El cuerpo llegó a la medianoche, pasaron toda la madrugada velándolo con la autorización del intendente y del delegado comunal, porque no están permitidos los velatorios por la pandemia. Fue en un gran terreno donde está la casa de la madre, y pegadita está la casa de Luis, que se le había incendiado el año pasado y la estaba reconstruyendo. "Le faltan las puertas, el piso y las ventanas, por eso no fue a la recolección de manzana como trabajador golondrina en Río Negro", describe Mariana Romero, trabajadora de prensa que había contado por primera vez la historia de Luis Armando Espinoza. Luego de la ceremonia habló con Manuel, el hermano de Espinoza que encontró el cuerpo durante el operativo de búsqueda del cadáver, luego de que los policías de Monteagudo lo asesinaran de un disparo, el 15 de mayo.

La zona de planicie seca y monte en Simoca es muy caliente de día pero tiene una temperatura muy baja por las noches, y durante el velatorio se les había terminado la leña. A las diez de la mañana partió el cortejo que pasó por última vez por su casa, la iglesia del pueblo y finalmente llegó al cementerio, en medio de una multitud que había llegado a caballo y en moto. La municipalidad había puesto un colectivo y camiones para quienes venían desde más lejos. A Luis lo velaron a cajón cerrado porque el plan siniestro, y fallido, para hacer desaparecer su cuerpo no permitió que la familia pudiera verlo por última vez.



La esposa de Luis Espinoza, Soledad Ruiz, se desmayó después de que lo enterraron y entre varios hombres la llevaron hasta la plaza principal de Villa Chicligasta. Lo único que había era una silla. El dispensario de salud estaba cerrado por ser fin de semana. El hospital más cercano queda en Simoca, a unos 40 kilómetros, adonde la llevó en su camioneta el delegado municipal. 

"Así es la vida en el interior del interior, no te podés desmayar un fin de semana", dice Romero. El velorio fue bastante silencioso, la madre de Luis Gladys Herrera estaba destrozada y todos temían por su salud. Los aplausos y los gritos pidiendo justicia vendrían durante la recorrida del cortejo.



"Creo en la justicia"

El viernes 22, luego de que cuatro policías confesaran cómo habían matado a Espinoza y de que aportaran el dato sobre dónde habían arrojado el cuerpo, se dispuso un operativo con bomberos voluntarios de Simoca, aspirantes y el personal de ECIF, Equipo Científico de Investigaciones Fiscales, de Tucumán. 

Los familiares y vecinos habían sido retenidos sobre la ruta, porque el camino de montaña estaba cubierto de niebla y era peligroso. Sin embargo, los hermanos de Luis pasaron y fueron ellos quienes dieron con las bolsas negras y blancas que contenían el cadáver, más precisamente fue Manuel Espinoza. 

"Nos ayudó la gente de Alpachiri, Teníamos una cuerda de unos diez metros que íbamos atando en las plantas, hasta que vimos la bolsa y volvimos a buscar a los oficiales, ellos se encargaron de sacarlo de ahí, nos pidieron que nos hiciéramos a un lado", dijo el joven. En el momento del hallazgo estaba junto a Juan Antonio, el hermano a quien la policía golpeó primero y por quien Luis pretendió interceder, antes de que lo mataran de un disparo de 9 milímetros.



En el pueblo quedó la yegua de Luis, la Lulú. Él se bajó por última vez de su lomo ese viernes, para defender a su hermano de la golpiza que le estaban dando los policías. Parece que se asustó con los tiros y se fue. Romero partícipó de la búsqueda desde el primer día, haciendo de nexo con las autoridades, otros medios y pidiéndo los elementos que se necesitaban: machetes para meterse en el monte, alcohol en gel, botas, agua, repelente, sillas y una carpa. Cuando la fiscalía y la justicia ordenaron la búsqueda definitiva, también estuvo en el lugar.



Unos 300 organismos de derechos humanos habían exigido su aparición con vida, y luego se pronunciaron para que haya justicia , que no haya nunca más una desaparición forzada seguida de muerte como la de Luis. También lo hizo Amnistía Internacional, que pidió una “investigación exhaustiva, imparcial e independiente” porque  “la gravedad de la naturaleza de los hechos ocurridos obliga a las autoridades a cumplir con su deber de garantizar los derechos de la familia de Luis Espinoza a la verdad, la justicia y la reparación”. 

El reclamo de los vecinos para que los asesinos "no salgan más" se condice con el delito imputado a los nueve policías, el más grave del Código Penal: desaparición forzada agravada haber sido seguida de muerte.