Durante el lunes hubo dos conatos de motines en una unidad de Batán, cerca de Mar del Plata, y en una unidad de Florencio Varela y dos protestas muy fuertes en Coronda y Piñero en Santa Fe. Como es obvio, las condiciones de superpoblación producen falta de cuidados médicos, hacinamiento, escasa o nula medicación y presos que ya de por sí tienen problemas de salud muy serios --HIV, tuberculosis, hepatitis--, por lo que son numerosos los que tienen fiebre o tos, sin que se tomen medidas. 

Según el Ministerio de Justicia bonaerense, la protesta se había frenado al atardecer, pero todo indicaba que hechos similares van a ocurrir con el correr de la semana. Una panorama similar se presenta en Santa Fe. En paralelo, el Servicio Penitenciario Federal, que tiene menos problemas de hacinamiento, decretó el estado de alerta, previendo hechos de la misma naturaleza. En las últimas 48 horas, Estados Unidos liberó miles de presos en California, Ohio, New York y Texas como una forma de descomprimir la situación en los penales y en España se decidió que los presos con salidas transitorias no regresen por ahora a los penales.

 

Un llamado de atención a los jueces

La gran mayoría de los presos bonaerenses tuvo el gesto, la semana pasada, de resignar las visitas de sus familiares para evitar los contagios. El clima parecía más tranquilo, pero era evidente que la superpoblación, tarde o temprano, iba a producir rebeliones. Los dos casos de ayer, Batán y Florencio Varela, vuelven a plantear que los jueces deberían revisar las prisiones preventivas y, como mínimo, mandar a sus casas a los internos que no cometieron delitos graves, a los de más edad y a algunos que tienen situaciones de salud complicadas. Es el criterio que se aplicó en estos dos días en Estados Unidos y el que se utilizó en Irán, país que igualmente liberó a miles y miles de presos.

Durante los cuatro años de macrismo, los detenidos en las cárceles bonaerenses aumentaron de 35.000 a 51.000, sin que se aumentaran significativamente las plazas. Hoy hay lugar para unos 25.000 presos, de manera que la superpoblación supera el 100 por ciento de la capacidad. La forma en la que se hizo fue agregar cuchetas: en una celda de cuatro se pusieron otras cuatro cuchetas, sin aumentar las prestaciones médicas ni los baños ni ninguno de los elementos esenciales de un penal. La base del aumento de la población carcelaria fueron los presos por narcomenudeo, una estadística que le sirvió al marketing político de Cambiemos y de Patricia Bullrich, pero que no produjo cambio alguno en la venta y consumo de drogas en ese distrito. Fue una jugarreta para intentar tapar el desastre que producían las políticas económicas.

A contramano de las necesidad de descomprimir, los jueces de ejecución penal suspendieron las salidas transitorias, como una forma de evitar el ingreso del virus a los penales. O sea que se buscó impedir que un preso se contagie en una salida y termine infectando a toda la población. Pero el reclamo de los presos es el opuesto: que se disponga su excarcelación o su prisión domiciliaria. Esa fue la principal reivindicación que esgrimieron este lunes los presos de Coronda, que se subieron a los techos, llegaron a tomar un pabellón y produjeron el incendio de algunos colchones. En España, los llamados presos de tercer grado, es decir los que tienen salidas pero deben volver a dormir a la cárcel, fueron exceptuados del regreso al penal, de manera que ya tienen una virtual excarcelación.

La Cámara Nacional de Casación penal sugirió medidas parecidas, pero en el caso de embarazadas y mujeres con niños: que se favorezcan las excarcelaciones y prisiones domiciliarias. Para el resto de la población, la Casación le pidió a los jueces que analicen caso por caso, pero que aceleren las revisiones. Por ahora, iniciativas semejantes no tuvieron efecto en los penales bonaerenses ni en los santafecinos, los más saturados.

 

Sin visitas por la pandemia

A la situación gravísima que ya existía en los penales, se sumó el recorte de visitas por el coronavirus. De entrada hubo un movimiento de los propios presos de renunciar a las visitas para preservas a sus familias y preservarse ellos mismos. Pero ese gesto tiene un costo altísimo: los visitantes son, muchas veces, quienes les traen comida y ropa a los internos, de manera que la restricción produce un empeoramiento de la vida del preso.

Tanto Estados Unidos como España ya tuvieron los primeros casos de infectados de coronavirus en las cárceles: uno en un penal de Brooklyn y otro en una cárcel de Alava. Pero, además, en Washington, dos guardiacárceles ya dieron positivo y se está testeando a todos sus compañeros.

La idea de descomprimir las cárceles se impone en casi todos los países, porque son un lugar de hacinamiento, aún en los pabellones más modernos, y porque se expone al contagio a todos los internos y a los penitenciarios. 

El dato es aún peor en la Argentina, donde hay una buena parte de los penales que se construyeron en el siglo XIX, hace 130, 140 e incluso 150 años, como es el caso de las unidades de Dolores o Mercedes.