Sin dudas, este 41 aniversario esta marcado por dos cuestiones: 

En primer lugar la temática, tan mediática hoy, obsesionada con el “número” de víctimas. 

El debate acerca de la dictadura, su repudio o su reivindicación solapada, la ponderación del movimiento de derechos humanos, las pasiones desatadas por el rol que tuvo el pasado dictatorial durante el kirchnerismo y el que tiene hoy, parecieran traducirse sólo en números. 

El debate político se solapa en números, el debate político se empobrece en números. 6000, 8000 o 30.000 desaparecidos no expresan un último calculo que sume a la ya viejísima lista de la Conadep, datos del estado nacional, organismos de derechos humanos, nuevos testimonios, material de todos los juicios que se vienen sustanciando en todo el país desde el 2005, investigación de equipos en Universidades nacionales. Hoy solo expresan las distintas posiciones políticas, las diferentes pasiones que despierta ese pasado, siempre revitalizado y actualizado.

Nunca sabremos la cifra exacta de detenidos desaparecidos que hoy continúan desaparecidos, porque justamente la política de genocidio implica esa imposibilidad. Secuestros nocturnos, silencio, negación y destrucción de pruebas. No hay listas, no hay confesiones, con lo cual, todo lo que tenemos ha sido fruto del trabajo artesanal y militante de miles, frente a poderes y silencios mucho mas poderosos que la energía puesta en esa reconstrucción.

Claramente 30.000 no es hoy el número de la precisión sino de una posición. Destruir ese número no busca una perfección cuantitativa sino destruir un legado de lucha, solitaria a veces, acompañada otras, de los que fueron construyendo, buscando, denunciando y nombrando lo que cada vez es un consenso mayoritario de lo que ocurrió: un genocidio. 

Genocidio que implica que la muerte sistemática –independientemente del número exacto– fue el insumo principal para transformar la Argentina. 

Quizás con algún nivel de banalizacion, podemos enumerar algunos logros de esa transformación vía la muerte de miles: una Argentina más silenciada, con más rechazo a la política, más sensible a fascinarse con dólares baratos y productos importados, más estigmatizadora siempre de pobres y morochos, menos industrial y más financiera. Una población más fácil para las propuestas de nuestro poderes económicos. 

Una Argentina con un techo más bajo, que deje de ser, con perdón del gordo Cooke, “el país maldito del subcontinente” ese país siempre molesto para los poderes locales y externos.

Esto lo vio con suma claridad al comienzo del infierno Rodolfo Walsh en su carta de 1977. 

Esa es la segunda cuestión de este aniversario. 

Los 40 años del secuestro de aquel enorme “periodista militante”, término tan vilipindeado hoy, que en su prosa escrita en el primer aniversario del golpe, ya describía y denunciaba no sólo el accionar represivo sino las motivaciones políticas y económicas de la dictadura que intentaba por las armas transformar lo que nunca podrían haber hecho por medio de elecciones.

Sin querer eludir definiciones en torno a la cuestión del número, cuya precisión tanto desvela a periodistas y dirigentes de esta etapa, propongo esta fórmula de contabilidad de víctimas: desaparecidos que aún continúan desaparecidos, sobrevivientes que pasaron por centros clandestinos de detención un día, una semana, meses o años y sobrevivieron, presos en comisaría días y meses sin causa, presos políticos, exiliados porque los mataban o porque no podían vivir en el país en que mataban a sus amigos y compañeros, hijos de exiliados que los arrancaron de su jardín de infantes o escuela primaria y tuvieron que ir de un día para otro a otro país, exiliados internos que no pudieron irse pero que tuvieron que estar escondidos y callados durante años en su lugar o en otra provincia, padres que perdieron a sus hijos, abuelos que perdieron a sus hijos y nietos, trabajadores despedidos o declarados “en prescindencia”, trabajadores silenciados y precarizados, desocupados, pequeños empresarios y comerciantes que cerraron persianas con la lluvia importadora y la caída del consumo, soldados muertos en Malvinas, soldados torturados en Malvinas por los mismos militares argentinos, padres y hermanos de ellos... 

Son millones, muchos, muchísimos más de 30.000

* Sociólogo, docente e investigador UBA y Untref.