En 2005, Jorge Taiana era vicecanciller y Néstor Kirchner lo había designado coordinador de la Cumbre de las Américas que se haría en Mar del Plata. En 2001, cuando Fernando de la Rúa ofreció al país como anfitrión, se esperaba que la reunión le pusiera el moño al acuerdo del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que abarcaría a todos los países del continente excepto Cuba y que en la práctica significaba que el continente abría sus mercados a los Estados Unidos sin protección. Pero hubo un giro en la historia y la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, con Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula en los roles protagónicos, enterró al ALCA. A quince años de ese hito en la historia de la integración regional, Taiana, que fue el encargado de organizar el encuentro, cuenta cómo fueron las negociaciones políticas y las presiones internas y externas que hubo y reflexiona sobre el legado de ese acontecimiento en el contexto actual. “Algunos me decían, ‘Jorge, no te tenés que quemar, al final se busca un arreglo y se cede’. Yo respondía ‘si me tienen que sacrificar o sacar por eso, que me saquen’ –recuerda—pero Néstor me había dicho: ‘mantenete firme porque yo no voy a hacer nada que vaya en contra de los intereses del pueblo ni voy a hacer nada que me deje mal en la historia’. Y así fue exactamente lo que pasó”.

--¿Cómo se gestó la Cumbre de Mar del Plata?

En 2001 De la Rua ofreció ser sede de la Cumbre que iba a culminar con el proceso del ALCA. En tres cumbres anteriores todos habían firmado que estaban de acuerdo. En 2001, Chávez, que ya era presidente, no se presta al consenso. Pero los 34 países que participan, todos los de América menos Cuba, estaban de acuerdo. A partir de 2003, las negociaciones económicas se estancan. Ya era difícil alcanzar acuerdos. En 2003 hablamos con Néstor sobre que teníamos el desafío de hacer la cumbre. En 2003 faltaban dos años y parecía que nos desbordaba por la dificultad de organizar un evento de esa magnitud. Néstor tomó dos decisiones: hacer la cumbre y que la cumbre tenga un contenido propio de un gobierno peronista. Por eso planteamos que el tema tenía que ser el trabajo, que era un tema que había estado ausente en los 90. El lema fue “crear trabajo para combatir la pobreza y fortalecer la democracia”. Los 90 habían sido de flexibilización laboral, de las aperturas y desregulaciones económicas y de la reducción del rol del Estado.

--Cambiaron comercio por trabajo

--Dijimos ‘vamos a poner un lema peronista.’ Y la región lo aceptó. Pero en la versión que yo había propuesto decía “combatir” la pobreza para fortalecer la democracia y lo cambiamos por “enfrentar” la pobreza. Queríamos vincular los tres conceptos: que la pobreza está unida a la falta de trabajo y que sin trabajo y con pobreza la democracia es muy débil. Eso se trabajó desde mediados de 2003 hasta el 2005. Mientras, se iban empantanando las relaciones comerciales y todos los estudios del Centro de Relaciones Exteriores nos daban que un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos era negativo para la Argentina. Desde el punto de vista de nuestras exportaciones commodities había muchos inconvenientes porque Estados Unidos es un gran rival en los mercados internacionales y , por otro lado, tenía un efecto muy destructivo sobre la industria argentina. Además, pedían una serie de ventajas en relación a patentes, compras gubernamentales. Eran muchas ventajas para sus empresas y muchas dificultades para las pequeñas y medianas empresas argentinas que quedaban enfrentadas a la economía más grande del mundo. A medida que avanzaba la negociación el tema del ALCA se iba haciendo más difícil. Nosotros no lo incluíamos en el documento porque lo veíamos como imposible de firmar.

--¿Estados Unidos presionaba?

--En 2005 empezó una insistencia por parte de Estados Unidos, seguido en ese entonces por México y Chile. Empezaron a presionar para que en el documento se incluyera una cláusula sobre el ALCA. Y el debate empezó a ponerse más específico. El tema era si decíamos que no andaba o si decíamos que había que hacer un esfuerzo para desempantanarlo. Nosotros no queríamos decir nada, pero si querían poner algo, decíamos que no lo veíamos posible. Fue una discusión de cinco contra 29. La posición del Mercosur fue sólida, sobre todo a partir de marzo, que sube Tabaré Vázquez en Uruguay. Nicanor Duarte Frutos, de Paraguay, también jugó fuerte. Y estaban Lula y Néstor. A eso se suma Venezuela, que había estado en solitario. Venezuela tenía una realidad distinta porque el destino de sus exportaciones era Estados Unidos, su exportación básica era el petróleo. Y el origen de sus importaciones, sobre todo alimentos, era también Estados Unidos. La posición de Chávez era en cierto sentido más ideológica pero también buscaba abrirse hacia América del Sur para no depender tanto del comercio bilateral con Estados Unidos. Todos los pollos que se comían en Venezuela, por ejemplo, eran norteamericanos.

--¿Cuándo se dio cuenta la diplomacia norteamericana que esto iba a ser un fracaso para ellos?

--Por lo menos un par de meses antes. Lo que querían era lograr que saliera un compromiso de que un par de meses después podía haber una reunión especial en un país pro acuerdo. Pero el problema del ALCA es que Estados Unidos no ofrece nada. No es la Unión Europea negociando la incorporación de Europa del Este, que da una serie de facilidades. O como hizo con España o Portugal, que le dio una serie de fondos, subsidios para desarrollo o infraestructura. Nada de eso ofrece Estados Unidos. Solo dice “vos abrite y te ofrezco que vengan a competir a mi mercado”. En septiembre de 2005, en la ONU, hubo varios encuentros entre presidentes y ministros y ya quedó claro que no iba a salir.

--¿Se agudizaban las presiones?

--En el viaje a la ONU, después de una reunión que Néstor tuvo con empresarios, hablé en un subsuelo a solas con él. Le dije “Mirá, yo ya no aguanto más la presión. Todos preguntan cuándo va a estar el párrafo sobre el ALCA. Te van a empezar a llamar a vos, porque se van a dar cuenta de que yo no quiero poner nada”. Y así era, empezaron a llamar para arriba o llamadas indirectas a mí que decían otra cosa. Pero Néstor me dice: “Mantenete firme porque yo no voy a hacer nada que vaya en contra de los intereses del pueblo ni voy a hacer nada que me deje mal en la historia”. Y así fue, fue exactamente lo que pasó. Néstor cumplió.

--¿En el gobierno había diferencias?

--No todos coincidían con esa posición tan firme. Había algunos que daban consejos y decían “Viste como son estas cosas Jorge, no te tenés que quemar, al final se busca un arreglo y se cede”. Yo decía que estaba de acuerdo en que era inconveniente hacer mención al ALCA. “Si me tienen que sacrificar o sacar por eso, que me saquen”, respondía. Así llegamos a la reunión sin ceder. Esa noche, con todos llegados, (George W.) Bush en camino, nos mantuvimos firmes y salió un párrafo de compromiso bastante sorprendente que dice que algunos países consideran que no hay condiciones para firmar el acuerdo de libre comercio y otros países dicen que sí. Esa fue la resolución que encontramos para el tema. Ellos querían poner que eran 29 contra 5. Nosotros que no, que si no, no poníamos nada. Después estuvo todo el debate, pero ya estaba claro que no iba a haber apoyo al ALCA en esa reunión.

--Más allá de la declaración y de las negociaciones diplomáticas sobre cómo expresar lo que pasaba, la Cumbre fue un mensaje político fuerte de la conformación de un bloque autónomo, algo a lo que no estábamos acostumbrados.

--El bloque era chico, porque éramos cinco. Pero los norteamericanos se sorprendieron por encontrar una posición tan firme. Bush dijo algo que casi nadie le ha dado importancia pero es relevante. Después de que habla Néstor y queda claro que no va a haber acuerdo, Bush toma la palabra, no estaba contento, y lo que dice es: “al final no entiendo por qué tanto problema con un acuerdo de libre comercio si de lo que se trata es de ver cómo nos defendemos todos de China”. Lo cierto es que si uno mira los países que tienen más complementariedad con China y que más han exportado a China en buena medida han sido los del Mercosur y fueron los que más se opusieron al ALCA. La única excepción era Chile, cuyo principal destino comercial es China y tenía una posición a favor del ALCA. Ellos decían que si entrábamos todos nos íbamos a poder defender mejor de Estados Unidos.

--Bush quería que lo defendiéramos a él de China.

--Claro. Ese era el punto. Hay países de Centroamérica y Caribe donde China sí aparece como competencia, sobre todo en ese momento, de la posibilidad de vender la maquila a Estados Unidos. Lo que tuvimos claro era la etapa de la globalización que estábamos viviendo. Para nosotros estaba claro que el mundo iba a avanzar hacia un multipolarismo, que iba a haber potencias emergentes. Veíamos lo de China, veíamos Rusia, India y un mantenimiento de la fortaleza de la Unión Europea. Por esta razón nos parecía negativo subordinarnos a Estados Unidos y tenerlo de interlocutor con el resto del mundo cuando nosotros confiábamos en que este mundo manejado por Estados Unidos se iba a transformar en un mundo multipolar. Nos permitimos libertad de movimiento para hacer alianzas con las potencias emergentes. Eso fue el punto central de por qué el rechazo al ALCA fue una decisión estratégicamente correcta. Iba unida a la idea de que había que hacer una integración regional, por eso se fortaleció el Mercosur y se creó la Unasur. La integración al mundo no debía ser subordinada a los Estados Unidos sino entre iguales.

--¿Es verdad que Néstor le pedía a Chávez que hablara mucho para cansar a los demás?

--En un momento Néstor salió a negociar algo y estaba hablando Chávez. Me dejó a mí de presidente y me dice “que siga hablando largo, que los canse a los otros”. Sobre todo había muchos caribeños que no se animaban a meterse en la batalla.

--¿Tenían temor a represalias por parte de Estados Unidos?

--No se hablaba, pero si dependés de los turistas que te lleguen de American Airlines o de Canadá sos muy prudente en cómo te manejas. Sobre todo si no tenés mucha fuerza.

--En las cumbres suele haber contracumbres de protesta pero en esta oportunidad fue casi organizada oficialmente ¿Cuál fue el rol de esa contracumbre?

--Fue una contracumbre no contra todos, sino en apoyo de las autoridades que hacían la Cumbre. Mostró que había una emergencia social y de movilización amplia en contra de los acuerdos de libre comercio. Que la ola expansiva del neoliberalismo y aperturas económicas estaba en crisis y que había en muchos países movimientos de reacción. En la contracumbre estuvo Evo Morales, que unos días después ganaba las elecciones. Había un ambiente de rechazo a las consecuencias que había producido la apertura económica, el desmantelamiento del Estado, las privatizaciones de las empresas públicas, que en muchos países habían traído un aumento de la pobreza, mayores desequilibrios sociales y desempleo. El país anfitrión permitió que se llevara a cabo una gran movilización. Y eso no estuvo alejado a la decisión de que la cumbre se hiciera en Mar del Plata, a 400 kilómetros, una distancia recorrible. Una norma tradicional hubiera sido hacerla en Bariloche. Hubo voluntad de mostrar el estado de los movimientos sociales y los trabajadores.

--¿Cuál fue el legado de esa cumbre?

--Que en un mundo globalizado la integración tiene que ser entre iguales, que la integración no tiene que ser subordinada. Que acertamos en ver que venía un mundo multipolar, donde hay que asociarse con otros que sean pares y hay que tener capacidad de maniobra y no estar subordinados a ningún poderoso. No ponerse detrás de Estados Unidos y que Estados Unidos te negocie como parte del backyard, que es lo que intentaron hacer los últimos cuatro años.

--¿Cómo definiría la actualidad en la región?

--Es una región en disputa. Hay una disputa acerca del modelo de desarrollo a seguir. Si un modelo que siga siendo periférico, marginal, subordinado a los intereses del mercado mundial y de producción de commodities y extractivismo o si es capaz de plantarse y desarrollar un modelo de integración regional con capacidad de tener un desarrollo sustentable con generación de trabajo digno, cadena de valor, resistir presiones del mundo globalizado y tener una voz que se pueda hacer escuchar. Va a depender mucho de la habilidad de los dirigentes. La integración regional es mucho más necesaria que antes, aun cuando las condiciones políticas pareciera que son más complejas

-- ¿Y cómo impacta el resultado de las elecciones en Estados Unidos en la región?

--Desde la perspectiva de la Argentina, de la región y del mundo conviene una derrota de Trump. Un liderazgo tan autoritario, tan agresivo, tan descalificador y despectivo hacia la democracia, hacia la soberanía de otros países, tan racista y tan xenófobo no es un buen ejemplo para nadie y es peligroso.

--Con los demócratas tampoco ha ido bien

--Pero ahora hay una degradación de la democracia. Un presidente que felicite el golpe en Bolivia como hizo Trump con los militares... Biden, por otro lado, va a poner más en valor el medio ambiente y nosotros tenemos cosas para decir en medio ambiente. Eso si gana Biden, que sería lo razonable.