El diputado de Juntos por el Cambio, Luciano Laspina, con el torso desnudo, buscando una camisa en su placar, mientras el ministro de Economía, Martín Guzmán, daba cuenta ante la Comisión de Presupuesto de los lineamientos de la ley de leyes. La gigantografía del senador Esteban Bullrich dando el presente en un debate de Comisión. El diputado Leopoldo Moreau dormitando en medio de una sesión caliente, mientras su colega radical, Luis Pettri, anunciaba a los gritos que su bloque recurría a la justicia para impugnar el funcionamiento de la Cámara. Y ahora, el episodio que protagonizó el diputado Juan Ameri, junto a su esposa, son la muestra del tortuoso trajinar de las sesiones remotas implementadas en el Congreso nacional, en tiempos de pandemia y protocolos sanitarios inéditos.

Las sesiones remotas son, entre otras cosas, una ventana a la intimidad de los diputados y senadores. En ese marco, quedaron expuestas decenas de imágenes que dejaron al descubierto la complejidad del trabajo remoto, y cuya viralización no hace más que aportar a la erosión que sufre el Congreso en medio de la discusión, impulsada por el ala más dura de la oposición, por la modalidad con la que se deben abordar los debates estructurales que plantea el Gobierno de Alberto Fernández. Los errores no forzados de los legisladores se transforman, sesión tras sesión, en alimento para el discurso antipolítico y en un problema concreto para el oficialismo que intenta mantener el Congreso funcionando pese a la pandemia. 

Los “accidentes” emanados de la virtualidad no conocen fronteras partidarias y los reproches que pasarían desapercibidos dentro del recinto, se amplifican cuando los micrófonos quedan encendidos. Así le pasó al senador opositor Oscar Castillo, en la sesión en donde se debatía la creación de una comisión bicameral investigadora sobre el préstamo del Banco Nación a Vicentin. La vicepresidenta segunda del Senado, Laura Rodriguez Machado, estaba moderando la sesión y le avisó a Castillo que su tiempo se había acabado. Pero el Senador dejó abierto su micrófono tras finalizar su intervención y se lo escuchó decir, en segundo plano, sobre su compañera de bancada: "¡Al final me cagó lo mismo, viste!".

El diputado de Juntos por el Cambio, Luis Juez, también fue víctima del micrófono abierto. Se debatía la ampliación del Presupuesto. El presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, le abrió el micrófono a Juez para que tomara la palabra y votara, pero se encontró con que el diputado estaba dando una entrevista a un canal de televisión. "El diputado Luis Juez está en una entrevista periodística, pero está ausente a la hora de votar", sentenció Massa para exponer la falta del legislador.

El álbum de recuerdos de las sesiones virtuales de 2020 también tendrá perros ladrando de fondo mientras los diputados plantean sus cuestiones de privilegio, empleadas de casas particulares que limpian una habitación mientras el diputado hace uso de la palabra desde su escritorio, y conversaciones fuera de plano que se filtran por micrófonos abiertos.

Desde el momento en que se empezó a trabajar con la implementación el sistema remoto en ambas Cámaras, se percibió que la mecánica desnudaría las falencias que el trabajo presencial suele disimular. Y así fue. Durante el mes de abril se comenzó a capacitar a los legisladores para que pudieran manejarse sin dificultad tanto en los debates como en las votaciones. La tarea, que resultó titánica, por el analfabetismo digital de algunos legisladores, fue llevada a cabo por personal de ambas Cámaras. Tras quince días de capacitación el simulacro de Diputados fracasó, en parte por la torpeza de algunos legisladores que no habían logrado entender cómo registrarse, pese a que contaron con soportes técnicos particulares. Desde ese momento, y con una regularidad que alarma, los diputados y senadores fueron protagonizando distintos papelones que nunca tardaron en volverse virales.