Ana Sicilia es hija de un obrero metalúrgico y de una ama de casa; nació y se crió en Burzaco, al sur del conurbano bonaerense, donde hizo la primaria y la secundaria. La carrera de grado la realizó en la Universidad Nacional de Quilmes, donde se recibió como comunicadora social. Hoy, además de su rol periodístico en distintos medios de comunicación, despliega su militancia para mejorar la vida de las personas que están privadas de su libertad. El método: llenar de libros los pabellones.

De chica, su vinculación con la literatura fue muy escasa ya que, según contó, la biblioteca en su casa "no era algo imprescindible"; es que tampoco tenían plata para comprar libros. Por eso, terminó sus estudios secundarios yendo en bicicleta a la Biblioteca de Adrogué, donde usaba los libros como material de estudio.

Durante los primeros años de universitaria, trabajó como moza en un restaurante, pero recién logró armar su primera biblioteca con libros que había tirado a la calle una vecina suya. “Hoy conservo mi primera biblioteca, con esos libros, en mi casa de Burzaco”, detalló la periodista. Luego de graduarse en la UNQ, vivió un año en Chile desde donde escribía su blog personal “Reinventadas”, historias de mujeres que rehicieron su vida desde el exterior.

Su primer ingreso a una unidad penitenciaria fue en octubre del 2017 cuando Julián Maradeo, periodista e investigador, la convocó para que les relatara su experiencia con la escritura a los internos que participan del espacio “El Ágora”, en la Unidad N.º 9 de La Plata.

Cuando regresó a Argentina, realizó su segunda visita a la Unidad 9 y luego comenzó a trabajar de forma permanente como tallerista en “El Ágora”. “En el segundo ingreso fue cuando generamos una empatía especial con los internos”, explicó Sicilia.

Desde ese momento, y hasta la actualidad, trabaja ad honorem como tallerista y crea bibliotecas dentro de las unidades penitenciarias: ve al libro como un método de transformación social. “Me dirán utópica, pero creo profundamente que a través de un libro los privados de su libertad puedan cambiar o reinventarse y volver mejores a la sociedad”, consideró.

La primera biblioteca la fundó en marzo de 2018, en el espacio “El Ágora”, donde no había libros para contribuir al taller de escritura que ella misma brindaba junto a Julián Maradeo. “Pedí donaciones por las redes sociales para generar una biblioteca en el taller y, de pronto, tenía más de 300 libros que la gente había donado para la primera biblioteca”, resaltó.

Luego de inaugurar la primera biblioteca, Sicilia fue invitada a participar de una actividad en la Unidad 43 de González Catán, donde los propios internos le solicitaron, frente a las autoridades, el armado de la segunda biblioteca, que quedó inaugurada en 2018 con más de 400 libros. Durante el 2019, también se creó la tercera biblioteca en el pabellón de máxima seguridad de la Unidad 43.

Con dos bibliotecas inauguradas dentro del mismo servicio penitenciario, la periodista se lanzó como tallerista encargada en ambos pabellones. "Tenía el desafío de emprender todo el trabajo sola, porque no tenían ni taller de escritura”, sostuvo.

En ese momento, su trabajo comenzó a tener mucha más repercusión dentro del ámbito carcelario y entendió que “el libro puede transformarle la forma de ver la vida a los internos, desde un lugar que, quizás, no tuvieron antes de llegar ahí”.

Con todo un trabajo ya realizado, y las donaciones, logró inaugurar la cuarta biblioteca en la Unidad 30 de General Alvear y la quinta, en la Unidad 41 de Campana. La sexta biblioteca la fundó en la Unidad 40 de Lomas de Zamora para mujeres privadas de su libertad. Esta biblioteca contó con la particularidad de que los libros fueron “especialmente elegidos” para conformar la primera biblioteca con perspectiva de género. “Pedí libros escritos por mujeres que hacen literatura, mujeres luchadoras”.

Parafraseando al Estado, Sicilia lleva adelante la conformación de sus bibliotecas con la frase “hay que empezar por los últimos, para llegar a todos”, y remarcó “hay muchos factores que van en contra de que los privados de su libertad puedan usar el libro como una herramienta de transformación social”.