"Me deprime lo de la pandemia". Pilar Gamboa lo dice varias veces durante la charla telefónica con Página/12. De fondo se oyen los llantitos y gemidos de Manuel, su primer hijo, que tuvo con el director y dramaturgo Ignacio Sánchez Mestre. Un auténtico pandemial nacido el 29 de marzo. No lo conoce "ni el loro". Sus abuelos lo vieron a través del vidrio de un auto. La versátil actriz de televisión, cine y teatro no oculta una sensación que tal vez sea la de muchos: la angustia que le produce el escenario de la "nueva normalidad".

Es que al principio la cuarentena podía tener "algo de adrenalina, como siempre tienen las cosas extrañas y nuevas", expresa Gamboa, que también remarca con insistencia que habla desde un lugar privilegiado. "Ahora que se extendió mucho se pone más oscura la movida", concluye. Se reconoce incapaz de mirar con luminosidad, como sí pueden otros, el momento actual. Y aunque es justamente Manuel quien da luz al instante, también reconoce que fue "una situación un poco demoledora" traer un hijo al mundo en medio de una pandemia.

--¿Qué es lo que te deprime de esta situación?

--Me deprime por completo que el paradigma que cambie sea el de no abrazarse. No poder ver a mi vieja y que nadie haya podido ver a Manuel. Quiero ir a tomar un café, juntarme, soy una persona social. Laburé toda la vida, soy de la que sale, se toma el subte, vuelve. Disfruto mucho de ver a mis amigos. Mi manera de ver el mundo es el reírme con los otros y el abrazo. La nueva normalidad me parece la pesadilla de lo que más me gusta de lo humano: el recital, la marcha, el pogo, el teatro, los cumpleaños, la fiesta. Justo lo que me hace feliz es la gente. El contacto físico. Cuando hablan de nueva normalidad, ¿cuál es? ¿Mi hijo va a tener escuela por Zoom? ¿No se va a poder abrazar con sus amiguitos? Dicen que el mundo no va a ser lo que era. ¿Justo lo mejor del mundo no va a ser lo que era? ¡Cambien la bosta! Quiero que salga la vacuna. Leo sobre los avances de la ciencia. Tenemos que estar diciendo “vacuna, vacuna”, no "ya no vamos a ser los que éramos en relación a lo afectivo”. ¿Cómo que no? ¿Están locos? ¡No se va a sostener esto! La gente no va a poder vivir sin verse. En un momento el miedo empieza a ser a no ver a los que querés más que el miedo a la muerte. El miedo a marchitarte. ¿Por qué se acepta tan rápido la nueva normalidad? Además, no tengo una visión luminosa de que el capitalismo vaya a aprender.

--¿Va a reforzarse?

--Lo que aflora en estas situaciones extremas es la cantidad de gente que está del otro lado de la posibilidad. Por supuesto que el coronavirus iba a entrar a la villa. Es extraño sociológicamente: un virus de la clase alta que penetra primero en la clase baja. No va a haber manera de que el capitalismo aprenda mientras el monstruo esté vivo y funcionando. El capitalismo aprenderá cuando muera. Me acuerdo de que cuando me mostraron los canales de Venecia cristalinos, me largué a llorar. Me pareció impresionante que volvieran a salir los cisnes. Fue el único momento en que dije: "ok, la contaminación se frena, mi hijo va a nacer en un universo donde el aire esté menos contaminado". ¡Y era una fake news! Me agarré de eso porque eran los últimos días de embarazo y me parecía que tenía que estar un poco más luminosa. Fue una situación un poco demoledora en una pandemia traer a un ser humano.

--Y a todo esto, el teatro se mudó a la virtualidad.

--Soy fanática del teatro. Imaginate lo que me deprime la cuarentena. No voy a hacer teatro por Zoom. El ensayo es una universidad sagrada. ¿Cómo vamos a ensayar? ¿Por Zoom? Me deprime. Cuando dicen "por ahí tu actividad sufre cierta modificación" me quiero matar. ¡Que salga la vacuna, no que cambie el paradigma! Están todas las obras on line. El teatro filmado siempre me pareció una porquería. Lo interesante del teatro es el vivo. Lo único, irrepetible de esa situación. No viste esa obra, listo: no tenés manera de verla. No veo que la virtualidad enriquezca al teatro. Por ahí me cuestan más los cambios. La nueva normalidad no es teatro on line. Es una anormalidad en un tiempo de anormalidad. No deberíamos hablar de eso como posibilidad. O sí como posibilidad dentro de lo horroroso. Lo que estuvo buenísimo de que el Cervantes ponga La terquedad (obra escrita y dirigida por Rafael Spregelburd, estrenada en 2017), es que nos pagó a actores y técnicos, que estamos afuera de todo sistema.

--Tremenda la situación de los artistas en este contexto, ¿no?

--La emergencia cultural me preocupa desde siempre. Hay un círculo perverso: cuando la vocación es tan fuerte que se une con la profesión es difícil decir que no a trabajos que quizá tenés que hacer gratis. La precarización juega con la nobleza. Me ha pasado de estar en situaciones en que se me convoca y no se habla de dinero; me obligan a preguntar cuánto se paga. Pareciera que arte y dinero nunca tienen que ir de la mano. Nadie habla de dinero en general. Es de lo último que se habla. Hay un dejo de que lo vas a hacer gratis y vas a vivir igual. El artista como bohemio; el que vive igual. ¡Las tarlipes! Hay que pagar el alquiler y las cuentas. Esta situación de crisis sólo expone la precarización que viene acarreando el arte desde hace mucho tiempo.

--Una de las cosas llamativas de la cuarentena es el lugar primordial que tomó la cultura.

--Está bueno volver a valorizar la ficción. (Mariano) Llinás dijo: '¿qué mejor momento que ahora para liberar La flor (película de 2018)?' Nosotros teníamos la idea de que si no la veías en el cine no la veías. Catorce horas dura. En 15 días tenía 300 mil vistas. Fue un delirio. Me resultó interesante, pero es otro formato. Me dicen "vi La terquedad". ¿Cómo la viste? Filmada. No, no la viste. El hecho de ir al teatro tiene algo riesgoso para todos. Cuando era chica me inquietaba tener al actor tan cerca, que escupiera coronavirus (risas). En mi casa pongo pausa y voy a hacer pis. La experiencia es tener al actor haciéndote el cuentito para vos ahí. Moviendo los dedos, las manos, respirando.

--¿Cómo será el teatro del futuro?

--No me lo imagino. Bueno, butacas de por medio, más performático, ¿al aire libre? Me cuesta pensarlo así. Otra de las cosas que me fascina del teatro es el que tenés al lado. El hijo de puta que atiende el celular, el que come caramelos, la que llora. Es colectiva la experiencia. Y amuchada, de a muchos. No quiero pensar en otro teatro con distanciamiento social. Tampoco sé cómo se va a filmar. Me parece un mundo horrible, redesangelado.

--Teniendo en cuenta que sos una persona que se apoya tanto en los afectos, ¿cómo vivís la maternidad en la pandemia?

--Mi papá y mi mamá, que son de riesgo, conocieron a mi hijo a través del vidrio del auto. Es muy triste. Me dio un miedo aterrador esa situación. Mi mamá lloraba. Mi papá es más duro. Mi mamá no puede agarrar a su nieto. Tiene 75 años. Estamos esperando para dentro de un año... pero un año en la vida de una persona de 75 es un montón de tiempo. Pobrecito Manuel. Se está perdiendo de dormir la siesta en las tetas de mi mamá. Es algo que la vi hacer con mis sobrinas. Hay una cuarentena obligatoria cuando nace un bebé, pero no con tu vieja. Zafamos de la cantidad de familiares, de esas visitas; todo eso bárbaro. Pero quiero que él esté escuchando las voces que vamos a escuchar toda la vida, si podemos. Las de mis amigos. Que lo vean, lo conozcan. Es una situación enorme la de tener un hijo. Esto es un delirio. Prefiero pensar que va a pasar. Si esta es la nueva normalidad peguémonos un tiro.

--¿Fue muy difícil llevar este primer mes y medio sin red, sin ayuda?

--Tengo una red de amigos impresionante. Me dicen: "te va a llegar un Glovo", bajo y es una tortilla de papas. Es gente que nos salva la vida. Qué locura, los amo. El primer mes es difícil. Las hormonas que tenías en el embarazo no las tenés más, tenés que aprender a dar la teta, él a tomarla. Que te baja la leche, que no te baja, que te duelen los pezones, se agrietaron, que te agarró, no te agarró, que está adelgazando, ponele el chupete, sacáselo. Llorás un montón: eso me pasó a mí. Tengo una puericultora que me salvó la vida por videollamada. Hay videos en YouTube sobre cómo ordeñarse. Es salvaje. Tengo la sensación de que se habla poco sobre esto. Ves las estrellas. Después salís del baño y un niño llora y no sabés por qué. Ahora empieza una especie de calma porque empezás a conocerlo. Pienso en la actuación: el mundo del bebé es presente puro. No podés especular mucho. Lo que creés que va a funcionar un día funciona y al siguiente no. Casi como un ensayo. Un día salís recontenta, estuvo rebueno, la rompimos. Al día siguiente lo querés repetir y es una bosta. Manuel llora con una verdad... al instante se le pasó y está haciendo una mueca de risa, con la misma verdad con que lloraba, sin pasaje. La actuación debería ser eso. Lo que propone un bebé. El presente puro de la cosa. Durante la cuarentena pensé en una frase de La terquedad: "El tiempo nunca marcha hacia adelante. Eso es un mito. El tiempo sólo sabe girar en círculos". Pienso cosas para cuando vuelva a actuar. La actuación es una partitura que uno tiene que ocultar que sabe. El acto de magia ocurre como le ocurre a un bebé que llora con verdad y se ríe con verdad y no viste el traspaso. No viste el osito.

--Hiciste Petróleo (obra del grupo Piel de Lava, estrenada en 2018) con panza de hasta siete meses. Adaptaste al Carli a tu aspecto. ¿Cómo fue eso?

--Hasta el octavo mes, y adapté al Carli a ser gordo. Nosotras nos sacamos las tetas con unos chalecos que se llaman binders, que usan las trans. Quedaba rebueno: sin tetas y con panza. ¿Sabés como la conocés? La de vino y birra, piernas flacas y panza. Al Carli le quedaba bien ser un gordo bulinero. Empezamos a descubrir cosas muy graciosas con las chicas. ¡Me da una nostalgia! ¡Unas ganas de hacerla! En un momento Montoyita (Laura Paredes) me decía "¿por qué no te callás la boca, gordito?" y yo me volvía loco. Hice Petróleo toda la temporada pasada embarazada. Fue espectacular. No me pasaron grandes cosas… no estaba en el escenario conectando con Manuel. Me olvidaba de que estaba embarazada. Era un peligro. Me decían "guarda con la panza ahí", y yo tipo, "¿dónde? No, la tengo recontrolada". Y ni me acordaba. El embarazo es impresionante de flashero. La pasé bárbaro. Muy empoderado. En el mes siete en algunas funciones lo empecé a sentir. Cuando actuaba estaba siempre retranquilito, pero cuando Palladino (Elisa Carricajo) vuelve de arreglar el generador con el pulóver amarillo y todos lo miramos, se movía siempre. En todas las funciones. Se ve que era el momento en que yo me quedaba más quieta y aparecía. Lo incorporé al Carli alguna vez que lloraba desconsoladamente. Probé hablarle como el Carli, a ver si se calmaba. ¡Una psicosis familiar! Me mira con los ojos gigantes que tiene como dicendo "esa voz la conozco". Es rarísimo todo. Se gestó con el Carli. Va a ser un machirulo.

--En su momento contaste que creías que tu hije sería nena, pero que el Carli presentía que iba a ser varón. ¿Cómo era eso?

--Te juro. Estaba convencida de que iba a ser nena, nivel 100. Todos me decían "la intuición materna no falla". Ya arranqué como el ojete. Cuando estaba haciendo el Carli pensaba en él y decía "vamos genio". Antes de actuar le tiraba una onda a Manuel. Era impresionante estar actuando con eso adentro. Hasta que lo olvidaba le hacía un arengue carliano, y lo pensaba en términos de varón. "Qué loco", pensaba. Dije genio, maestro, capo. Después salía y decía, no, para mí es nena. Cuando me llegó el dato de que era varón dije tipo, ay, claro, pero ¿qué ibas a tener? Era obvio. Ahora hay que deconstruirlo para que no sea como el Carli.

Actriz a tiempo completo

Pilar Gamboa nació en Buenos Aires en 1980. Se formó con Alejandro Catalán, Cristian Drut y Ricardo Bartís, entre otros. Es considerada de las mejores actrices de su generación. Aunque en más de una ocasión ha reconocido su profundo amor por el teatro, también tiene una carrera prolífica en cine. Actuó en unas 15 películas, entre ellas El incendio, de Juan Schnitman; Música en espera, de Hernán Goldfrid; y Recreo, de Hernán Guerschuny y Jazmín Stuart. En TV tuvo momentos de mucha exposición. Se hizo conocida con Los únicos y se la vio en programas como Para vestir santos y Farsantes. Con su grupo de amigas íntimas (Laura Paredes, Elisa Carricajo, Valeria Correa) conforman desde hace más de 15 años el destacado grupo teatral Piel de Lava. Todas ellas protagonizan La flor, película de Mariano Llinás. Siempre trabajaron en el circuito independiente hasta que el oficial las convocó. En el Teatro Sarmiento, después de una retrospectiva, crearon la original Petróleo, éxito de público que tuvo también funciones en el Metropolitan Sura. Gamboa actuó en muchísimos espectáculos, entre ellos El pasado es un animal grotesco, El tiempo todo entero y La terquedad.

Como actriz invitada, Gamboa aparece en dos series de estreno reciente, muy distintas: Casi feliz, comedia escrita y protagonizada por Sebastián Wainraich (Netflix) y Manual de supervivencia, dirigida por Victoria Galardi y protagonizada por Esteban Bigliardi, primera serie original de Movistar producida en la Argentina. "Es lindo que te inviten a jugar", dice respecto del formato de sus intervenciones, en cada uno de los casos en un capítulo, y también resalta "el auge de las series", más cercanas al cine que a la televisión. En Casi feliz encarna a una "freak", amiga de la infancia del protagonista que irrumpe con un pedido muy particular, para la que compuso "actuación a la vieja usanza, más teatral". Manual... es muy "sensible y sutil", la historia de un abogado que decide dejar su profesión para abocarse a la actuación. La autobiografía de Bigliardi se cuela en el guion. El y Gamboa son muy amigos. En su momento formaron parte de la Compañía El Silencio. "Esta serie exigía un poquito más. Me parece hermosa. Volver a actuar con Esteban después de tantos años fue emocionante. El capítulo me gustaba mucho", cuenta Gamboa, que interpreta a la hermana de Esteban --así se llama, también, el personaje-- en un tramo muy emotivo de la historia. En la vida real, la actriz conoció a Bigliardi cuando él había dejado la abogacía y ella todavía trabajaba en el serviclub de una estación de servicio. "Si suena el despertador a la mañana y te largás a llorar hay que buscar otro trabajo", le dijo él una vez. "Fue un empujón en mi vida. Fue una de las personas más importantes en ese momento", expresa Gamboa. Es que después de eso se sumergió de lleno en la actuación, y no paró.