En tiempos de aislamiento, la añoranza del encuentro con otros se expande, y llega incluso hasta el deseo de reflotar viejas pasiones y amistades. De esa pulsión coyuntural parte Amor de cuarentena, el nuevo trabajo artístico que encaran en conjunto Santiago Loza y Guillermo Cacace, y que se activa desde este miércoles 10 para quien quiera sumarse a la fantasía de un romance virtual.

La iniciativa surgió, precisamente, durante la cuarentena. “El productor uruguayo Ignacio Fumero se comunicó conmigo porque quería estrenar algo mío en Uruguay. Ahí me comentó que tanto él como otros habían recibido llamados de sus ex en este tiempo, y le parecía una buena idea hacer una serie de audios sobre un ex amor que vuelve. Al principio dudé en hacerlo, pero después dije que sí y durante veinte días fui escribiendo un mensaje por día”, cuenta Loza sobre el proyecto que destinará parte de lo recaudado a la Casa del Teatro, y que ya se estrenó en Uruguay y Ecuador y llegará también a Chile, España, Paraguay y Alemania.

Dolores Fonzi, Jorge Marrale, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia y Camila Sosa Villada son los elegidos para construir a través de su voz la trama de quien decide contactar a una ex pareja. Y el espectador, o más bien oyente, destinatario de esos mensajes, recibirá por WhatsApp un audio del intérprete elegido durante catorce días. Como esos amores que sólo duran un verano.

“El texto siempre es el mismo, y no se menciona específicamente la cuarentena. Tampoco tiene una marca genérica, por lo cual puede ser interpretado por distintas personas. Y entonces lo que hacen los espectadores es elegir un camino, porque cada actor le pone algo propio y puede realizar ligeras modificaciones y agregar canciones, fotos y recuerdos”, anticipa el dramaturgo y guionista que describe a la propuesta como una “obra sonora y audiovisual”. “Tuve la idea de que el texto fuera como un pequeño juguete actoral. Y es también una suerte de correspondencia que trabaja sobre el mensaje de audio con cierta intimidad. Escribí este material con la impronta medio desprolija que tienen los audios, para que quien habla pudiera recuperar esa espontaneidad”.

Guillermo Cacace también se incorporó a través del productor Fumero a lo que significa, en su caso, el tercer trabajo que comparte con Loza, luego de El mar de noche (2017) y La enamorada (2019). “Me entusiasmé enseguida”, asegura el director y maestro de actores a propósito de su participación en la dirección no sólo de la producción argentina, sino también de la española.

“Esto no es teatro”, advierte. “Amor de cuarentena es una experiencia que propone un juego de roles. Y nosotros necesitamos que quien accede a Alternativa Teatral , compra la entrada y elige con quién hacer el recorrido, se coloque en el lugar de un actor y no de un oyente pasivo, porque en la escucha hay una actividad de imaginación. La idea es que todos los días se genere un ritual, como si se fuera a ver una novela o a escuchar un radioteatro. Y me gustaría que cuando llegue el mensaje, la gente se ponga unos auriculares, vaya a un lugar de su casa y, por qué no, se lleve una copa de vino”.

-De la virtualidad se suele objetar la ausencia de lo corporal, pero en este proyecto lo central es precisamente una voz, y ahí también hay corporalidad.

Santiago Loza: -Por supuesto. Se discute mucho eso en este tiempo y hay como un pensamiento fúnebre de que el cuerpo no está presente. El cuerpo también es una voz que proyecta. Y acá hay un espacio imaginario que se arma en la cabeza del que escucha, y hay cierta exploración sensorial que tiene lo sonoro y que a mí me interesa.

Guillermo Cacace: -Hay un malentendido que en este momento está en alza respecto del debate sobre la ausencia del cuerpo. La proximidad potencia la presencia, pero no es una condición para que ella exista. Cuántas veces pasa que estamos frente a alguien y pensamos: “esta persona no está acá. Dejó su cara y se fue hace media hora”. Y lo mismo pasa en muchos planos. Hay muchos cuerpos que se ausentan aun estando en presencia.

-¿De qué manera trabajaste con cada artista, dado que tuviste que dirigir a distancia?

G. C.: - Yo quería que cada voz fuese la representante de una subjetividad completamente distinta, y que pusiese en juego esa diferencia; entonces estimulé de alguna manera esas particularidades. Y trabajé también para que fueran voces situadas. Para eso, en una primera etapa de ensayos le mandaba a cada actriz y actor fotos y canciones, para generar el universo que diera consistencia a esa voz particular en relación a los textos escritos. Quería producir una intersección entre el mundo de Loza y la particularidad de estos actores. Y no fue difícil trabajar a distancia y cargarlos de estímulos y de disparadores sensibles. Con cada uno tuve una instancia de encuentro no presencial, pero sí de diálogo, a través de charlas telefónicas o por Zoom, donde definimos el registro de la actuación, y ahí pusimos en juego que la forma de hablar no fuera muy cotidiana ni televisiva, porque de esa manera negaría la poesía del texto de Santiago. En ese sentido, no quería negar esos giros poéticos, pero tampoco celebrarlos, porque de esa manera el mensaje podía parecer algo solemne.

-Además, los audios que se envían a través del celular se caracterizan por su improvisación.

G. C.: -Sí, pero de todas formas no quería que los mensajes fueran completamente tomados por esa cosa de improvisación, porque una de las pulseadas fuertes que me motivaron para hacer este proyecto fue poder introducir un giro en un medio de comunicación tan hostil, sórdido y ligado a los modos de vida más automatizados que tenemos como es el celular. Y que allí donde se transportan íconos e información se pudiese transportar un hecho poético. La experiencia resultó muy divertida y muy ardua a la vez, porque en cualquier momento del día el grupo de los cinco actores me mandaba audios, a los que yo contestaba indicando ajustes o reflexiones. Sbaraglia me mandaba audios a las cinco de la mañana (risas). Después, Francisco Castro Pizzo fue el encargado de realizar un trabajo muy fino y minucioso de limpieza y edición de los audios.

-¿Y cómo fue el proceso de construcción de este texto que se ubica por fuera de una dramaturgia tradicional?

S. L.: -Yo tenía como premisa no hacer referencia directa a lo que está sucediendo con la pandemia, pero sí que eso se filtrara en el clima del material, para que hubiera una suspensión temporal. Y otro objetivo fue permitirme cierta desmesura emocional en la escritura, y dejar ahí la huella de lo imperfecto y no hacer tanta corrección. Al mismo tiempo, también pensé en el tiempo de concentración que tiene quien escucha un mensaje de audio, entonces trabajé en acortar y sintetizar el texto.

-¿Había trabajado anteriormente en un proyecto de características similares?

S. L.: -Nunca había escrito para este soporte, pero siempre me dio curiosidad explorar WhatsApp, y cómo a través de ese medio la gente habla sola de forma pública, se aísla y monologa. El monólogo es algo que vengo explorando y me sigue interrogando desde hace tiempo, y en este caso hay algo de eso, como si fuera una suerte de folletín con una única voz que habla, porque en esta experiencia no se interactúa.

-¿Cómo se produjo la convocatoria de los artistas que participan?

G. C.: -Cuando decidí los nombres del elenco en charlas con la producción, lo hice pensando en que estas voces y estos cuerpos tuviesen alguna historia con el público previa a este proyecto, para que en algún lugar del imaginario de la gente se los conozca. Porque me da la impresión de que los actores más populares que tienen un recorrido masivo son más familiares. Me pareció que reencontrarse con estas figuras iba a generar una curiosidad y un deseo en el público. Y la idea era también que fueran representativos de un amplio espectro de posibilidades a nivel de género y de la calidad de sus voces. En el caso de Camila, si bien no es una artista masiva sus novelas tienen una llegada muy interesante, y contar con su presencia nos sitúa en el terreno de lo inclusivo y de las situaciones más disidentes en términos de actuación.

-¿Por qué este contexto parece propicio para que antiguas amistades e incluso ex parejas vuelvan a aparecer?

S. L.: -Supongo que es porque cuando hay temor ante un peligro está la necesidad de amparo y de volver a los afectos. Esto es lo que me pareció lindo de este proyecto. Yo sé que los primeros días de la cuarentena se transmitían por mensajes de audio muchas noticias horrorosas, entonces me parecía linda la idea de enviar un mensaje amable. Estos son períodos extraordinarios donde se recurre a lo mejor, como cuando la gente hace un balance a fin de año. Y en este tiempo algunos vínculos se han afianzado, se hacen más cotidianos y necesarios, y otros se ponen más distantes o toman otro color. Y creo que la ficción puede dar cuenta de eso.

G. C.: -Hace bastantes años que nos vienen robando el tiempo, y cuando eso ocurre quedamos alienados y sólo podemos resolver, producir, estar hiperconectados y responder a una cantidad descomunal de información que transporta datos fríos. Pero de repente sucede que hoy sí tenemos tiempo, aunque no lo hayamos elegido, y eso reaviva una sensibilidad que convoca a los otros, que desanestesia el cuerpo y que hace que aparezca la libido que se había enfriado y la posibilidad de conectar con el deseo.

* Las entradas pueden adquirirse en la web de Alternativa Teatral . Las “funciones” comienzan los miércoles y los sábados.

 

Crear en la pandemia

Mientras la máquina teatral sigue detenida por tiempo indeterminado, Loza y Cacace son parte de esa camada artística que busca redoblar la apuesta creativa para encontrar en otros lenguajes el modo de seguir imaginando mundos. “Estamos en una situación absolutamente adversa, y tratamos de pensar qué acciones se pueden tomar para este momento, hasta que nos encontremos”, señala el dramaturgo. “Si Shakespeare escribía las monstruosidades que escribía en medio de las pandemias del siglo XVII, nosotros mucho más humildemente tenemos que poder arrimar el bochín generando alguna jugada artística que invite a otros a participar de eso”, apunta por su lado el director.

-Se debate mucho en torno a las nuevas modalidades de hacer teatro que se impusieron con la pandemia, como el teatro online. ¿Esos formatos llegaron para quedarse?

S. L.: -Siento que hay mucha necesidad de sentar una posición frente a eso y hacer un poco de futurología. Y yo soy más cauto. Por un lado, me parece que el teatro tradicional venía sosteniendo desde antes algunas formas híbridas, y se hacían obras por streaming o por webcam. Creo que eso ya estaba sucediendo. Y hoy no podemos esperar a trabajar con lo expresivo hasta que vuelva el teatro cuerpo a cuerpo. El teatro va a seguir de la forma que sea porque la necesidad de expresarse sigue estando, y decretar su muerte en este momento es no permitir un camino para los que vengan. Lo que está pasando en términos de realidad supera cualquier fantasía, y eso va a tener que ser contado.

G. C.: -Creo, en principio, que el teatro online no existe. Eso no es teatro. Es otra cosa. Tenemos que hacer un esfuerzo por no querer ponerle inmediatamente nombres a las cosas. Acá se trata de buscar una alternativa que no tiene ningún nombre, y hay que hacer la experiencia. La actuación tiene una potencialidad de habitar territorios distintos que hoy tenemos la oportunidad de empezar a investigar, y que yo desearía que lleguen para quedarse. No creo que nada de lo que se está inventando hoy para sostener la posibilidad de reunirnos a producir artísticamente compita con el teatro. Es un miedo estúpido pensar que la gente no va a querer salir de su casa, porque ni siquiera ver una película en Netflix se puede comparar con ir al cine. De la misma manera, los formatos alternativos no van a reemplazar la actividad teatral. El problema no es el streaming, sino los modos de vida que impone el neoliberalismo y que nos inhiben de salir a encontrarnos. Por eso recuperar la presencia ya era algo importante antes de la pandemia. El deterioro del lazo social no se lo podemos endilgar a este contexto. Hoy estamos aislados por una cuestión de salud, y me parece reaccionario pensar en una insubordinación a la cuarentena, pero el punto es que cuando esto pase va a haber que armar protocolos de presencia, para estar de nuevo juntos.