidencial, Paul Manafort, quien renunció en agosto precisamente a causa de esas relaciones. El periódico The New York Times reportó que Manafort y otros dos altos empleados del comité de campaña de Trump mantuvieron contactos con oficiales rusos de inteligencia antes de las elecciones, aunque la Casa Blanca niega esa posibilidad con vehemencia.