Como peronista siempre tuve claro el lugar histórico de Ramón Carrillo. Después de Juan Perón y de Evita, está entre las cinco o diez figuras del justicialismo que más hicieron por los humildes de este país. “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”, decía Carrillo. Y opinaba sobre Perón: “¿Cómo podemos dejar de coincidir con él si, al definir el bienestar del pueblo, lo define con los tres elementos clásicos de la higiene, es decir la alimentación, el vestido y la vivienda higiénica?”.

Como argentino me alegra que hoy reivindiquen a Carrillo, primero secretario de Salud de Perón y luego su ministro, no solo los peronistas sino compatriotas que consideran a la miseria la peor de las epidemias. A Carrillo nada de lo humano le fue ajeno. Se ocupó de la brucelosis, de las venéreas, del paludismo, de la cantidad de camas de hospital, del salario mínimo para los médicos, de la capacitación de las enfermeras, de la fabricación nacional de penicilina en cooperación con la norteamericana Squibb y de reducir la mortalidad infantil como forma de salvar a los chicos y, a la larga, aumentar la expectativa de vida.

Como canciller mantengo teleconferencias diarias con mis colegas de todo el mundo. Cada vez que los escucho compruebo la actualidad de los escritos que la Universidad Nacional de Lanús reunió en un libro digital, Política sanitaria argentina. Estos días se convirtió en mi Biblia.
Para el gobierno del presidente Alberto Fernández la cooperación multilateral debe ser concreta. Como decía Carrillo hablando sobre la misión de la Organización Panamericana de la Salud, en 1947 y delante del canciller Juan Atilio Bramuglia, “la acción sanitaria no puede detenerse en las fronteras del país”. Explicaba: “Los límites de los Estados son límites histórico-políticos pero no límites sanitarios”.

Las ideas y la práctica de Carrillo son un patrimonio común que los argentinos ofrecemos a la humanidad. Les voy a enviar su libro a dos embajadores extranjeros que no sé si actuaron de manera inadvertida. Sus intervenciones los pusieron del lado de una campaña montada por un pequeño sector de la oposición. Al atacar a Carrillo ese grupo irresponsable no solo quiso ensuciar una tradición peronista. Peor aún, buscó poner en peligro la actual política pública de salud, que goza de un amplio consenso. Una verdadera incitación al suicidio colectivo que, afortunadamente, no tuvo ningún apoyo. Así como la amplia mayoría del país está de acuerdo en combatir el hambre hasta vencerlo y negociar la deuda de un modo apto para el crecimiento, ante la covid-19 quiere cuidar la vida. Carrillo estaría orgulloso de este pueblo.

* Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.