El mito de Drácula es hipnótico, fascinante, una leyenda que atraviesa todo el siglo XX y continúa hasta la actualidad con su historia inquebrantable de un vampiro que bebe sangre humana para poder subsistir por toda la eternidad. Desde que Bram Stoker escribió su libro, las versiones fílmicas no dejaron de sucederse y se convirtieron muchas de ellas en clásicos del cine. Cada época tuvo su versión del mito vampírico, desde Nosferatu, el vampiro, con su estética grotesca de cine mudo; pasando por el Drácula interpretado por la majestuosidad cómica de Bela Lugosi; el de Terence Fisher protagonizado por Christopher Lee y Peter Cushing que es objeto de devoción para los fans del cine de terror hasta llegar al clásico de Francis Ford Coppola que probablemente sea la versión definitiva. El mito también fue re interpretado para un sinfín de películas basadas en la historia como Sombras Tenebrosas de Tim Burton, la más romántica Sólo los amantes sobreviven, de Jim Jamusch o la sueca Déjame entrar. La historia es tan versátil que no parece agotarse nunca.

En esta época de series, la nueva de versión de Drácula es en tres episodios de hora y media y se puede ver en Netflix. Los creadores de Sherlock, Mark Gatiss y Steven Moffat, son los autores detrás de la miniserie que lleva adelante dos incursiones que rompen con la tradición, por un lado, la época temporal elegida para contar el tercer capítulo que es la actualidad y por otro lado el cambio del personaje del doctor Van Helsing que pasa a ser una mujer. No sólo hay un cuestionamiento al género, que sin duda tiene que ver con el avance del feminismo en el mundo, sino a la religión, ya que el personaje es una monja atea que pone en duda la existencia de dios y da cuenta de la desilusión que le generó la fe. Agatha Van Helsing es una monja que aparece en el primer capítulo en su convento, primero entrevistando a Jonathan Harker, el joven que va al castillo del conde en Transilvania y logra escapar, pero demacrado y convertido casi en un zombie. Y luego enfrentando al propio Drácula, criticando sus métodos sanguinarios y poniendo en duda toda su existencia. Agatha es la heroína de la serie que en el capítulo dos aparece en una habitación del barco en que Drácula es el asesino oculto, para ponerlo en evidencia.

El capítulo tres tiene una vuelta un tanto extraña, que se aleja de los dos episodios anteriores porque hay un quiebre temporal y coloca la historia en la actualidad. El Conde duerme bajo el agua por 123 años y despierta en una costa frente a Agatha que ya no es la monja, sino su nieta, que trabaja como científica y que además tiene cáncer. El último capítulo es tal vez el menos atrapante, pero le da un cierre a la historia novedoso y definitivo, con un nuevo significado y una nueva interpretación.

La serie sobre Drácula aporta una nueva visión al mito, con toques gore que la acercan al cine de terror, pero también con un guion sólido que se centra en Drácula y también en el personaje de Agatha, y que actualiza la historia desde un punto de vista feminista. Drácula ya no es el super hombre invencible e inmortal, al que es inútil enfrentarse porque pase lo que pase nunca va a morir. Tiene un punto débil y la que lo descubre y sabe cómo utilizarlo es una mujer. El personaje de la monja atea fluye con su discurso lleno de cinismo, ironía, sarcasmo y fortaleza. Una nueva heroína, en la piel de Dolly Wells, que reinventa la fábula de Drácula, le quita la impronta de hombre viril intocable y también esa solemnidad, a través de un personaje con toques de comedia y encantador. Los personajes de Mina y Lucy permanecen, el más fuerte es el de Lucy, que interpreta Lydia West, y le da el toque de sensualidad y libertad.