La pandemia de covid-19 transformó los procesos de aprendizaje de los estudiantes de todas las escuelas del país. Sin embargo, hay una población que sufre la interrupción de clases presenciales de una manera aún más especial: los niños y niñas de primer grado, en edad de aprender a leer y escribir, que vieron modificados sus procesos de alfabetización. Lejos del aula y de sus amigos, con docentes reducidos a un rol de "acompañamiento" y padres empujados a ser docentes, los alumnos escriben y leen sus primeras palabras en un contexto de incertidumbre. Página 12 dialogó con padres y madres, maestras y especialistas en alfabetización para conocer las complejidades de la situación.

Aprender a leer y escribir en cuarentena

"Cuando le dije a Azul que tenía que dejar de ir al colegio fue difícil, estaba entusiasmada con el primer grado. Hubo tres semanas en las que no quiso hacer nada, no había manera de que se sentara a hacer la tarea y me preocupaba porque este año tiene que aprender a leer y escribir", cuenta Lucía Astudillo, abogada y madre de Azul, de siete años, que solo dos semanas después de iniciar las clases vio interrumpido su primer año de escolaridad.

Para Danilo, de seis años, hijo de Luis Osojnik, la interrupción de las clases presenciales también fue un golpe: "El primer grado es al que los chicos más quieren ir... En el caso de Danilo muchos ya se conocían del jardín y él estaba muy contento. En cuanto a los contenidos, cualquier otro grado tal vez es más fácil de reemplazar, pero en este caso, sin ser docente, tuve que empezar de cero a enseñarle a leer y a escribir", señala Osojnik, que es empleado de una inmobiliaria en Ramos Mejía.

La especialista en programas de alfabetización Marta Zamero, investigadora y titular de la cátedra Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, explica en este sentido que "la alfabetización requiere un tipo de concentración y de atención que en la escuela se trabaja constituyendo un grupo, un escenario que se construye entre el docente y sus alumnos. En las casas particulares es complicado construir ese escenario. En un aula, la interacción y el vínculo entre los chicos genera un tipo de atención voluntaria y un coaprendizaje: aprendés vos y aprendés por lo que está aprendiendo tu compañero".

Beatriz Diuk, licenciada en Ciencias de la Educación, investigadora del Conicet, docente de la Universidad de San Martín y creadora del programa "Derecho a Aprender a Leer y Escribir" (DALE!), agrega que "estar con los padres y estar en el espacio de la escuela es totalmente diferente. Cuando vos estás en un grupo con tus compañeros, todos aprenden juntos. Esto desapareció de la vida de los chicos y hay una enorme transferencia de responsabilidad hacia los hogares, algunos pueden dar respuesta y otros no".

Astudillo cuenta que, ante los consejos de la maestra de Azul, buscó construir un "escenario" para estimular a su hija: "En nuestro departamento vivimos solas y tuvimos que modificar horarios. Por suerte yo trabajo en casa, pero antes teníamos una rutina 'despelotada'. Ahora, en cuarentena, nos organizamos mejor", explica. Según comenta, la organización ayudó a Azul en el proceso de aprendizaje: "Ahora sabe que a la tarde se hace la tarea y yo la acompaño para que sienta que aprendemos juntas, que es lo que me sugirió la maestra". Luego de las primeras semanas, Azul empezó a interesarse por la lectura y, según Astudillo, ahora hasta intenta leer los títulos en la televisión o los carteles en la calle.

Por su parte, Osojnik caracteriza el trabajo que hace con Danilo como "artesanal": "Todos los días hacemos tarea. Él preferiría mirar dibujitos, pero después de un bostezo inicial se concentra. Yo le estoy encima, hay que tener paciencia, trabajar letra por letra, palabra por palabra, de manera artesanal". Ahora Danilo ya lee por sílabas y algunas palabras le resultan más simples que otras: "A veces encuentra una que le sale bien y me dice 'esta es refácil, papá', él mismo se da cuenta cuando progresa", comenta su padre. 

Sin embargo, los primeros ejercicios de escritura no fueron fáciles: "Al principio le costó porque la maestra daba actividades de estilo libre, 'que escriban lo que quieran', y él no sabía escribir nada, no sabía ni por dónde empezar", explica Osojnik. Según Zamero, esto se debe a que, en el escenario de la alfabetización inicial, un chico "no sabe cómo es el sistema con el que tiene que operar. Él ve líneas y luego la mente tiene que procesarlas en palabras, oraciones, diferencias entre letras. Ese componente analítico requiere de la intervención precisa del docente. Por eso la pregunta didáctica es: ¿Qué cosas pueden ser enseñadas por una persona que no es docente?".

Gilda Donati, licenciada en Letras y especialista en Lectura y Escritura por la Universidad de Buenos Aires, explica en este sentido que "en los primeros años de escolaridad la intervención docente es fundamental, la maestra enseña e interviene y son esas intervenciones las que hacen que los niños aprendan a leer y a escribir. Ahora, un problema que se observa es que la señorita dice 'tenés que escribir esta lista de palabras' y los nenes empiezan a escribir como pueden. Uno de los temores es que los chicos se vuelvan copistas".

Enseñar a leer y escribir en cuarentena

"Yo estudié y me preparé para una cosa, esta pandemia nos dio vuelta todo", expresa Gabriela Álvarez, maestra de primer grado de una escuela privada de Lomas de Zamora. Álvarez se recibió el año pasado y, a principios de 2020, fue contratada para hacerse cargo del primer grado: "Todo lo que estudiamos se puso en cuestión. Al no estar en el aula todo cambia, sobre todo para los chicos y en especial en primer grado, con lo importante que es para la alfabetización y lo necesaria que es la guía del docente", señala.

"En mi caso estoy en contacto todos los días por aula virtual, y además hacemos una videollamada por semana. Me preocupan todos los contenidos, pero trato de darle especial importancia a la lectura y a la escritura, es la clave del primer grado", indica Sofía Rojas, maestra de un colegio público de la ciudad de Buenos Aires. A pesar del esfuerzo por mantener el contacto, la maestra siente que la enseñanza a distancia es insuficiente: "Lamentablemente con todo esto nuestro lugar se redujo mucho, a veces parece que solo somos un acompañamiento".

La maestra de Danilo envía actividades todos los días de la semana. Él las realiza en su cuaderno y luego su padre le saca una foto para subirla al aula virtual de Google Classroom, donde, al día siguiente, vuelve a encontrar su tarea corregida. Tanto Azul como Danilo tienen una videollamada semanal, en la que se hacen ejercicios, juegos o se narran historias. En todas sus videollamadas, Álvarez lee a sus alumnos un breve cuento: "Creo que, frente a  esta situación, hay que fomentar la reflexión con la lectura, aunque no sean ellos los que están leyendo y aunque sea a distancia. Después, indirectamente, eso puede tener un efecto, llamar la atención de los chicos para tener ganas de leer o de escribir", sugiere.

Tanto ella como Rojas coinciden en la búsqueda de mecanismos para fomentar la autonomía de los chicos y chicas a la hora de leer y escribir: "La idea es que no sea solo copiar letras y palabras. A los padres les pido que, dentro de lo posible y además de los ejercicios concretos, introduzcan elementos lúdicos, juegos con las palabras u otras herramientas: si ven la tele, ver si los chicos se interesan por leer lo que aparece ahí, o si están dibujando, ver si tienen ganas de escribir el nombre de lo que dibujan o el de algún personaje de una película", detalla Rojas. Una de las palabras que mejor sabe escribir Danilo es "Pocoyó", su personaje favorito de dibujos animados.

Es que según explica Zamero, el juego es muy importante en los procesos de alfabetización: "Cuando ocurre en la escuela el chico cree que solo está jugando, pero en realidad sucede algo que el docente sabe y que tiene que ver con construir sentido alfabético". 

"En el aula se producen intercambios de información, hay desafíos colectivos, se cuentan cuentos o historias. Para las maestras mantener eso ahora es un esfuerzo enorme, no es lo mismo una actividad virtual que una que podés proponer cuando tenés un grupo adelante", sostiene por su parte Diuk. Para Donati, ante este complejo escenario, la virtualidad también puede abrir algunas nuevas posibilidades: "La cuestión lúdica vinculada con lo tecnológico es interesante. Que las maestras hayan empezado a tener contacto con la tecnología, que manden videos leyendo o con imágenes editadas es positivo. Los chicos también se alfabetizan a través de la cultura digital".

Para hacer sus tareas y conectarse a las videollamadas del colegio, Azul usa la notebook de su mamá en el horario en que ella termina la jornada laboral. Además, tiene días en que se le permite usar la computadora para videojuegos. Según cuenta Astudillo, esos juegos son muy "ruidosos" y siempre tiene que pedirle que baje el volumen: "El otro día estaba cocinando y de repente sentí un silencio que me asustó, fui a su pieza y la encontré mirando la pantalla con mucha concentración. Había puesto pausa y estaba intentando leer los nombres de los otros jugadores".

Alumnos sin contacto con la escuela

"Es cuestión de salir y mirar en cualquier barrio: hay muchos chicos y chicas que perdieron todo contacto con la escuela", afirma Marta Zamero, especialista en alfabetización de la Universidad Autónoma de Entre Ríos. En plena pandemia, la situación de los alumnos que no tienen acceso a una conexión que les permita estar en contacto con su escuela se ha vuelto crítica. ¿Qué sucede con aquellos que, además, se encuentran en pleno proceso de aprendizaje de lectura y escritura?

"No se puede perder este año tan clave. La alfabetización es un proceso y el proceso hay que hacerlo, por lo que habrá que pensar un 2021 con enormes niveles de flexibilidad", asegura la investigadora del Conicet Beatriz Diuk, que trabaja con colegios de barrios populares, y añade que "muchos segundos grados tendrán que tener una propuesta educativa de un primero, por ejemplo, porque estos procesos no se pueden interrumpir. Si no es así se verán potenciadas las desigualdades que ya existen entre los que tienen más recursos y los que menos tienen".

En esto coincide la especialista en Lectura y Escritura por la UBA, Gilda Donati, quien señala que "esto va a significar una fractura muy importante en las trayectorias escolares y puede generar conflictos vinculados a la alfabetización". Además, Donati piensa que "habrá que generar mecanismos para traerlos de vuelta a la escuela. Con buenas propuestas de enseñanza se pueden recuperar. Para el segundo grado, ya con una escuela presencial, habrá que tener dispositivos de acompañamiento para ayudarlos a que terminen el proceso de alfabetización".

Zamero coincide en que lo primero será "buscar a los chicos y volver a ponerlos en la escuela". Después, "cuando los chicos estén adentro", sostiene que habrá que plantear "una utilización del tiempo absolutamente diferente a la que tenemos en el día de hoy. Hubo una brecha, un corte, que los chicos van a sentir mucho. El punto es pensar una buena propuesta pedagógica".

Las especialistas coinciden en que la pandemia volvió a poner de manifiesto el rol fundamental de la escuela como institución: "Si hay algo que me está pasando es reconocer el maravilloso invento que es la escuela, con la que tantas veces nos manifestamos insatisfechos, que tiene mil cosas por mejorar, pero que como invento de base es una genialidad. Si uno ve hoy a los chicos que están encerrados piensa 'por favor, denles escuela'", afirma Diuk, al tiempo que Donati indica que el colegio, "el aquí y ahora del aula, es fundamental. Los pibes necesitan escuela".

Por su parte, Zamero es optimista y concluye que "tenemos todos los elementos y especialistas en Argentina para poder armar las propuestas necesarias. La humanidad ha pasado por cuestiones absolutamente desgraciadas y en el terreno de la alfabetización siempre se ha ido avanzando".

DALE!, un programa para los que se quedaron más atrás

Beatriz Diuk es investigadora del Conicet y docente de la Universidad de San Martín. Trabaja con colegios de barrios populares y desde 2007 impulsa el programa "Derecho a Aprender a Leer y a Escribir" (DALE!), "destinado a dar apoyo a niños y niñas que crecen en contextos de pobreza y que no logran aprender a leer y a escribir al ritmo de sus pares", según se puede leer en la página web de DALE!. "Hay chicos que reciben el título de primaria y no pueden escribir porque la escuela no está pudiendo enseñar a los más pobres. El problema no está en los chicos ni en los maestros, es un problema del sistema", sostiene Diuk.

Desde que DALE! empezó a implementarse, por el programa pasaron cerca de 15 mil chicos y chicas. La propuesta de Diuk se dirige a los alumnos de más de ocho años que, a pesar de haber atravesado los primeros años de la primaria, aún no están alfabetizados: "Es una propuesta sistemática y organizada. Dos veces por semana, durante veinte minutos, se realiza una reunión individual con cada chico", explica la investigadora del Conicet. En los encuentros se trabaja con cuadernillos de juegos lingüísticos, de escritura y de lectura.

Según señala la página web de DALE!, "los resultados se obtienen con un promedio de 25 sesiones, es decir, con apenas ocho horas de duración. En términos internacionales, esta cantidad de tiempo se considera escasísima". Para Diuk, esto demuestra que "el problema no está en los chicos, si el chico arranca y empieza a escribir entonces el problema no era de él, era un problema del sistema y de las condiciones de escolarización. Tenemos un serio problema metodológico, hay una idea de que enseñar las letras está mal, la enseñanza sistemática se abandonó".

Además, la investigadora explica que esto genera graves problemas de autoestima en los chicos y chicas: "Terminan pensando que no saben leer por incapacidad propia, que si fueron a la escuela y no aprendieron es su culpa. Hace poco tuvimos un chico de sexto grado que escribía la 'M' y no podía seguir, se largaba a llorar. Cuando terminamos nos preguntó: '¿Cómo no me llegó esto antes?' En el medio sufrió cinco años".

En 2018, DALE! llegó al formato videojuego para los colegios "que no dan abasto con la cantidad de docentes, para que puedan agregar esta herramienta", indica Diuk. "Está el juego del topo, donde se escucha el sonido de una letra y hay que acertarla, otro juego para escribir palabras o la lectura de un cuento", detalla la creadora de DALE!. Desde el inicio de la pandemia el juego se puede descargar libremente a través de la página del Programa, mientras que sus desarrolladores trabajan en una versión para celulares.

Informe: Santiago Brunetto