De esta pandemia salimos mejores, afirma una creencia repetida como mantra por los optimistas convencidos que esta experiencia nos llevará a una mejor versión. Sostienen también que la solidaridad es la única opción. ¿Es eso lo que vemos en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las calles? Las narrativas alentadoras se tensan con la persecución; se abren grietas y afloran discursos de odio y polémicas por distintas vías.

La pandemia no solo implicó la intensificación del uso de las redes sociales sino también una expansión y explosión de los diversos sentidos que en ellas se desarrollan. Por su funcionamiento de personalización algorítmica, de forma amigable e “intuitiva”, las plataformas nos orientan a que nos vinculemos con aquello que (al parecer) hemos demostrado que nos gusta. Si bien no se nos impide abordar otros caminos, probablemente no lo hagamos.

Desde el inicio de la cuarentena se han desplegado debates y posiciones con el objetivo de apuntar responsables y enemigos. Uno de los más conocidos fueron (y son) “los runners”: desde que se mencionó una posible apertura para la actividad física, tomaron relevancia ante la posibilidad de recibir un permiso de circulación al mismo nivel que los trabajadores esenciales. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires argumentó así la búsqueda de una vía más adecuada para intentar garantizar la salud mental.

¿Por qué los runners y no otros? Podemos intuir que algunos sectores tienen más capacidad y recursos para ejercer presión y armar lobby, para capitalizar ciertas prácticas deportivas como potenciales negocios con la apertura.

Tras autorizarse a comienzos de junio, es conocido lo ocurrido el primer día de flexibilización: runners “en manada” y móviles con periodistas en los principales parques de la ciudad para resaltar el momento. Inmediatamente en redes y medios se abrió el campo de debate. Por un lado, se sumaron voces a favor de los runners y de la actividad física, tanto por parte de los corredores como de otros que simpatizaban con ellos. Por el otro, se pasó a marcar a los runners como sujetos cuyo interés está en “mantenerse activos” continuando con el trabajo físico, pensando en el rendimiento individual sin atender a la situación extraordinaria que vivimos. Así, quienes realicen actividad física fuera de su casa –sin importar si ya lo realizaban de forma regular, si toman recaudos (como correr por otros circuitos más allá de los parques) o si son outsiders que se suman eventualmente “para aprovechar, salir y hacer algo”– son señalados como runners.

Estas discusiones se potenciaron a medida que en el AMBA se fueron incrementando los contagios, atribuyendo mayormente la responsabilidad de la propagación a este grupo, acusándolos que no parecería preocuparle la salud colectiva. “¿Querían salir a correr? Salgan a correr. Estas son las consecuencias”, fueron las palabras de Alberto Fernández. La polémica se replicó en los medios, mientras que el Jefe de Gabinete porteño sostuvo “no verificamos una relación directa entre las personas que salieron en estos días a hacer actividad física y un aumento de contagios”.

Similar y a la vez diferente, otro caso que despertó debate es el de los llamados “anti-cuarentena”. A inicios de mayo empezaron a circular convocatorias a movilizaciones, que fueron aumentando su concurrencia y visibilización en redes y medios. Pronto, se pudo evidenciar el carácter heterogéneo de aquellos que concurrían a estas manifestaciones: quienes postularon que “el virus no existe” y apuntaban culpas al 5G y al Nuevo Orden Mundial, quienes se movilizaban por haber perdido el empleo, por no haber recibir el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) o no poder ejercer su actividad. También marcharon los que argumentaban estar “a favor de la libertad y la Constitución”, contra la expropiación de Vicentín, entre otros. Más allá de los motivos, estas personas fueron mayormente englobadas como “los anti-cuarentena”. Se abría así el campo de polémicas en redes y medios donde se tomaba posición en forma de “anti-cuarentena” o “anti anti-cuarentena”. Comentarios, memes y videos circularon permitiendo compartir la postura propia y dando herramientas a otros similares para reforzarla y desacreditar la ajena.

En ambos casos pareciera haber un ejercicio similar: un tema relevante para la agenda pública coyuntural abre un terreno de debate donde distintas personas y sectores con motivaciones diferentes son presentados como un bloque homogéneo, sin fisuras. Runners y anti-runners, “anti-cuarentena” y “anti anti-cuarentena”. Esto da pie a que se polemice sobre estos grupos asumiendo posiciones a favor y en contra, señalando a los otros como quienes “no toman consciencia de la situación” y así generan consecuencias adversas.


Los llamados “anti-cuarentena” son considerados como “inconscientes” por manifestarse públicamente en plena pandemia o por sus declaraciones. Pero también los “anti-cuarentena” mencionan que quienes los critican o están a favor del ASPO son quienes “son inconscientes” por no “ver la realidad”, ya sea por no adherir a sus teorías, por avalar las medidas del gobierno o por no solidarizarse con su precaria situación económica.

En el caso de los runners, ellos son apuntados como “locos e irracionales” por no tomar dimensión de la situación y priorizar el trabajo del cuerpo, lo que estaría asociado al individualismo y las preocupaciones frívolas. Y ellos acusan que quienes no están a favor de sus prácticas, no se preocupan por el cuidado de sí ni valoran los beneficios de la actividad física respecto a la salud mental y el sistema inmunitario. Además estarían ignorando que “correr es uno de los pocos momentos de libertad en esta pandemia”.

De cada lado del mostrador se considera que hay un grupo que no toma conciencia y cuyas acciones pueden generar efectos negativos. Las burbujas algorítmicas, sin determinismo tecnológico, ayudan a que alimentemos nuestra posición, llenándonos de armas para debatir y desacreditar al “enemigo”, muchas veces sin siquiera escucharlo. Es decir, sin descentrar la mirada, relativizar ni comprender que existen grises y matices.

Hoy, estando más tiempo conectados e informados, se desatan más posibilidades de asumir nuevos enemigos coyunturales para movilizar sentimientos, frustraciones, razonamientos, para reforzar un “nosotros” frente a un “otro” variable. Los runners y anti-cuarentena son solo dos de los más relevantes casos de debate y grieta coyuntural que han surgido hasta el momento. En redes y medios se generan dicotomías y valoraciones que nos invitan, sin forzarnos, a tomar posturas. ¿Cuán libres somos en lo que vemos y compartimos? ¿Qué es lo noticiable? ¿Qué sucede cuando el grupo apuntado no se comporta de la manera que esperábamos? ¿Estamos dispuestos a escuchar otras campanas diferentes a las nuestras? ¿Se magnifican las grietas, se abren nuevas o se descubren otros tópicos que surfean las existentes? Hoy son estas grietas. Mañana, probablemente, serán otras.