“¿Qué sentido tiene un riff pentatónico luego de Jimmy Page y Ruben Rada? ¿Cuál una armonía y partes después del pop amorfo y sensual del siglo XXI, o un gesto rebelde, cuando los guachos del trap se tatúan la cara? Todas las respuestas a las preguntas que se hace Martín Buscaglia contestan el título de su nuevo disco: Basta de música. Una afrenta. Una osadía minimal. Un decir austero cuando se tiene mucho para decir, tras diez años de no publicar como solista “¿A qué quise apuntar con el título? A la diana”, sigue él, en trance dialéctico. “Quiero decir que el título de un disco no funciona como el de una canción o un poema, más bien debe ser un poema en sí mismo. También espero que sea un oxímoron, en cuanto a lo que contiene”, intenta explicar este músico clave del Uruguay. El hombre orquesta, que le dicen, por su versatilidad para combinar estéticas, instrumentos y pareceres musicales en sí, y salir airoso en los intentos. “También quise referir con Basta de música a la obesidad insana de música generada en estos tiempos”.

-¿Podrías explayarte en esto? Parece intenso…

-Es que parecería que hoy se hace música porque se puede y no porque se debe. Además, en estos días inéditos que vivimos, el título tomó un cariz premonitorio, lo cual obviamente lo tomo como un buen augurio. Las cosas a las que imbuimos de poder nos escuchan, nos miran tan fijamente como nosotros a ellas. Por ende, los discos, los libros y los films nos escuchan, y así fue siempre. Si elegís uno al azar, probablemente te diga las palabras que estabas necesitando. Entonces, todo disco será I Ching o no tendrá razón de ser.

Que el hijo del poeta Horacio Buscaglia no haya publicado disco alguno desde 2010 no implica ostracismo, ni parate. Por contrario, dedicó toda la segunda década del siglo XXI a entreverarse en intrépidos trabajos con Antolín y Kiko Veneno, otro locos de su estirpe (Experiencias musicales, 2015; El pimiento indomable, 2012); conducir el programa radial La casa del transformador; dirigir la agrupación de música y teatro para niños Cantacuentos; publicar Mojos, antología poética de su padre; componer músicas para teatro y cine; telonear a Paul McCartney en el Centenario; o seguirle viajes a Yusa, Mandrake Wolf y Fernando Cabrera, entre otros y otras. “En estos diez años lo único que no hice fue publicar un disco solista”, se ríe. “Hice muchísima música y se dieron un montón de dúos con los que hicimos giras, conciertos, discos... y como en todas esas situaciones tenés que dar no 'lo mejor' de vos, sino lo necesario de vos”.

-¿Cuán diferente, o no, te resulta Basta de música respecto de Temporada de conejos, tu anterior disco solista?

-Que el nuevo no continúa en donde dejé… jamás se me ocurrió vomitar un camión de músicas acumuladas. Toda esa musicalidad la fui depositando en los diferentes proyectos que comenté antes. Las canciones del disco nuevo tienen dos años de añejas, no más. Temporada… en realidad, cierra una trilogía con Plácido domingo y El evangelio según mi jardinero. En este disco nuevo, en cambio, toco básicamente percusiones y piano, y la mayoría de los instrumentos están tocados como percu. Las voces, en tanto, están enfocadas desde la óptica de los pigmeos, las voces búlgaras o el clube da esquina.

-Lo que se percibe tras un par de escuchas es una tendencia al minimalismo musical, al “menos es más”. ¿Motivos?

-Estos son tiempos en los que mucho quedó atrás: post-rock, post-canción, post-tecno, post-música... Y me pareció natural tocar un montón de instrumentos imaginarios. Acumulada tanta música en nuestras membranas, ya no es necesario, por ejemplo, que toque el bajo en algunos temas. Tu oído se lo imagina y llena ese espacio, pero de un modo más ecológico para tu espíritu, porque no está sonando nada en el plano de la vida real. Todo está más implícito que nunca.

-Uno de los ejemplos claros de esto es “Para vencer”.

-Y sí… es de ese tipo de temas que cuando surgen son una bendición. Dura dos minutos y medio y lo compuse en… dos minutos y medio. No significa que de la nada te caiga un rayo, sino que venís rumiando ensueños recurrentes y generando ahí una estética, luego solo se trata de encontrar un instrumento en el momento propicio. Es más, cuando salió este tema en formato video muchos me hicieron referencia al aura tanto de mi viejo como de mi madre, Nancy, que también es música, y figura pionera de la expresión corporal y la canción para niños acá en Uruguay. Es casi imposible salir con ella por la ciudad y que no la pare gente emocionada a cada rato a expresarle su afecto.

-O paraba. Ahora el Plata y el mundo están en cuarentena.

-A raíz de la salida del disco, recibí cientos de mensajes. Uno de ellos me decía: “¡Qué buena estrategia sacar el disco justo ahora en cuarentena!” A lo cual le contesté: “Sí, tuve que irme a Wuhan a preparar sopa de murciélago, pero valió la pena.”