Podría haber sido el 12 de octubre, dado que ahora -era hora- es el Día de la Diversidad Cultural. Pero será el domingo 11. Y el motivo sintoniza mejor: con mayor tacto histórico, se lo denomina el último día de la libertad. “Se me vino encima la fecha, y tenía ganas de conmemorarla, sobre todo por lo que sigue pasando con los pueblos originarios”, afirma Víctor Heredia a Página/12. El sustrato conmemorativo, claro, no podía ser otro que una nueva puesta de Taki Ongoy, aquella extraordinaria obra musical, histórica y poética que el compositor publicó en 1986 con el objeto de iluminar las zonas oscuras de la conquista de América. De poner el dedo en la llaga, como siempre pasa cuando se cuenta la historia del lado de los vencidos. El día dicho, entonces, a las 20 y por entradas a precio módico -que se pueden adquirir en el sitio linktr.ee/VictorHeredia- se podrá acceder al debut streamero del cantautor.

El concierto basará su puesta virtual en una fusión audiovisual entre la proyección del concierto aniversario del disco que se dio en 2006 en el Teatro Opera y la aparición en vivo del mismo Heredia, cantando y contando sobre la materia. “No quería quedar mal parado poniendo algo viejo nada más, y entonces eché mano a aquel concierto del Opera que me parece sustantivo”, continúa el “Negro”. “Primero porque el material está muy bien filmado; segundo, porque el sonido es espectacular; y tercero, porque están todas la diapositivas para pasar por la pantalla gigante, además de un bonus track que también creo sustantivo… el de los cuatro grupos de pueblos originarios que participaron cantando en su propia lengua: uno mapuche, cantando en mapuzungún; otro coya, haciéndolo en aymara; otro araucano y el otro toba, también cantando en sus propias lenguas. Además, la verdad es que resulta interesante hacerlo vía virtual porque mucha gente, por lejanía o imposibilidad, no tuvo la oportunidad de ver la presentación de la obra en vivo, y ahora podrá hacerlo en las plataformas digitales”.

-Al menos en principio, se te nota una visión favorable respecto de los vivos virtuales…
-Sí. Y me da la impresión que este contexto de las plataformas digitales en la música llegó para quedarse, más allá de la pandemia. Puntualmente, es algo beneficioso porque, al menos para mí, sería imposible una puesta en vivo de Taki Ongoy hoy. De mínima, somos ocho de banda, ocho técnicos y 20 de coro, más todos los protocolos que hay que cumplir y demás... ¿cómo hacés? Me refiero al vivo sin público, y en determinado escenario como se estila ahora. Además, claro, cuenta mucho que somos todos adultos de riesgo… era complicado poner en riesgo a los muchachos y a mí mismo. Entonces voy a estar tocando, charlando y mostrando ese inolvidable concierto de 2006, con los grupos de pueblos originarios que nombré.

Mucha agua corrió bajo el puente entre el año cero de Taki Ongoy y hoy. Tuvo que pasarlas Víctor cuando el establishment cultural progre y eurocéntrico se topó con semejante afrenta. Pero bancó la parada, estoico. Buscó, encontró y resistió junto a ese indio que con la piel reseca buscaba la resurrección. Buscó a Viracocha golpeando las puertas del cosmos. Pero encontró al obispo de Lomas de Zamora Desiderio Elso Collino, que llegó a solicitar su excomunión. Y resistió apoyándose en el conocimiento de un gran antropólogo como Alberto Rex González.

Buscó –también- desenmascarar la crueldad blanca en el encuentro en Cajamarca. Pero encontró a quienes le bajaron el precio a la obra, como el escritor transigente Ernesto Sábato vía Página/12. Y resistió contestándole, por la misma vía, con mucha altura. “Cuando apareció la obra en 1986 el contexto era absolutamente distinto al actual”, evoca Heredia. “Había una mirada muy condescendiente en relación al Día de la Raza, a la madre patria, y a ese concepto de que bajamos de los barcos… en fin, no había ninguna intención de modificar eso mientras no apareciera alguien que se oponga”.

Y apareció Taki Ongoy, claro, basado en un sesudo trabajo de investigación cuyo resultado está plasmado en las 18 piezas –entre textos en off y canciones- que lo pueblan. “La obra apareció para oponerse a ese estado de la cuestión que había entonces”, vuelve Víctor. “Disparó un debate justo antes de 1992, cuando se cumplirían los 500 años de la llegada de los españoles al continente, y esto despertó una polvareda bastante interesante, porque se puso en el mismo camino que Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, y otros libros como Los vencidos, de Nathan Wachtel, que evidencia una situación absolutamente distinta y oculta sobre todo para nuestra educación eurocéntrica. Así que a partir de ahí, Taki Ongoy empezó a ser parte de la conciencia educativa de algunos docentes, y a ganar espacio. Un espacio que luego se fue agrandando, hasta que llegó a ser parte de la currícula educativa. Hoy se la utiliza en primarias, secundarias y universidades, y esto me produce una alegría muy grande, porque siento que la obra ayuda a tener una mirada completa sobre lo que sucedió."

-La otra historia, quien quiere oír que oiga…
-Tal cual. Pero ojo que tampoco uno pretende enjuiciar la historia, obvio… lo que pasó ya está. Lo que sucedió fue tremendo, fue trágico, pero no se puede modificar, aún cuando no haya ningún tipo de justificativo. Pero lo que sí creo que se puede señalar es lo que se actuó en la supuesta defensa de la iglesia cristiana… se asesinó, se esclavizó, se torturó, se les hizo de todo a los pueblos originarios.

--El 12 de octubre ya no se llama más Día de la Raza. Hubo un presidente aymara como Evo Morales que fue honrado como líder de los pueblos originarios y respondió generando el Estado Plurinacional de Bolivia, único en el mundo. En la Argentina también se avanzó en derechos territoriales para sectores indígenas. No se le va a atribuir a Taki Ongoy la exclusividad de los cambios desde el '86 hasta hoy, pero tuvo mucho que ver en la conciencia. 
-Y me enorgullece mucho. Tal vez fue algo que se logró sin pensar demasiado, sino más bien porque uno es un atrevido. Se mete en temas que no conoce. Recuerdo las palabras del antropólogo Rex González cuando le mostré algunas de las canciones que estaba terminando y me dijo "me parece que vamos a tener que estudiar". Me defendió de mí mismo, de mi imprudencia (risas). La obra lógicamente tenía que ser presentada seriamente, con una base informativa, histórica y bibliográfica sustancial, y él me dio todo eso. De todas formas, hoy -y más allá de los cambios mencionados-, la mayoría de los pueblos originarios siguen en parecida situación: reclamando por sus territorios, por el reconocimiento de su cosmovisión, de su religiosidad, de su cultura, mientras los Estados en general los consideran desde otro lugar. Lo que está pasando a nivel ecológico es un desastre, por ejemplo. Habría que escuchar a los pueblos originarios, porque ellos señalan cuáles deberían ser las formas y los caminos para preservar el nido.

-Es muy significativo ver, por ejemplo, el mural de Tupac Amaru II que aparece detrás de Martín Vizcarra, presidente del Perú, cuando habla desde un despacho oficial. ¿No te da la impresión de que cosas como estas, que tal vez tengan algún sentido simbólico o estético, no tienen correlato en la realidad concreta?
-Es que la palabra y la simbología se han tergiversado mucho, y en todos los aspectos, no solo en este. Uno tiene que aprender a leer entrelíneas para saber qué se está diciendo, por ejemplo, cuando los mismos que hablan de la República o de la Constitución hoy en la Argentina son los que las quieren romper.

-¿Cuánto tiene Taki Ongoy de lo afectivo, de lo genético de tu abuela capayán que revelás en el tema “Mis abuelos”, del disco Fénix, y cuánto de lo ideológico- político? ¿Cómo funcionó el péndulo entre lo familiar y lo político que dio origen a semejante obra?
-Se conjugaron ambas dimensiones, digamos. El descubrimiento de la mentira, de la tergiversación de algunas situaciones muy concretas como por ejemplo cuando nos decían que los indios eran vagos, salvajes, nómades, y de repente te enfrentabas, como me pasó a mí en el '72, con el Machu Picchu y se te rompía la cabeza. Y después veías el Pucará de Tilcara y te dabas cuenta de que todo era al revés de lo que te habían contado. Incluso lo confirmás cuando empezás a estudiar un poco para aprender del tema, y te encontrás con una cultura como la del alamito -300 años después de Cristo, en el Noroeste argentino-, donde por ejemplo aparece un escultor que hace 11 suplicantes en piedra horadada, algo que si ponés en un museo moderno parecieran ser esculturas de Henry Moore. Y ni hablar de todo lo que significaron las culturas maya, azteca e incaica.

-O la de los Valles Calchaquíes. Una de las partes clave de Taki… es precisamente la de Juan Chelemín y su rebelión en esas tierras (la tríada conformada por el texto 4, “Mutilaciones” y “La cabeza de Pedro Chumay”). Cuando salió el disco, si de lo otro se sabía poco, de esto no se sabía nada directamente.
-No estaba en nuestros libros. No existía. Los levantamientos en los valles Calchaquíes tuvieron un estudio tan mínimo, tan somero, que se pasaba como nada. Me hubiera gustado que eso fuera desplegado en toda la magnitud que significó esa rebelión de 13 años, contra el gobierno de Jerónimo Luis de Cabrera, en Córdoba. Aquellos rebeldes también fueron héroes de nuestra patria, como cualquiera de los que se estudian en las escuelas. San Martín, incluso, los reverenció. El primer interrogante para encarar Taki Ongoy fue precisamente ese: ¿por qué ocultaron tanto? Después está lo familiar, lo afectivo. Siempre cuento la anécdota de cuando iba al colegio y mi vieja me decía "peinate que parecés un indio". ¿Y a quién querés que me parezca si soy morocho, se me paran los pelos y tengo una abuela capayán? (risas). Pero bueno, a mi mamá le daba vergüenza y vos también te empezás a preguntar por ese lado ¿no? Empezás a mirar tu propia corriente sanguínea, tu ADN y tu identidad con mucho más amor. Y vas abandonando la sensación que te plantean las sociedades blancas cuando te señalan como un cabecita negra, que es lo que pasó –y aún pasa- políticamente en la Argentina.

La persecución a Evo Morales

“Evo Morales y algunos otros presidentes o expresidentes de América latina, como Rafael Correa, Fernando Lugo y el nuestro propio, que representan gobiernos populares, fueron, son y serán perseguidos por los intereses monopólicos hegemónicos de la economía internacional”, responde Heredia cuando la pregunta pasa por la sinergia inevitable entre la persecución a Evo Morales y el histórico sometimiento de los pueblos originarios. “Quiero decir que no me detendría solo en Evo, a quien efectivamente se está persiguiendo, aunque tanto como a los demás. Creo que los pueblos tienen que empezar a abrir los ojos y, al menos, intentar recibir otra información para anexarla a la que reciben cotidianamente por costumbre. Buscar qué se dice en otro diario, en otro canal de televisión y empezar a sacar conclusiones. De otra manera, nuestros países van a caer en manos de quienes nos están usufructuando la riqueza, el esfuerzo y el sacrificio”.

-De todas formas, la centralidad en Evo no tiene que ver solamente con que es perseguido, sino también con que es el símbolo o el arquetipo de la llegada al poder político de los sectores indígenas.
-Sí, pero aún defendiendo con garras y uñas la figura de Evo no me quiero aferrar a que solo lo persiguen porque es un indio. Lo persiguen porque, como quienes ya mencioné, ha intentado modificar la relación entre el trabajo y el capital.