En 1979, el libro La torre de cubos fue prohibido por la última dictadura cívico militar. Sobre esta obra de Laura Devetach, pensada para chicos, pesaban cargos tales como “exceso de imaginación” y “falta de objetivos trascendentes”, además de acusársela por su “crítica a la organización del trabajo, la propiedad privada y el principio de autoridad”, según consta en el decreto que ordenó su censura. Fue en Santa Fe, provincia natal de la escritora, donde el decreto de prohibición se emitió primero, para luego repetirse en Buenos Aires y Mendoza y, finalmente, a nivel nacional. Casi cuatro décadas después, el gobierno de Santa Fe dejó sin efecto, también oficialmente, aquella prohibición de la dictadura, en un acto de homenaje a la autora, una de las más importantes de la literatura infantil y juvenil argentina. 

El jueves pasado, en el marco de los actos de conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el gobierno de Santa Fe dejó públicamente sin efecto la resolución de la dictadura que prohibía en toda esa provincia el libro de Devetach. Y además recomendó su lectura en los establecimientos educativos, “en un acto de desagravio y agradecimiento para la autora”. El gesto de reparación histórica seguramente no tiene efecto material concreto en la difusión de la obra de Devetach, que hasta el día de hoy sigue multiplicándose en reediciones y antologías, disfrutándose en las escuelas y en las casas, y reconociéndose como una de las fundantes para la literatura infantil de este país. El gesto es sin embargo potente a nivel simbólico: como toma de postura, ubica al Estado en un rol activo en relación a sus definiciones políticas y culturales. En tiempos en que ese mismo Estado abandona por completo la compra de libros para las escuelas, así como una cantidad de políticas de fomento al acceso a la lectura, este gesto multiplica su alcance.    

El acto administrativo que deroga la prohibición n° 480/79 es la ordenanza n° 457/17. Lleva fecha del 14 de marzo de 2017, fue impulsado por la escritora e investigadora santafesina María Luisa Miretti y tiene las firmas de las ministras de Educación y de Innovación y Cultura de la provincia, Claudia Balagué y María de los Ángeles González. Allí se afirma que la resolución de prohibición de 1979 “es un verdadero documento de pensamiento autoritario que contradice, en general y en particular, los objetivos de la Ley de Protección Integral de los Derechos de las niñas, niños y adolescentes”.

  La ceremonia en la que se anunció este acto de desagravio fue parte de la conmemoración del Día de la Memoria y tuvo lugar en la plaza 25 de Mayo de Rosario, emblema de la lucha de Madres, que todos los jueves hacen allí su ronda. La también escritora Laura Roldán, hija de la homenajeada, participó del homenaje. En el acto, en el que también estuvieron presentes miembros de organismos de derechos humanos, el gobierno provincial firmó además un acuerdo con la municipalidad de Rosario, para la elaboración compartida de propuestas educativas que irán dirigidas a estudiantes y docentes, “para fortalecer la construcción de la verdad histórica y la memoria colectiva del golpe de Estado de 1976 sucedido en nuestro país”. 

Según recuerda el Cedilij (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), de Córdoba, los cuentos que integran el libro La torre de cubos fueron en un primer momento sólo orales: la autora se los contaba a sus hijos y a los nenes que asistían a una guardería que estaba enfrente de la casa donde entonces vivía, en el Barrio Ituzaingó de esa ciudad. Córdoba es considerada “segunda cuna” para Devetach, ya que allí cursó sus estudios de Letras y continuó trabajando junto a su esposo, Gustavo Roldán, hasta que en los años de dictadura vivió una de las tantas historias de exilio interno, en su caso a Buenos Aires, donde luego se radicó. 

“Cuando la Escuela Nueva José Martí organizó un concurso literario en 1962, Devetach decidió participar recibiendo el primer premio por La planta de Bartolo”, repasa el Cedilij. “Ahí me senté y de un tirón escribí La torre de cubos. La tenía en mi cuerpo, estaba totalmente recorrida por los cuentos que había contado, los personajes ya se conocían entre sí. Con una Remington del año del perejil y con ayuda de mi marido Gustavo Roldán –porque yo nunca fui buena dactilógrafa– armé el libro”, contó Devetach. Así, en 1966, este se transformó en el primero de muchísimos libros que publicaría la autora, en una edición de autor con ilustraciones de Víctor Viano (Eudecor, 1966).

Le siguieron muchos otros, afortunadamente: Picaflores de cola roja, El hombrecito verde y su pájaro, El garbanzo peligroso, Yo ratón, entre tantos otros que hoy sigue reeditando Loqueleo. Y también cuentos y poesías para adultos, como Para que sepan de mí, que hace poco puso nuevamente en las librerías Calibroscopio. Los decretos no detienen la fuerza de las palabras, que hoy como entonces siguen rodando y contando: padres que cuentan lo que les contaron cuando fueron hijos, y así. El levantamiento oficial de la prohibición que alguna vez pesó sobre La torre de cubos (y que, por supuesto, en su momento se hizo extensiva a la obra toda de la autora) resulta, de este modo, un acto de desagravio para todas estas generaciones de lectores.