Si sólo se tratara del segundo CD de un excelente dúo argentino de violín y piano, ya sería para festejar. Y mucho más si el repertorio de ese disco no sólo es bello e infrecuente sino que responde a un concepto, y si, como sucede con Elías Gurevich y Haydée Schvartz, su actividad como concertistas involucra un proyecto pedagógico y de divulgación de largo alcance. Manos a las Obras lleva ocho años que incluyen, además de memorables presentaciones en el Auditorio de Radio Nacional, el estreno de obras de jóvenes autores, clases magistrales y conciertos en el interior y, desde ya, la transmisión radial. 
El primer disco, editado hace un año, incluía composiciones de creadores latinoamericanos: el cubano Leo Brower, el brasileño Jorge Antunes, el mexicano Mario Lavista y los argentinos Gerardo Gandini y Carlos Guastavino. El que acaba de publicarse contiene sonatas de Sergei Prokofiev y Leos Janacek y la Pampeana Nº 1 de Alberto Ginastera. Hoy a las 18 lo presentan en vivo, en el mismo Auditorio (Maipú 555), con un concierto en el que interpretarán la obra de Janacek y una de las obras más intensas y conmocionantes de todo el repertorio, la Sonata de César Franck. Tanto en este caso como en las composiciones que forman parte del disco, hay una extraña coincidencia: en todos los casos se trata de las únicas ocasiones en que esos compositores escribieron para dúo de piano y violín. Schvartz destaca a PáginaI12 “la continuidad de un proyecto que no podría realizarse sin una importante participación estatal y que, creado durante la gestión anterior, tiene todo el apoyo de la actual”. Parte de esa continuidad tiene su explicación, en todo caso, en la del musicólogo y crítico Pablo Kohan al frente de Radio Nacional Clásica, uno de los pocos casos en que primó la cordura sobre los afanes vindicativos.
Gurevich y Schvartz son conscientes de que un disco es casi un objeto del pasado. “Enseñar, dedicarle un largo tiempo a la escucha de una obra, pensar que la música es una actividad social tal vez sean, también, cosas del pasado. Pero creemos en ellas. Por un lado, ver la reacción de la gente, en ciudades donde no han escuchado jamás el repertorio que tocamos y donde muchas personas se acercan por primera vez a obras que exigen una atención prolongada y a lenguajes que no son los más familiares, nos demuestra que esa creencia es correcta. La música no es una actividad vacía. Pasa algo con ella, y pasa de una manera diferente cuando se la comparte socialmente. Por otro lado, es cierto que un disco no tiene la circulación que antes tenía. Pero no es lo mismo grabarlo que no grabarlo. La edición de un disco sigue teniendo un valor simbólico fuerte.” 
“Es una reafirmación de un momento. Un documento”, dice Schvartz. “Sentimos que tenemos una mirada propia muy fuerte sobre estas obras y nos parece que vale la pena dejarla asentada. Y la producción demanda un esfuerzo muy particular y uno acaba haciendo todo lo que hay que hacer para conseguirlo. Si uno de detiene a pensarlo es una locura. Pero si uno se pone a pensar en todas las locuras que hace termina no haciendo nada”. Y Gurevich agrega: “Esta locura es parte del proyecto. Ya en ocho años, y con todo el trabajo que venimos haciendo, el disco es parte de eso. No está aislado. Es como un apéndice sensible, físico, de lo que venimos haciendo todos los días.” Coinciden, ambos, en que hay una creencia en la importancia de ciertos haceres. “Lo que pasa –dice la pianista– es que las personas tienen, y muestran, realidades distintas. Es cierto que nuestra creencia puede no ser compartida por otros. Pero esto es a lo que nosotros nos dedicamos. Y, por otra parte, parece que, a pesar de todo, somos muchos. Y las cosas que vamos cosechando son muy fuertes. Más allá de la enseñanza regular en los conservatorios, esto que hacemos, de ir a distintos lugares de la Argentina y de Latinoamérica, y de estrenar obras, permite un ida y vuelta con la gente que es muy emocionante. Sentimos que tanto a nivel de la enseñanza, de la relación con los alumnos, como de la posibilidad de tocar estas obras gigantes, maravillosas, nos parece que hay un aporte de verdad. Recibimos cientos de cartas agradeciéndonos. Hay algo muy genuino, de nuestra parte y de quienes concurren a las clases y conciertos. Uno puede tener ideas locas, pero cuando ve lo que sucede a partir de ellas, cuando hay realidades tangibles, se empieza a pensar que por ahí eso que se soñó tan loco no era.”