Una locutora en estado de histeria por la pandemia le pide al gobierno que, frente a la pandemia, no tome decisiones como ella está haciendo su programa: con histeria y angustia. Mauricio Macri firmó una nota porque la pandemia “pone en peligro la democracia”, y cuando fue presidente sin pandemia armó una mesa judicial para manipular a la justicia y una inmensa red de espionaje para espiar a todo el mundo. Uno se pregunta si esta gente se mira en el espejo.

La oposición que empezó la cuarentena de capa caída por el inmenso respaldo de la sociedad a la decisión de Alberto Fernández de anticiparse a la difusión del virus, ahora salió con los tapones de punta para capitalizar el cansancio que inevitablemente ocasiona el largo periodo de aislamiento.

En vez de dejarse llevar por estas presiones histéricas algunas, interesadas otras, el gobierno reaccionó con el criterio de responsabilidad que le impone la cantidad de camas de internación ocupadas. En el tiempo que duró la carentena, la provincia de Buenos Aires duplicó la cantidad de camas. En este momento tiene la mitad ocupadas. Quiere decir que sin cuarentena, ya se habría desbordado y los médicos estarían decidiendo quién vive y quién no y los cuerpos se acumularían en los pasillos de los hospitales.

Igual es una decisión difícil porque el aislamiento ya se ha extendido casi cien días y a muchos la parálisis económica los ha perjudicado en gran medida. Pero la experiencia demostró que cuando se flexibilizó el aislamiento en medio de la pandemia, creció rápidamente la cantidad de infectados y muertos, pero los comercios que abrieron no tuvieron clientes.

La gente no compra más que lo indispensable, alimentos y medicinas. Todo lo demás queda relegado hasta que se aleje el peligro de contagio. Abrir o cerrar un negocio da lo mismo en una ciudad desvelada por las sirenas de las ambulancias y la multiplicación de los contagios que quitan las ganas de salir a la calle.

Después de la experiencia de gestión desastrosa que hizo el macrismo ahora tratan de pontificar con aires de superioridad para hablar de cuarentenas administradas en forma multidisciplinaria por horarios, edades y locaciones para evitar el cierre total de los comercios y el agotamiento sicológico de los aislados.

Es la nueva sanata pseudocientífica de la epidemia. Hasta algunos votantes de Fernández se contagian de esta erudición sanitaria de café para despreciar la única medida que demostró resultados positivos en la práctica.

Las cuarentenas administradas en ciudades grandes funcionaron a la salida de la enfermedad y no en su punto álgido. Cualquier apertura en este momento provocaría la saturación del sistema sanitario en pocos días y el consecuente salto de la cantidad de muertos.

La locutora histérica no entiende que tiene una enorme responsabilidad como comunicadora. No puede dejarse llevar por sus nervios porque en la sociedad efectivamente hay mucho cansancio y desesperación por la cuarentena y es muy difícil racionalizar el esfuerzo para mantenerla durante otra quincena. Dejarse llevar por la histeria para promover la apertura de actividades en la CABA y el Conurbano, es criminal.

La sanata de la cuarentena administrada aparece como supuesta oposición científica a la cuarentena “barbárica” que aplican los populistas.

No es una discusión técnica porque los dirigentes de la oposición que tienen responsabilidad de gestión, como los intendentes de CABA o de Mar del Plata, coinciden con el oficialismo. Saben que, si en sus distritos relajan ahora las medidas de aislamiento, la epidemia haría estragos y los negocios igual no funcionarían.

Como siempre en estos casos, se trata de presentar una estupidez suprema como si fuera una genialidad que los ignorantes no pueden ver. Así metieron a Macri en la Rosada.

Sin cuarentena los muertos e infectados son diez veces más que donde se aplicó. Al final de todo, el único premio a tanto esfuerzo será no haberse infectado y estar vivo. Muchos llegarán con el último resto, con el negocio cerrado y algunos sin posibilidad de reintentarlo

Pero en el mundo ha quedado demostrado en forma palmaria, indiscutible y evidente que el problema de la economía no es la cuarentena sino la pandemia. Sin cuarentena o con ella, si hay pandemia, la economía se desplomó en todos los países que la aplicaron mucho, poquito o nada.

Los que hablan de horarios y administrar y bla-bla-bla para salvar la caída de la economía, lo que hacen es preparar el terreno para capitalizar la bronca que habrá después de la tormenta. A la salida muchos notarán que la única diferencia será su negocio o comercio quebrado o el trabajo perdido. Total, estaban vivos antes y estarán vivos después, lo que es más difícil de valorar.

Por ese camino de pescar a río revuelto se lanzó una parte de la oposición que trata de presentar a la cuarentena como un rasgo de cesarismo albertista o cristinista. Y lo cruzan con la necesidad de expropiar Vicentín. Son dos cosas que no tienen relación pero en el relato opositor son presentadas como actos de abuso del poder.

El radicalismo PRO busca posicionarse para que el próximo candidato de la alianza conservadora provenga de sus filas y aplican una estrategia de oponerse sin debate ni concesiones a la mayoría de las iniciativas del oficialismo.

El titular del radicalismo PRO, Alfredo Cornejo, descartó las posibilidades de una nueva candidatura de Macri y cuestionó a los opositores que gestionan, como Horacio Rodríguez Larreta, porque los consideran “en la nube cultural del oficialismo”. Al jefe de Gobierno de la CABA la única salida que le quedó ha sido gestionar la epidemia y llegar hasta el final con poco desgaste.

Y Macri espera que cuanto más dure la epidemia, más tiempo tendrá la sociedad para borrar de la memoria el desastre de su gestión e instalar el relato --que ya está haciendo circular-- que lo presenta como una maravilla. Mientras perdura el recuerdo, hace apariciones furtivas.

La carta que Macri firmó esta semana con otros referentes conservadores de todo el mundo, señala que la pandemia estimuló en algunos gobiernos el arresto o silenciamiento a opositores, la deslegitimación del congreso y la presencia de "una democracia amenazada".

Macri es el menos indicado para hablar de democracia amenazada cuando hay numerosos jueces que denunciaron presiones durante su gobierno y se reveló la trama de la mesa judicial que se organizó para presionar, extorsionar, expulsar o imponer jueces según la conveniencia del Ejecutivo.

De la misma forma salió a la luz el vasto dispositivo de espionaje a políticos --incluyendo a los de su propio partido--, gremialistas, opositores, presos políticos, y empresarios que había montado su gobierno como instrumento enfermizo de control.

Toda la estructura del lawfare quedó al desnudo al igual que el conjunto de periodistas macristas que batieron el parche con las fakenews que inventaban los servicios y ahora no dicen nada de la mesa judicial ni del espionaje. Dos de ellos, Daniel Santoro y Luis Majul aparecieron promiscuamente involucrados con los servicios, pero hay muchos otros a los que el silencio los pone en evidencia.

No es el mejor momento para que Macri aproveche la pandemia y lance una advertencia sobre los problemas que podrían amenazar a la democracia cuando se empieza a demostrar que la amenaza mayor desde el fin de la dictadura fue la de su gobierno.