A esta altura, no caben dudas de que el impacto económico del coronavirus en el mundo del Deporte será devastador. Muchos son los indicadores que así lo vienen señalando desde que la pandemia frenó prácticamente todas las actividades, e incluso ahora en su leve recupero. La reactivación del fútbol europeo, del automovilismo, aunque sin público, si bien marca el inicio de la reconstrucción, también expone la nueva normalidad del deporte, que mientras dure la amenaza del Covid-19 no podrá volver a ser el mismo de antes. Aunque cueste verlo.

Un informe de la ECA, la asociación que nuclea a los grandes clubes europeos, calcula que el fútbol del Viejo Continente deberá asumir pérdidas en el orden de los 4 mil millones de euros. El informe señala las consecuencias económicas del coronavirus como un “shock sísmico” en las finanzas de los clubes europeos, que dejarán de recibir este año unos “1.600 millones de euros”, y otros 2.400 millones el año próximo”.

Mientras que en Europa se siguen analizando las oscuras consecuencias y también se ha comenzado a trabajar en los mecanismos para reconstruir la maquinaria del deporte con la idea de retornar a la “normalidad”, en los Estados Unidos, donde los números del coronavirus son una clara manifestación de las políticas sanitarias del gobierno de Trump -al momento de escribir esta nota, la cuenta daba 137 mil muertos, sobre un total de 3,29 millones de infectados-, las consecuencias económicas se presentan también demoledoras. 

De acuerdo a la publicación Economic Modeling, la estimación de las pérdidas de ganancias se calcula en 92 mil dólares por minuto. Situación que, obviamente, también tiene su repercusión en el empleo, con cerca de 1,3 millones de trabajadores del deporte que, entre suspensiones y despidos, se han quedado sin empleo. La pérdida total de ganancias, estimada en 12,3 mil millones de dólares, explican de alguna manera por qué en el país del norte se han ido flexibilizando las medidas sanitarias y fogoneando la vuelta de los deportes como la UFC, el boxeo, el automovilismo, la NBA, la MLS. Eso sí, poco se dice de las consecuencias que estas reaperturas impuestas acarrean sobre la población.

Ni siquiera las voces de los protagonistas parecen hacer ruido frente a las necesidades del negocio. Basta como ejemplo lo ocurrido en la Fórmula 1, que ya lleva dos Grandes Premios en Austria desde su retorno hace dos semanas. El británico Lewis Hamilton, ganador este domingo en el GP de Estiria, había sido uno de los primeros pilotos en alertar sobre la estrecha relación entre los negocios y el espectáculo deportivo. “El dinero manda”, se quejó antes de que la Fórmula 1 decidiera postergar la que debía ser su primer GP del 2020, en Australia. Finalmente, el regreso de la competencia hace dos semanas en Austria, sin público, dejó en claro que los negocios se imponen sobre las necesidades.

También amenaza con pérdidas millonarias los Juegos Olímpicos de Tokio, que debían comenzar en estos días y que, luego de varias idas y vueltas, y de intentos desesperados por mantenerlos en pie de parte de las autoridades del COI y del gobierno de Japón, fueron postergados para el 2021. El temor a un rebrote de coronavirus jaquea los 12,6 mil millones de dólares invertidos por los japoneses, pero peor aun amenaza las ganancias que quintuplican esa esa cifra por los ingresos previstos en turismo, llegado el caso de que también se debieran realizar en 2021 los Juegos sin público.

El deporte argentino, por supuesto, no está exento de esta crisis que es mundial, incluso a pesar de la ayuda económica que el Estado viene brindándole a miles de clubes de todo el territorio nacional. Si, por ejemplo, se toma al fútbol nacional, el problema toma una mayor magnitud. Los clubes ya cobraron buena parte de los ingresos por televisación y, por más que la flamante Liga Profesional busque renegociar sus valores por derechos de televisación, no habrá plata que alcance para morigerar el impacto negativo de la pandemia en las arcas de los clubes. Quizás el tiempo que viene, el de la llamada “nueva normalidad”, sea un tiempo necesario de replanteos, para que en el futuro el deporte, más allá de los negocios estelares, sea sustentable incluso frente a posibles nuevas crisis sanitarias. No tomar en cuenta la advertencia que el coronavirus ha puesto sobre la mesa sería, sin lugar a dudas, un grandísimo error que el deporte argentino no debe ni puede permitirse.