Desde Barcelona

UNO Hubo días --en otro tiempo, en otro planeta, tan lejos aunque aquí mismo-- en los que Rodríguez se despertaba sintiéndose como ese tan famoso cuadro romántico, de 1818, y en la portada de tantos libros tan diferentes entre sí: "El caminante sobre el mar de nubes" de Caspar David Friedrich. Allí estaba él, así: en la cumbre, triunfal, el mundo a sus pies. De un tiempo a esta parte, en cambio, su estado anímico está más cerca del grabado de Gustav Doré retratando, en 1865 y mejor que cualquier fotografía, el "Desastre del Matterhorn". Mírenlo y casi óiganlo: gritos en caída libre, presos de la desgracia, rumbo al desfondado fondo.

Ahora, Rodríguez no puede sino ver a cuadro y grabado juntos, inseparables: Alfa y Omega, cara y cruz, Yin y Yang, luz y sombra o este y aquella en sesión de Zoom.

Elegir lo que corresponda.

O no.

Porque nunca se elige lo que, cada vez más seguido, acaba correspondiendo y no corresponde. Así, la indecisión de esta semana no es otra cosa que la incertidumbre de la semana pasada con un nombre diferente (¿se puede reservar ya irresolución para la que viene?) y el sentir falsamente y convencerse de mentira de que algo ha cambiado.

Así las cosas.

DOS Disyuntivas en el vacío, opciones de la nada, dime a qué vacuna apuestas y te diré cómo eres. Y así la indecisión como paralizante impulso definitorio de los inmóviles pero tan inquietantes tiempos que corren por teléfono o caen en las redes. Otro de los tantos y cada vez más numerosos síntomas del covid-19: la sísmica suspensión en suspenso, la engañosa sensación de que no pasa nada porque todo el tiempo pasa lo mismo. De un lado lo invisible que enferma y contagia y mata. Y del otro lo muy visible: Madrid Te Mata (y te restringe y te clasifica); Brexit Replay y Trump sin Pausa; Messi en cadenas; Torra desencadenado y los separatistas separados entre ellos (y Rodríguez se acuerda de esa/s foto/s ya famosa/s del antes/después de la multitud durante ese república que duró unos ocho segundos festejada/anulada como gol por un Puigdement ya casi de salida, rumboso, rumbo a su sollozante Buahterloo); el Partido Popular atormentado por resucitados y corruptos fantasmas de Navidades pasadas. Y las "discusiones internas" entre el gran dúo de Pedro PSOE y Pablo Podemos como versión politizada de The Odd Couple. El primero ignorando todo lo posible a su socio y el último aún convencido de que se puede/deber ser gobierno y oposición al mismo tiempo. Y la sospecha de Rodríguez es que Sánchez jamás dará por R.I.P. su pacto para arrimar al PP y a Ciudadanos; pero si Iglesias (ahora con moño en lugar de coleta) al que se le tumba y entierra y deshace toda propuesta utópica se quiere ir, bueno, qué se le va a hacer... Y conspiranoide punto 5G y publicitarias pelotas de hormigón y gases de Venus y humo de California y petardeo de la Fiesta de la Mercé con póster enmascarado y una nueva/aumentada Ley de Memoria que por fin saque de su lugar a la Fundación Francisco Franco y ponga en su sitio al Valle de los Caídos y, hey, saludos de Juan Carlos de Borbón y Barbacoa. Todo lo que distrae y anestesia sin paliativos para todos. Una suerte de limbo/ámbar donde constantemente se da a optar por esto o por aquello pero sin que, finalmente, nada sea determinante de algo. Impera, sí, la discusión sobre modelos/gestos/acciones a elegir/ejercer. Y todo tiene una inmediata contracara forcejeando en un mismo rostro. Como el polémico-psicótico póster de la serie Patria basada en el mega best-seller de Fernando Aramburu. Como las fechas inmediatas/lejanas para una vacunación segura/riesgosa. Como Sánchez --dirigiéndose a padres y alumnos a los que les deben los deberes bien hechos para/por su seguridad en las aulas con inminentes seguras huelgas de profesores inseguros-- explicando en una misma parrafada de las suyas que "no existe el riesgo cero" pero sí "razonable seguridad” añadiendo que "vamos a tener un momento crítico" pero que "los acuerdos refrendados trasladan esa necesaria tranquilidad".

Ahora, el indeciso Rodríguez aplica esas mismas palabras --el riesgo y la seguridad y lo crítico y la tranquilidad-- a todos y cada uno de los actos de su existencia. Así, vacilante, Rodríguez se mete en la ducha donde se puede alcanzar cantarina epifanía pero, también, resbalar y desnucarse o, incluso, ser acuchillado por psicótico Norman "Mamá" Bates en neo-versión okupa.

TRES En cualquier caso, Rodríguez le tiene más miedo a Joan Pons alias El Enfermero Catalán, nombre digno de luchador de catch circense. Meses atrás, Pons --trabajador de la salud en el hospital universitario de Sheffield-- se ofreció como voluntario para vacuna Oxford/AstraZeneca. Y, desde entonces, no para de apantallarse en las pantallas (Rodríguez siempre pensó que había protocolos de confidencialidad para estas cosas) cada vez más cerca de alucinado de aprendiz de Ratched. Pons asegurando que se siente perfecto (negándose así posibilidad de que le haya tocado placebo) y lanzando constantemente predicciones (llegó a asegurar que todo estaría listo para este 3 de noviembre) como si fuese diseñador-bioinformático top. Tras él --pero siempre al frente-- el dúo tragicómico del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias Fernando Simón & ministro de Sanidad Salvador Illa: reyes del borrador borroso y, para Rodríguez, inexplicablemente firmes en sus respectivos puestos. Alguna vez avisando que en España no habría "más allá de algún caso diagnosticado"; que las mascarillas "no tienen sentido"; que todo duraría dos meses "o cuatro si no va tan bien"; siempre con esa manito bajando cuando se refiere a cifra ascendente y voz afónica y para muchos "tranquilizadora" --pero que a Rodríguez le parece la de un pediatra perverso-- Simón cada vez más zumbón y zumbado. Haciendo chistes con meterse el dedo en la nariz antes de más o menos contabilizar los muertos del día. Y pidiendo ayuda a influencers. O volando en globo como invitado en programas de tv de turismo-aventura. O luciendo días atrás mascarilla con estampado de Freddie Mercury quien --si mal no recuerda Rodríguez-- murió por enfermedad virósica-contagiosa para la que aún no hay vacuna. Illa con ese aire de empleado de funeraria que se acerca a dar el pésame porque está incluido en la tarifa. Enfático y gesticulante hasta lo involuntariamente cómico e insistiendo en que "la situación es mejor que en marzo y abril" pero omitiendo que es mucho peor que en junio y julio y ni pensando en si ese "por suerte ahora la mayoría de los casos son asintomáticos o muy leves" no habrá sido igual el pasado diciembre-enero-febrero, cuando hubo mucha "gripe rara" y nadie pensaba en el coronavirus por reinar. Para la inoperante Isabel "Cara de Muñeca Loca" Díaz Ayuso, Rodríguez ya no tiene palabras, sólo suspiros.

Y, sí, por encima de ellos, ese misterio titubeante y a menudo contradictorio que es la OMS ahora avisando que en oct/nov se viene tsunámica ola de muertes a surfear y curva a escalar.

 

En la televisión --en lo más alto de la avalancha-- alguien asegura que no hay nada seguro.