Las construcciones arquitectónicas son uno de los puntos de atracción fundamentales que posee Turquía. Las obras siguen manteniendo los vestigios de las guerras y le aportan un encanto inigualable. En ese territorio, la ciudad emblema es Estambul, más allá de que no sea su capital, por el peso cultural que fue obteniendo a lo largo de la historia.

El sitio donde se grabó la película “El expreso de medianoche” en 1978, y donde también transcurrió la serie “Las mil y una noches”, basada en los cuentos tradicionales del Oriente Medio, tiene también un estadio de fútbol que intimida sólo por el nombre con el que se lo conoce: el infierno.

El Türk Telekom es el escenario del Galatasaray, uno de los tres clubes más reconocidos de ese país junto con el Fenerbahçe y el Besiktas. Los mitos que se mencionan alrededor de esta cancha perduran en el tiempo y se siguen agrandando. El lugar, por ese motivo, requiere la intriga y el misterio de los visitantes que se instalan en Estambul.

La excursión hacia allá fue el objetivo de cuatro periodistas argentinos, quienes en medio de un viaje se ilusionaron con conocer el Infierno, para poder percibir de cerca un paraje de esas características. 

El encuentro fue en el aeropuerto moderno de Havalimani, y el periplo se inició rápidamente. El que solía oficiar de guía, de aspecto similar a los turcos pero sin tanto desenvolvimiento con el idioma, se valía prácticamente de señas para hacerse entender, y sorpresivamente muchas veces conseguía lo que se proponía.

Cuando se encontraban en la zona del Gran Bazar, el mismo donde se inicia con una persecución en motocicleta el film "007 Operación Skyfall", en la parte europea de la ciudad, uno de los protagonistas se detuvo a dialogar con un comerciante para pedirle referencias por la cancha:

-De Argentina, pelota, fútbol, Maradona, Messi. ¿Conoce algo?

-¿Argentina?

-Sí.

-Valeria Lynch.

La sorpresa fue enorme cuando lo único que se le pudo entender fue el nombre de la cantante, quien había tenido indudablemente una buena repercusión cuando se presentó en Turquía.

El dato que tenían ahora era que había que cruzar el estrecho del Bósforo para llegar a la parte asiática, y a partir de ahí los caminos se acortarían. Turquía se encontraba en plena campaña electoral, por las últimas elecciones presidenciales, y justo ese día el candidato Recep Tayyip Erdoğan, que luego ganaría los comicios, hacía su acto de cierre del otro lado del canal.

Los viajeros no tenían esa información, y cuando bajaron del barco se encontraron con los preparativos del evento: mesas armadas a la vera del pasaje para recibir a los seguidores políticos, que serían agasajados con una cena bien abundante. Las diez cuadras que seguían a la estación fluvial eran imposibles de transitar, y había que desplazarse por la calle, con los peligrosos que eso ocasionaba.

El trayecto no conducía a ningún lugar claro, y el ambiente se empezó a caldear. Cuando se dieron cuenta que los militares habían cercado la zona, mientras el sol se escondía del otro lado de la bahía, decidieron escapar antes de que la noche los encontrara en Asia, sin destino, y con Erdoğan arriba del escenario.

El descanso sería en un hotel sin muchos brillos, con un responsable que transmitía la sensación de que hacía varios días que no pasaba por debajo de la ducha, y un color de pelo rojizo, el cual se notaba que se encontraba sostenido con invisibles. 

La madrugada no fue fácil: los rezos -son cinco por día- del Corán no duermen y aparecen entre las 3.30 y las 4.30 de la mañana. Las mezquitas llaman a los fieles por altoparlantes, y parece como una voz del más allá que envuelve la ciudad. El temor iba en aumento.

El Infierno del Galastasaray / AFP

La calle ofrecía más tarde un ruido similar a una suelta de gallinas, que corrían en busca de un alimento. La confusión se apoderaba de los periodistas que a las cinco veían salir el sol nuevamente, y continuar el sueño era imposible.

La misión de llegar al infierno seguía adelante. El improvisado guía volvió a hacer contacto con otro hombre local, en este caso el mozo de un restaurante cercano al hotel:

-Disculpe, me dijeron que saliendo por esta avenida derecho podemos llegar a la cancha de Galatasaray. ¿Es así?

-Si sigue derecho por aquí se encontrará con la zona donde se reúne la comunidad gay. Pueden ir, es divertido.

El guía abrió los ojos y se dio cuenta que no se había explicado bien. Lo que había quedado en claro fue que el mozo imaginó las preferencias sexuales de los cuatro argentinos. Y que el tiempo transcurría y el famoso estadio no podía ser ubicado. Algunos de los interesados empezaron a sentir el cansancio, bajo un calor agobiante, y fueron desistiendo de conocer el infierno. 

Lo último que se conoció de ese estadio fue en 2017: el futbolista alemán Timo Werner, del Leipzig, vivió una pesadilla en esa caldera. A los 32 minutos, víctima del ruido que retumbaba en su cabeza por el clamor del público, tuvo que irse del partido. No lo pudo soportar. Su técnico dijo luego que el jugador tuvo problemas circulatorios y respiratorios, debido al ruido, y que tuvo que ver a un especialista. Eso hubiera sido demasiado para ellos cuatro.