Cuando una noticia fuerte irrumpe en los medios de comunicación, se ponen en marcha mecanismos variados de análisis. De acuerdo a la gravedad de esa noticia y el impacto que produzca en la comunidad, va a comenzar una etapa que, dependiendo del contexto, puede llegar a transformarse en virtuosa. Esto es, que produzca un debate mediático que entre las opiniones profesionales que se viertan y el conocimiento de la población sobre lo sucedido, resulte beneficioso para la comunidad, aunque se haya originado en hechos lamentables. La trágica noticia sobre los 18 mil millones de pesos que el Banco Nación “prestó” a una importante compañía cerealera de Santa Fe, desnudó uno de los actos de corrupción más grandes de la historia de nuestro país. Ello por cuanto, como se supo públicamente hace pocos días, la beneficiaria de los insólitos préstamos está en virtual cesación de pagos, con lo cual, es muy probable que nunca se recupere la fortuna en cuestión. Como sucede siempre en estos casos, los mayores perjudicados son aquellos que integran los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Los responsables de la maniobra, comenzando por el ex director del Banco de la Nación Javier González Fraga nunca se perjudicarán con este evento. En primer lugar, por cuanto ya han obtenido grandes beneficios personales con las operaciones, los que deberán ser determinados por las investigaciones judiciales. En segundo lugar, porque pertenecen al sector social que diseña esa clase de maniobras y que, a lo largo de la historia de nuestro país, siempre se han enriquecido con ellas. Las consecuencias sociales de estos crímenes son tan gigantescas como dolorosas. Al efecto sobre las posibilidades de trabajo que disminuyen sensiblemente por desfalcos como el que se acaba de conocer, debe sumarse la afectación en la subjetividad de las víctimas, que quedan atrapadas en el inconmensurable vacío de la impotencia frente a semejante injusticia y despojo. El neoliberalismo se vale para estas maniobras, de sicarios económicos despiadados y casi inexorablemente racistas. Es el caso del citado Javier González Fraga, con décadas de racismo explícito en su haber.

Estos saqueadores profesionales, previo a despojar de lo poco que les queda a los sectores más vulnerables, los descalifican brutalmente. Durante el periodo de saqueo macrista, González Fraga afirmó: "Cuando nace un chico en una villa, de un embarazo no deseado, de una chica de 14 años, y la chica de 14 años que está más para ir a los recitales que para amamantar a un bebé, lo descuida, y ese chico, como dice Abel Albino, tiene 24 horas de hambre, se le pone una marca en el cerebro que va a detestar ser educado. Es como un animalito salvaje". (Año 2016, durante una disertación en una jornada de ‘Experiencia Forrajera).

Es evidente que el racista no se basa en el conocimiento de lo que denigra. Uno de los parámetros que definen su actitud es precisamente lo contrario, es la ignorancia. González Fraga no sabe nada de la “chica de 14 años embarazada, que vive en una villa”. No la conoce, nunca la conoció. Tampoco conoció nada de lo que la rodea, de sus primeros años, de sus alegrías, de sus temores, de sus sueños, de sus carencias. Ni siquiera asocia el hecho –ni tampoco le importa-, que cuando una nena de 14 años está embarazada, fue abusada. Y por eso, todo lo que deduce y afirma sobre ella, es producto de los mitos, estereotipos y prejuicios que se repiten durante siglos a través de personajes como González Fraga. El racista se nutre en esos prejuicios y argumenta que él es el normal, él es el bueno, él es el que sabe, él es el que merece, él es el blanco y ella la negrita. Y del mismo modo y con argumentos que siempre giran en la descalificación del otro, cosifican un sector completo de la sociedad. De ahí que ubique a los bebés nacidos en la villa como “animalitos salvajes”, y esa cosificación les abre el camino a él y a sus cómplices para despojar a ese sector no sólo de lo poco que puedan tener, sino incluso de la expectativa de tener algo en el futuro. Lapidaria definición del personaje sobre ese sector social que saquearon con sus compañeros mientras agitaban globos de colores. Dijo González Fraga: “Le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal" (27/5/2016, La Nación).

De ese modo, el racista ubica al sector más vulnerable de la sociedad, en su “normal” espacio que es el de abandonar la fantasía de que iba a poder tener las mismas cosas que los patrones. La normalización de las diferencias es esencial para poder implementar los planes económicos que van a hacer descender más aún a los sectores medios y bajos de la sociedad. Y, con el terreno ya fertilizado con la estigmatización y el prejuicio con que habían ganado las elecciones de 2015, comparten con sus socios fortunas obscenas y ajenas. Seguramente pronto será justicia.