Mauricio Macri profundiza el rechazo hacia su persona con dos excepciones: muchos de su misma condición social y quienes todavía lo perciben como un vector de la derecha. Para que no siga escalando ese repudio, busca la discutible legitimidad que le otorgaría el fútbol. Viaja a Asunción y su entorno difunde que lo hace como presidente de la Fundación FIFA. Vuelve a partir -esta vez a París- y repite igual cantinela. Nos toma por boludos en un contexto trágico de pandemia. No lo hace en medio de una fiesta.

Es en esta situación que entra en juego el más popular de los deportes. El ex jefe de Estado que dejó al país a merced de los buitres de adentro y de afuera, se refugia en su coartada de la FIFA. Le viene a medida. Como si su condición de titular de una organización presuntamente benéfica le otorgara fueros intangibles, cierta inmunidad que no es tal como lo prueban las múltiples causas judiciales que lo esperan en la Argentina.

Debe existir en él cierta condición amoral, licenciosa, de quien se cree soberano sin corona, no percibe lo que hace y tampoco está en condiciones de reprochárselo. O por el contrario, que actúa de manera deliberada aún sabiendo el daño que causa. Sobre estos dos ejes se apoyó la discusión de su impiadoso gobierno de cuatro años. Recuérdese la polémica sobre sus “errores no forzados” y la réplica a esa tesis de “una entrega sistematizada” de nuestros recursos, con la consecuencia lógica de millones de argentinos condenados a la miseria y al hambre.

Si Macri considera que puede mimetizarse en las banderas más nobles del deporte, en este caso el fútbol, y en este caso también el loable principio de una fundación, está desnudo como el rey del cuento de Andersen. Los valores universales asociados al juego que más se juega en el planeta no los representa la FIFA, ahora presidida por Gianni Infantino y antes por los dinosaurios Havelange y Blatter. El primero fallecido, el segundo inhabilitado para desempeñarse en el fútbol e imputado por corrupción en la Justicia suiza.

En ese ambiente sin credibilidad buscó cobijo el ex presidente. Con suerte podrá conservar el premio Living Football que le otorgó su amigo Infantino en junio de 2019. Por lo demás, la suya es una fuga hacia adelante, y si parafraseáramos al poeta Lord Byron “el mejor profeta de su futuro puede ser su pasado”.

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