Una mujer está sentada detrás de un escritorio en un set de un estudio de televisión. Desde su lugar de trabajo conversa con una voz en off masculina que la dirige, y que también le dice constantemente lo linda que está. El diálogo discurre entre la complicidad y el acoso. La puesta pertenece a Un trabajo, obra del año 2015 escrita, dirigida y actuada por Elisa Carricajo y Lisandro Rodríguez. Cinco años después, en plena pandemia, los autores volvieron sobre aquella propuesta y la retomaron en un nuevo formato. Hoy la nueva obra se llama Otro trabajo y es una producción de cinco capítulos que se puede ver en la página web del Centro Cultural Kirchner (http://www.cck.gob.ar/ciclos/el-trabajo-del-artista-obras-comisionadas_1255)

“Apenas comenzaba el aislamiento social preventivo y obligatorio, Un trabajo regresó a nuestras mentes. Empezamos a explorar la posibilidad de una saga, una parte 2, de aquella obra. Un reencuentro de esos dos personajes, un tiempo después, en el mismo trabajo, en un mundo que no parece ser el mismo”, comenta Carricajo a PáginaI12.

El resultado fue un nuevo material en el que los roles de género se ponen en cuestión. “En este encuentro, se retoma la pregunta que contenía Un trabajo sobre qué hacer como sociedad con ciertas masculinidades cis heteropatriarcales ante los avances que va generando el transfeminismo. Básicamente propone repensar, después de que muchas mujeres han atravesado la posibilidad de nombrar y hasta de denunciar los acosos, qué hacemos. ¿Los mandamos a hacer un curso? ¿Impedimos que vuelvan a trabajar? ¿Los obligamos a deconstruirse? ¿Como sería eso?”, se pregunta la autora.

Los capítulos, que exploran el formato de la conferencia performática y sus posibilidades audiovisuales, son la primera entrega de las obras comisionadas para “El trabajo del artista”, uno de los tantos ciclos que en tiempos de pandemia impulsó el CCK. Desde el mes de marzo, Verónica Fiorito, Directora General del Centro Cultural y Martín Bonavetti, Subsecretario de Gestión de Espacios y Proyectos Especiales del Ministerio de Cultura, trabajan sobre la elaboración de contenidos propios en el espacio cultural. Ellos dos, junto a un grupo de programadores en cada especialidad, vienen produciendo contenidos virtuales, de acceso gratuito, para las redes sociales, la web y el canal de YouTube del Centro.

De la sinergia con este equipo nació Otro trabajo, un material que propone, a su vez, una curiosa forma de transitar el tiempo. Al parecer, las circunstancias de la coyuntura no pasaron sólo para el afuera sino también para el adentro. A los personajes no sólo los atravesó la pandemia, sino también la historia. La obra Un trabajo narraba un momento laboral de un hombre y una mujer, que empezaba a tornarse incómodo mientras la conversación iba mutando de la complicidad al acoso. En qué momento se producía ese quiebre era algo que la obra dejaba deliberadamente en un terreno ambiguo. Pero para Carricajo, tras la fuerza del movimiento mundial de mujeres y del #MeToo, hoy esa “ambigüedad” ya no sería posible en Otro trabajo: “Si bien ocurre en un presente-futuro extrañado, nuestros personajes parecen haber sido atravesados por todos esos procesos. El hizo ‘un curso’ y hasta dice que ‘se hizo feminista’. ¿Es posible entonces ahora, un diálogo? ¿Hay un acuerdo real o es una superficie biempensante que puede estallar de un momento para otro?”.

-¿Cómo surgió la idea de hacer Otro trabajo? ¿Tuvieron alguna premisa que los guío a la hora de encarar el proyecto?

Elisa Carricajo: -A partir de la convocatoria de Barbara Hang y Agustina Muñoz (todavía en el mundo prepandemia) apareció la idea de revisitar Un trabajo. La obra contuvo desde sus inicios un procedimiento levemente distópico, donde suponíamos que en el futuro las personas ya no trabajarían juntas físicamente. Esto fue hace 5 años. Pero las personas entonces todavía compartían los espacios de trabajo. Apenas comenzó la cuarentena, lo que en Un trabajo era utilizado como distopía se convirtió en una posibilidad concreta de comunicarnos en este contexto. Dos personas aisladas tienen que realizar un trabajo conjunto a través de una pantalla. Aquello que la obra usaba como un procedimiento distópico se había vuelto muy similar a nuestra cotidianeidad. Eso nos estimuló a pensar en un posterior encuentro de estos dos personajes, un tiempo después, en el mismo ámbito laboral.

-¿Cómo llevaron a cabo la adaptación de la obra a un nuevo formato? ¿qué desafíos se les presentaron?

E.C: -No hubo un pasaje de lo escénico a lo virtual porque Un trabajo ya contenía muchos elementos de cruce entre lo escénico y lo audiovisual (yo era filmada y proyectada al mismo tiempo durante toda la obra). Por eso resultó sencillo el pasaje de lenguaje, porque en realidad ya estaba cerca. Desde esa posibilidad imaginamos esta segunda parte. Y en esta obra apareció la posibilidad de trabajar los primeros y primerísimos planos y también de sumar otros elementos del lenguaje audiovisual. Para eso trabajamos en conjunto con Manoel Hayne, que se ocupó de la cámara y la edición de la obra.

-En este contexto, las limitaciones propias del aislamiento obligaron a muchos artistas a reinventarse. ¿Cómo fue ese proceso en tu caso?

E.C: -Creo que es un momento donde necesariamente tuvimos que pensar en otros formatos, sobre todo quienes trabajamos en artes escénicas. ¿Como se producen experiencias comunitarias sin posibilidad de reunirse? Hubo que inventar mucho en relación a eso y creo que aparecieron cosas muy interesantes. Siempre hay aspectos creativos en las crisis. Defiendo lo presencial, pero también este tiempo nos deja un aprendizaje en relación a otros dispositivos.