Desde la primera escena de Muertos para mí, está claro que nada estará facilitado en esta serie sobre una mujer, Jen, que acaba de enviudar y consagró su energía a saber quién atropelló a su marido por la calle. En un grupo de autoayuda para atravesar el duelo conocerá a Judy, que perdió varios embarazos, y comenzarán una amistad reparadora, donde la confianza y el disfrute mutuo armarán una nueva cotidianidad.

Un vínculo intenso, capaz de atravesar todo lo demás. Aunque lo que deban sortear parezca --o sea-- imperdonable. Ideada por Liz Feldman, esta comedia dramática y negrísima hace de esa amistad un eje inclaudicable. Entre los muchos atributos de Muertos para mí, uno es la desacralización de un vínculo siempre puesto en segundo plano, pero también en el terreno de lo terso y lo ideal. Ser amigas es difícil y apasionante. Las hace vulnerables, pero también las fortalece, aunque parezca paradójico.   

Las actuaciones de Christina Applegate como Jen Harding y Linda Cardellini como Judy Hale son el sostén de una trama sin concesiones: no hay un instante en que ceda a la tentación de dejar una puerta abierta para la salida cómoda. Este rasgo, habitar la fatalidad, es acentuado en la segunda temporada. Actuar en condiciones difíciles es lo que les toca a estas mujeres, una madre de familia que deja su cuerpo en sostener las apariencias y una dulce profesora de plástica que hubiera querido ser madre, pero no pudo. 

La voz feminista se encarna en el personaje de Jen, sin discursos ni moralejas. Se trata de una marca que una y otra vez aparecerá en lo cotidiano, en las frases destinadas a sus hijos, en las (pocas) elecciones posibles. 

Son dos temporadas de 10 capítulos cortos que no dan respiro, en los que la hipocresía de la sociedad estadounidense se va mostrando por pinceladas, hasta dejarse ver en perspectiva, como un cuadro impresionista. Nada es lo que parece. Nadie está a salvo en la jungla de un capitalismo financiero. Personajes de gran complejidad, con matices, afrontan lo inesperado desde sus heridas. No hay atajos: sólo queda vivir. El final de la excelente segunda temporada deja la puerta abierta a nuevas perplejidades. 

Muertos para mí, dos temporadas, disponible en Netflix.