La Cámara Federal de Apelaciones de Salta hizo lugar al recurso del fiscal federal Eduardo Villalba y dictó el procesamiento del ex capitán del Destacamento de Inteligencia 143 del Ejército, Ricardo Ernesto Elicabe, por el secuestro y desaparición del estudiante de arquitectura Juan José Figueroa Elías

La jueza Mariana Catalano y los jueces Guillermo Elías y Alejandro Castellanos, procesaron a Elicabe como autor mediato del delito de “privación ilegítima de la libertad cometida con abuso funcional agravada por el empleo de violencia y amenazas, todo ello en concurso real con homicidio agravado por alevosía, premeditación y por ser cometido por dos o más personas”. 

Figueroa Elías fue secuestrado el 21 de octubre de 1977, en la avenida Belgrano al 1400 de la Ciudad de Salta, al salir del estudio del arquitecto José Antonio Viñuales, donde realizaba prácticas. Un grupo de tareas lo metió en el baúl de un automóvil y lo desapareció. 

Elicabe fue imputado por este hecho, pero el 5 de octubre de 2018 recibió una falta de mérito en primera instancia. El fiscal Villalba apeló esta decisión. Sostuvo que el ex capitán “ordenó el operativo que culminó con la desaparición de la víctima”, ya que los ejecutores actuaron “en cumplimiento de una orden funcional propia de las actividades que desarrollaba el Destacamento de Inteligencia 143”. 

El fiscal indicó que Elicabe era parte de la cadena de mando a través de la cual se transmitió la orden que determinó el secuestro y posterior desaparición de Figueroa Elías, y que efectivamente el imputado tenía bajo su mando al agente secreto, el mayor Oscar Chapur, individualizado como uno de los autores materiales del hecho. 

Los camaristas entendieron que "las constancias de la causa y de las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que ocurrieron los acontecimientos y sin perder de vista el contexto histórico" le dan la razón al fiscal "en cuanto a que el Destacamento de Inteligencia 143” intervino en la represión ilegal. Y coincidieron con el fiscal en cuanto a que está "acreditada la participación del Destacamento 143 en el hecho”. 

Respecto a Elicabe, señalaron que, "con el rango de capitán, se desempeñó como Jefe del Grupo de Actividades Especiales de Inteligencia" y que las tareas realizadas por uno de los autores materiales del hecho eran “avaladas y supervisadas por el imputado”.

Una de espías 

Para cuando fue desaparecido, Juan José Figueroa Elías tenía 26 años y estaba estudiando arquitectura en la Universidad Nacional de Tucumán. Unos días antes una mujer fue a buscarlo al estudio donde trabajaba, con la excusa de que quería pedirle que elaborara unos planos. La mujer lo citó para una reunión con su marido, en un hotel, pero luego la pareja no fue. 

Se sabe que Figueroa Elías se dio cuenta de que era seguido y es evidente que intentaba averiguar algo sobre los espías porque había anotado las patentes de dos vehículos, un Peugeot y un Chevrolet, en el que se movilizaban. Cuando el horror lo desapareció, su cuñado, el abogado Néstor Raúl Adet, siguió esa búsqueda, armado solo con esos números.   

El 10 de septiembre de 2012, en el primer juicio por la desaparición del ex gobernador Miguel Ragone, el abogado contó detalles de los turbios manejos de los espías durante la última dictadura cívico militar. Él mismo era vigilado, en este caso por el policía federal retirado y agente de inteligencia Juan Carlos Parada de Mallo, quien se había presentado como un ferviente militante del peronismo conservador y había logrado ganarse confianza como para que le permitiera ir al estudio que Adet compartía con el también abogado Juan Carlos Antonio Isa

Un día Parada de Mallo le pidió que lo ayudara a encontrar un local para montar una oficina de cobranzas. Adet encontró uno y lo llamó para ir a verlo pero se llevó una sorpresa terrible cuando lo vio llegar junto a otro hombre que manejaba el Peugeot que había marcado Figueroa Elías en sus anotaciones. Tan nervioso se puso por esta situación que Parada de Mallo lo notó, y terminó por sacarle la razón. 

Inmediatamente el espía lo conminó a informarle al conductor del Peugeot esta situación: “Vas a tener que ir vos porque va a pensar que yo lo denuncié”, le dijo. Adet dijo que entonces entendió que “Parada era paramilitar”. El abogado acordó un encuentro con el del auto, que resultó ser el mayor del Ejército Oscar Chapur. El militar le reconoció su participación en el secuestro y desaparición de Figueroa Elías y lo amenazó: “Usted si quiere puede denunciarme, pero yo entro a su casa, usted tiene familia, tiene un hijito…”.

La prevención no le resultó a Chapur, porque el peligro no provenía de Adet, sino de las bandas asesinas que él integraba. El mayor de inteligencia fue desaparecido poco después, en Orán, a donde lo habían mandado en comisión. Se sospecha que su desaparición está vinculada a ese encuentro con Adet.

También Parada de Mallo fue desaparecido, tras ser detenido por policías de la provincia, el 17 de marzo de 1978, y ser alojado en la Central de Policía. Doce días después, su esposa, Marta Beatriz Cascella, entró a esa Central a esperar su liberación. El rastro de ambos se pierde en ese lugar.

En esta trama de espías y asesinos, hay también ladrones, y un cura. Adet contó que por la esposa de Isa, Maga Pfister, supo que el capellán del Ejército, Carlos Escobar Saravia, dijo en confianza que había dado la extremaunción a Parada de Mallo en la Central de Policía y que no alcanzó a hacer lo mismo con su mujer. Al parecer, la muerte del espía y su esposa fue por un desentendimiento entre ladrones: un grupo de tareas había robado un automóvil, Parada de Mallo lo volvió a robar para devolverlo al dueño a cambio de una suma de dinero.

Esta “traición” le valió la detención, en esa circunstancia el espía hizo un mal cálculo: intentó zafar amenazando con que si no lo liberaban iba a dar a conocer detalles de los delitos que cometían, entonces el hombre fuerte de la Policía de Salta, el jefe de Seguridad Joaquín Guil, mandó llamar al hombre fuerte del Ejército, Carlos Mulhall, y juntos tomaron la decisión de matarlo. Doce días después su mujer, creyéndolo con vida, habría hecho la misma advertencia a Guil, esta vez para exigir la libertad de su esposo. El resultado fue el mismo.