“¿Niega la matanza de judíos, el Holocausto?

–No la niego, pero le aseguro que no fueron seis millones. La historia la escriben los que ganan la guerra.” El diálogo pertenece a una entrevista que Klaus Barbie Altmann, comando SS y miembro de la Gestapo, le concedió a la revista Paris Match en mayo de 1973, cuando el “Carnicero de Lyon” todavía se encontraba en Bolivia, prófugo de la justicia francesa. Luego sería extraditado a Lyon donde en 1987 fue condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad. Cuando estaban a punto de perder la Segunda Guerra Mundial los nazis intentaron borrar todo rastro de los campos de concentración, pero la evidencia sobre las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial se volvió incontrastable, la estrategia entonces consistió en tratar de relativizar la magnitud de lo ocurrido. En Argentina ocurrió algo similar con la última dictadura. Los genocidas intentaron ocultar todas las pruebas del secuestro, detención, tortura y desaparición de miles de personas, pero cuando los hechos ya habían sido ampliamente probados buscaron al menos relativizarlos. “Nuestro presidente habla de 30.000, pero sólo fueron 8000, de los cuales 1500 bajo el gobierno de ellos [los justicialistas]”, aseguró el dictador Reynaldo Bignone en 2003 en una entrevista con la periodista francesa Marie-Monique Robin, contenida en el documental Escuadrones de la Muerte.

El intento de los nazis por borrar o relativizar los rastros del horror fue acompañado por una corriente de pensamiento que buscó reinterpretar los hechos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial para intentar demostrar que el genocidio nazi no existió o que no tuvo la dimensión proclamada. Richard Verrall, un historiador inglés, miembro de la racista y ultra derechista National Front que escribe bajo el seudónimo de Richard Harwood, es uno de los principales exponentes del negacionismo. “Es evidente que a los alemanes les era imposible tener bajo su dominio o exterminar a seis millones de judíos ni a una cifra siquiera aproximada de ellos. Dejando la Unión Soviética de lado, el número de judíos que se encontraban en los países europeos ocupados por los nazis, después de la emigración que precedió a la llegada de las tropas alemanas, sobrepasaba apenas 3 millones”, afirmó en 1974 en un panfleto titulado “¿Murieron realmente 6 millones?”, que tiene amplia difusión entre los neonazis, donde pone en duda lo ocurrido en los campos de concentración, la existencia de las cámaras de gas e incluso califica como un mito el Diario de Anna Frank.

Otro caso similar es el del negacionista británico David Irving quien en 1977 publicó “La guerra de Hitler”, un libro donde sugiere que el dictador alemán no sabía nada sobre el Holocausto, el cual en todo momento intenta relativizar al afirmar que los hechos fueron exagerados y que consistieron en crímenes individuales y no en una política sistémica. En “La negación del Holocausto” la historiadora estadounidense Deborah Lipstadt cuestionó a Irving por negar el holocausto tergiversando hechos históricos y manipulando fuentes documentales. A raíz de ello, la editora neoyorquina St Martin’s Press canceló un acuerdo que tenía con Irving para publicar una biografía de Goebbels. Entonces Irving denunció a Lipstadt por difamación en un tribunal inglés, pero en el juicio los cargos fueron desestimados. En 2006 fue condenado en Austria a tres años de prisión por negar el holocausto, un delito tipificado en el Código Penal de ese país. 

En Argentina también existe una corriente negacionista que clama por “memoria completa” y intenta relativizar los crímenes del terrorismo de Estado. Lo grave es que en los últimos tiempos esa posición ha comenzado a ser reivindicada por funcionarios públicos del gobierno de Mauricio Macri. Una de sus muletillas preferidas es que no hubo 30 mil desaparecidos sino alrededor de 8000, como decía el dictador Bignone. Lo dicen como si en Argentina no hubiese existido una dictadura que ejerció el terrorismo de Estado y luego intentó borrar todo rastro de sus atrocidades. Lo dicen como si el informe de la Conadep hubiese podido contar con toda la información sobre lo ocurrido. Lo dicen como si el universo de los crímenes no denunciados, por temor a represalias como la que sufrió el desaparecido Julio López ya en democracia, fuese algo inexistente. Lo dicen como si desconocieran que el número de los 30.000 desaparecidos ha sido siempre una estimación que se proclama como bandera frente al terror y el ocultamiento que se ejerció desde el Estado. Lo dicen porque buscan desacreditar la lucha que llevaron adelante los organismos de derechos humanos durante los últimos cuarenta años y no porque les interese la memoria, la verdad y la justicia. Lo dicen porque con su negacionismo son cómplices de la peor tragedia de la historia argentina. 

[email protected]