Médula eterna para el tiempo acotado.

Cartílago, víscera y tendón.

Ave lujuria.

Halos otros qué, con caña de 98º, bailan frente a demonios de penes enormes en el quinto nivel de la mina Cerro Rico de Potosí.

Templos del infra hematíe, collar de mil seiscientas vueltas que lleva en sus quince cuellos la Sacerdotisa de la Leucemia.

Mito de origen, cúspide ideológica.

La historia, en círculos cuyos centros refulgen derrota, vuelve al rojo puesta en escena.

(Digámoslo ya, sirve a efectos de comprender y las obviedades no siempre son tan malvenidas.

Las divergencias entre puesta en acto, puesta de fe y puesta de sangre, la mayor parte de las veces, apenas si rozan la imperceptibilidad.)

Espectros epilépticos, alientos posesos, ¿les place sangrar?

Consuman la neta representación de la materia que adoran.

Bébanla, menstrúenla si la biología les da la posibilidad.

Hematomas divinos. Pústulas en el cuerpo de las estatuas y en las estampas pedagógicas.

Milagro de la multiplicación.

Catadura carnal entre la falta de flujo y el mieloma que sentencia un médico hematólogo interesado en su pecunio.

Golpe de fe al servicio del shock.

El mismo hierro para todos los clavos.

La misma hostia para la reina, para Liz y para mí.

La medida que se adecúa a todo.

Morcillas divinas para transfundir a los descreídos. Laboratorios que buscan primero fortalecer la epidemia para después aminorarla con remedios que ellos mismos fabrican, fraccionan y venden. Nadie más interesada en propalar y mantener enferma a la sangre que la industria de la salud. La química, como toda magia mal usada, está del lado de la Santísima Trinidad.

Sin visos pop es muy difícil sostener una religión.

Sin cariz religioso la estructura se descascara.

Sistema determinado por la contradicción.

Cualquier publicista sabe que la masa anhela a través de un estándar único e irrepetible.

Muchos vivirán en el dorado pero poquísimos accederán al oro.

Dios, desde el principio, hizo de su contingencia una puesta teatral.

Fieles forjados a fuerza de reliquias reproducibles cual panes.

Desahuciados de ocasión. Devotos actores a su pesar. Títeres de alma ancha y estrecho entendimiento. (Sé que estoy citando casi de memoria pero no recuerdo a quién).

A la severa tragedia le está absolutamente prohibido ausentarse, aún de forma temporaria, de los teatros de operaciones.

Acaso alguna vez, y con honor, regrese la comedia, más a momento –bajo cualquier forma que adopte– ella es lo interdicto.

Sólo se permiten obras qué, miedo mediante, pongan rezos en las bocas, adormezcan ansías y planten desesperación.

 

pd.

roja bestialidad, hecho político

las garras de la paloma, atravesada por el celo toda su vida, chorrean alma

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