Por M.W.

En la Plaza de Mayo, ante una muchedumbre, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se dirigió a Alberto Fernández. Se sabe qué le aconsejó, entre el pueblo y la tapa de los diarios. Por ahí llamó la atención que usara el vocativo “usted, presidente”. Es interesante valerse de él para dirigirse a la máxima autoridad política aunque los argentinos nos tuteemos casi siempre. Este cronista piensa así desde hace años, suele aplicarlo y hasta lo contó en algún libro. El objetivo consiste en subrayar el rol, la autoridad, el respeto.

CFK se dirigió a otro presidente, más cercano a ella que el actual. Sucedió al comienzo de la campaña para las elecciones presidenciales de 2007. El mandatario era Néstor Kirchner, ella la candidata. La senadora acostumbraba a referirse a él como “Kirchner” en declaraciones periodísticas. En La Plata, como cierre del discurso encaró a Kirchner, le agradeció, vaticinó que su pueblo no lo iba a olvidar. Y se inquirió si ella misma al sucederlo podría evitar que lo extrañara.

Se impuso en la votación. Fernández, Jefe de Gabinete por entonces, aconsejaba que CFK renovara su elenco, que cambiara ministros, incluyéndose. Cristina lo nombró, Alberto juró con lágrimas en los ojos y le dio las gracias.

Impresiona rememorar todos los acontecimientos inesperados sucedidos desde entonces por no mencionar sino los más pertinentes acá: el conflicto con “el campo”, la renuncia de Fernández, la temprana partida de Kirchner. Antagonismos, enfrentamientos, “hay 2019”, unidad, victoria, esa fiesta y de nuevo a gobernar en medio de una crisis provocada por el neoconservadorismo.

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Sin filosofar demasiado, el hilo insinúa cuán volátiles son la vida y la historia, cuan difícil predecir, cuán importante es espigar entre amigos, compañeros, adversarios, enemigos (el sistema democrático los tiene). Por eso asombra un poquito la soberbia profética de quienes anuncian qué hará Cristina, cuándo estallará un nuevo Ezeiza entre peronistas. Qué simple es la líder aunque viene sorprendiendo a propios y ajenos desde hace un año como mínimo con maniobras constructivas y renunciamientos no anunciados por los sabios de la tribu.

Ya que estamos, sorprende que los “republicanos” salteen cuánto poder ejercita a diario el presidente, que Fernández no ha mostrado hasta hoy “alma de Chirolita”. Que quienes elogiaron sin ambages ni medida cuatro años de macrismo descubran que dejó un desquicio económico aunque nieguen el institucional.

El vaticinio forma parte del sagrado derecho de expresión. Habilita el derecho a réplica. Ejerciéndolo con respeto, uno les pediría a quienes fueron claque del macrismo, un cachito de autocrítica. Para variar, pongalé. A usted se lo digo, che.