Foto: Pablo Mehanna

La cantina más pop

Bienvenida novedad de 2019, La Favorita es una mezcla ente cantina porteña, pulpería vintage, bar moderno, despensa, kiosco y restaurante. Un lugar que abre del mediodía y hasta bien entrada la noche, con una contundente propuesta de sándwiches, vermúes y cócteles bien preparados. Detrás hay gente que sabe: Juan José Ortíz, el mismo del exitoso Boticario; y Melisa Rodríguez, bartender más conocida por su seudónimo Meli Manhattan, apodo que refiere a su pasión por una de las mezclas más clásicas de la coctelería mundial.

La Favorita está en el epicentro del polo gastronómico palermitano. Una casa devenida en local, con ventanas a la calle, toldos verdes, mesas en la calle, piso en damero. Armado con inteligencia y cariño, el lugar la juega de museo albiceleste, repleto de objetos, pósters, cuadros, postales y detalles coloridos. Un altar al Gauchito Gil convive con Sandro y los sifones de soda; latas de tomate se apilan junto a chupetines, bolsas de carbón, juegos de mesa, sillas modernistas, barritas de mantecol y una exhibidora de fiambres. Un atiborrado universo de guiños pop, que revisita tiempos pasados sin nostalgia.

La tarde empieza con un vaso de vermú y soda a $100 junto a un triolet “copado” (queso, salamín y alguna conserva, $150). Hay raciones como chauchas en tempura ($250), papas fritas a caballo ($280) o polenta frita con suero costeño ($250). La especialidad es la “sanguchería” ($299), con clásicas que siempre tienen varias vueltas de tuerca. Un ejemplo: el de “milanga”, en pan pebete, con una gruesa milanesa de cuadrada cocinada por doce horas a baja temperatura, tomate rostizado, cebolla caramlizada en pomelo y mayonesa de cilantro. Para continuar la noche, hay cócteles ($250) como el Fel Fort, con JW Black, almíbar de garrapiñada y bitter de chocolate; o un Martini Palermo, con Tanqueray, vermú y olivas en salmuera.

Hay muchísimo más: tragos embotellados, picadas, meriendas, almuerzos del día, sábados de brunch, entre otros. La Favorita busca sorprender. Y lo logra.

La Favorita Cantina queda en Honduras 5288. Horario de atención: lunes a sábados de 12 a 2. No toman reservas.

Foto: Pablo Mehanna

Ubicación privilegiada

Buenos Aires ya tiene su primer bar especializado en el gin&tonic, el clásico cóctel de origen inglés que hoy es moda en los cinco continentes. El lugar se llama Invernadero , y cuenta con una particularidad que lo hace único: ocupando el mismo espacio donde antes estuvo la confitería Macedonio, esta bar está dentro del predio de la Biblioteca Nacional (entrando por la puerta trasera, la del garage), rodeado por la Plaza del lector de un lado y el icónico edificio brutalista del otro.

Invernadero se especializa en gin&tonics tirados junto a una propuesta de comida basada en tapas contemporáneas. El gin y la tónica son elaborados por los hermanos Moretti, quienes se cuentan entre los pioneros en la destilación de un gin nacional de calidad. Ya premezclados, se sirven en copón directamente desde una canilla, y luego se los termina en la barra con detalles y perfumes pensados por el experimentado bartender Juani Calcaño (ex Gran Bar Danzón, entre otros). A $280, sirven opciones como El Aleph (que suma olivas negras y tomillo), el Ocampo (maracuyá y anís estrellado) o Juguete Rabioso (manzana, pimienta y cardamomo), entre otras. Todas ricas, frescas y repletas de aromas. El menú suma unas quince tapas, como las mollejas con papas rotas y pico de gallo ($320), el carpaccio de ojo de bife ($280) y la tortilla de papas con chorizo ($280). Hay también cócteles clásicos, vinos y cervezas. Y de mañana y tarde la propuesta se torna mucho más diurna y accesible, con cafetería, pastelería, sándwiches y panes como el avocado toast (sale con café incluido a $270).

La crítica que se le puede hacer a Invernadero es que, más allá de su ubicación y los caprichosos nombres de los cócteles, la conexión real con la biblioteca es casi nula, perdiendo así una oportunidad de sumar en conjunto. Más allá de eso, sentarse en una noche de verano en las mesas de afuera, con un buen gin&tonic en mano y la vista del imponente edificio de hormigón al alcance de los dedos, es una experiencia que vale la pena probar.

Invernadero queda en Agüero 2505. Teléfono: 2561-2502. Horario de atención: lunes a sábados de 8 al cierre; domingos de 9 a 24.

Foto: Pablo Mehanna

Destacado en el mundo

Al sitio bigseventravel.com le gusta publicar esas listas siempre algo capciosas de “las 7 playas más lindas del Caribe” o “los 7 destinos más románticos de Europa”. Hace tres meses presentaron el ranking de los 50 mejores dive bars del mundo. Ahí, escalando a la 15° posición, aparece el único ejemplo porteño: Le Troquet de Henry . Un gran reconocimiento para un bar casi perdido en el barrio de Abasto.

Sin traducción directa, el término dive bar refiere a bares simples, sin pretensión de glamour o sofisticación. Tugurios, tabernas o pubs puestos con más amor que presupuesto, para beber una cerveza con amigos comiendo algo rápido y barato. Un concepto que hoy es revalorizado en el mundo, como necesaria contrapartida al otro extremo, esos bares de diseño, prestigio (y alto precio).

Sin dudas, bigseventravel.com tiene razón: Le Troquet de Henry encaja perfecto en la descripción. Creado en 2008 por Yannis Buchot -un francés trotamundos radicado en Buenos Aires-, el lugar se armó sumando objetos eclécticos (desde una heladera Siam a una radio setentosa), sillas de todo tipo, mesas de fórmica, un metegol en el subsuelo, proyectores de video y varios etcéteras. La mezcla funciona y el espacio es amigable, ideal para relajarse con una cerveza artesanal ($90 la pinta), un fernet cola (con Branca, $130) o una medida de Beefeater con una tónica de 350ml a $160. Para acompañar, hay pizzas (con precios que van de los $140 la de muzza a $190 la de salmón), empanadas de carne, hongos, roquefort y brócoli, entre más sabores ($50). Y la gran especialidad de la casa: los sándwiches con queso raclette (típico de la región compartida por Francia y Suiza), entre ellos uno muy rico con queso derretido, lomito con hierbas y pepinillos encurtidos a $180.

Mesas muy buscadas en la vereda, música por los parlantes, proyecciones en las paredes, camareros jóvenes y amigables (la mayor parte son estudiantes de música, teatro, cine o afines). Un verdadero refugio nocturno para una Buenos Aires que muchas veces está demasiado en pose.

Le Troquet de Henry queda en Guardia Vieja 3460. Horario de atención: todos los días de 18 al cierre.