Cuando me eligen para la Intendencia, el año anterior al Anuncio, el propio presidente me llamó para felicitarme. Era la primera vez que la izquierda ganaba en una ciudad grande del país, y aunque no éramos de su partido, él me dijo que contaba con su apoyo incondicional. Así que la mañana del Anuncio yo le retribuí desde el primer momento poniendo todo mi empeño en colaborar con la estrategia nacional.

No, de eso no te puedo hablar. Estas cuestiones son secreto de Estado y van a tener que esperar cuarenta años hasta que se abran los archivos. Pero lo que sí te puedo contar, es cuál fue mi experiencia. Yo salí a la calle mientras Maskarov comenzaba su introducción. Yo salí, porque ya había recibido información desde temprano y quería asegurarme en persona que la plana mayor de los hospitales y de las fuerzas de seguridad supieran lo que debían hacer y sobre todo lo que no debían hacer. (Risas)

Y en la esquina de 9 de Julio y Maipú paré un taxi, y ahí este taxista me lleva a hacer el recorrido por los hospitales, mientras sonaba el Anuncio por la radio. Él era un joven taxista que me demostró estar más a la altura de la circunstancias que la mayoría de mis asesores. Una de las cuales se tiró del puente (silencio). No la juzgo, pero si te dicen que te vas a morir en un año, por lo menos gastate la mecha. ¿No te parece?

Yo estaba acostumbrada a los pelotudos, yo era muy joven, y a los pelotudos les calienta ver una mujer joven con poder. Así que sentía el aliento de los machirulos que me rondaban como si fuera un trofeo. Pero él me miró como a mí me gusta, eso sí, espejo retrovisor mediante (risas).

Y yo estaba prendida fuego, calculá que la vida de miles de personas estaba en mis manos. Y me encuentro con este flaco que me llevaba en su auto silbando bajito, no como si el mundo se estuviera por acabar, sino como si recién estuviera empezando (risas). De vez en cuando me miraba por el espejito y se sonreía de alguna barbaridad que yo le decía por teléfono a mis asesores.

Antes de bajarme le dije que por haber demostrado compromiso con la patria en horas difíciles, en virtud de las facultades que me habían sido otorgadas para lograr la supervivencia del pueblo, él quedaba irrevocablemente designado como mi chofer personal.

¿Sabés lo que me respondió? (Silencio). "Qué lástima, porque pensaba irme a Trenque Lauquen, pero bueno, cuando el deber llama".

Lo que no hay que perder de vista, es que se vivía muy intenso en esos días. Cuando una vive sin saber si al otro día vas a estar o no, todo cambia: las relaciones cambian, la gestión cambia, el vuelo de los pájaros cambia, el amor, sin duda, se acelera. Cuando él me abrió la puerta, me bajé de su taxi, y le dije: ¿entonces? "A sus órdenes –me respondió– ¿no me ves las banderitas rojas en los ojos?".

Tal cual, de película fue, nos besamos y alrededor el mundo se caía a pedazos (silencio), esto más que para un documental da para una ficción, decime si no (risas). Pero así fue. Para mí, no pasaba de ser una aventura, para pasar la locura de tener que dirigir el éxodo de una de las ciudades más grandes del país.

¿Qué bien me trajo el Mal? Bueno, te lo acabo de contar, en mi vida privada, me trajo el amor, y en la pública ya sabemos. Fijate hasta que punto irrumpió en la vida de todas y de todos, que hasta aquel día ¿a quién se le iba a ocurrir que una intendenta podía salir con un tachero?

Y por una cuestión de clase: ¿No te acordás cómo era el mundo?

Fundido a negro. Aparecen imágenes de archivo de la mañana en que el presidente transmitió el anuncio de que toda la población estaba enferma, y a menos que se tomaran medidas revolucionarias, a todo el país le quedaba un año de vida.

*Último capítulo. Aislamiento será publicada en diciembre bajo el sello editorial Aguapey. FB Ciro Korol / IG @cirokolor