Una máxima literaria bastante aceptada y difundida es que nada bueno sale de un panfleto. Es decir: nada bueno surge del acto proselitista que contrabandea causas a través de la literatura. Tundra, el libro debut de la británica Abi Andrews que acaba de ser editado en Argentina por Chai, rompe con esa premisa y se ríe de ella. No por panfletario, sino por comprometido. "No es un manifiesto", le dijo la autora a El NO, desde un paraje rural de Australia. "Pero es el modo en el que puedo decir aquello que me preocupa o interesa."

Hay críticas que plantean que el discurso político de Erin puede ser molesto, ¿qué pensás?

--Es típico que algunas personas respondan con la idea de que una mujer joven con opiniones fuertes es molesta, pero creo que hay algo más ahí, que es el rechazo a la escritura política en novelas, la idea de que lo explicativo o didáctico carece de arte y corrompe las historias. Una mirada que, convenientemente, sostiene la hegemonía y el status quo. Erin es un personaje de ficción, una joven que está aprendiendo sobre el mundo, empezando a definir cómo lo ve y cómo va a ocupar su lugar en él, y el texto es esencialmente su diario íntimo. Y eso sobre todo creo que genera identificación y empatía.

La tundra es el bioma más gélido del planeta, donde casi no hay vegetación y todo es frío, desierto y soledad. Ese nombre eligió Virginia Higa al traducir esta novela publicada originalmente en 2018 en el Reino Unido bajo el título The Word for Women is Wilderness. El libro repasa las aventuras de Erin, una joven viajera londinense que deja su casa para hacer una travesía hasta Alaska. Y que, tras terminar los estudios, decide "experimentar el mundo".

¿Por qué? Porque está cansada de ver que los aventureros de montaña con los que siempre se identificó son hombres, y están arruinando el planeta. Y busca indagar de la piel hacia adentro, por medio de la vivencia extrema de la piel hacia afuera: de la soledad a una especie de verdad propia.

El reverso de los panfletos

La búsqueda de Abi Andrews, que empezó a escribir el libro en la universidad en la que estudiaba escritura creativa, pareciera ser la de hacer una actualización eco-feminista de Into the Wild, con los dilemas hiperactuales y la denuncia constante a flor de piel. Por momentos parece que lo panfletario le va a arrebatar contenido a la experiencia, pero cuando dejás eso de lado, cuando entendés que lo de Erin no es pose, sino que Erin experimenta, narra, piensa y siente, te entregás a ese discurso sin más.

Entonces se cuelga del panfleto, de la causa, tira de ella, la analiza sesudamente y cuando parece que va a lanzar el discurso prefabricado aparece, luminosa, la ironía: la seguidilla de imágenes construidas narrativamente para ponerle humor, altas dosis de ingenio, a una protagonista que no se come una y que está siempre con el cuchillo entre los dientes.

Desde un refugio de vida salvaje en Australia, donde está desde hace un año trabajando con un grupo de rescate de animales, Andrews contó que está escribiendo una nueva novela sobre un antropólogo que hace voluntariado en una biblioteca de un centro social. Pareciera que todos sus escritos remitieran inevitablemente a cuestiones que la preocupan.

"No digo que todo lo que se escriba tenga que ser político o ético, ni estoy diciendo qué deben hacer o pensar los escritores; aunque creo que escribir algo que 'no es político' es, en sí, una decisión política. Pero la escritura que me interesa escribir, y mayormente la que leo, está enfocada en el poder que el lenguaje tiene para cambiar el mundo de un modo silencioso, y que usa ese efecto a modo de hechizo o conjuro. Estamos rodeados de un montón de retórica envenenada por estos días, y personalmente siento la necesidad de escribir contra eso."

Entre canguros, wallabies, y pademelons, que son "como canguros del tamaño de gatos, viven en el bosque y son muy descarados", la autora de Tundra se deshizo de la idea de que Erin estuviera basada en su propia experiencia: "Vine a Australia hace un año y el libro ya tenía dos de haber sido publicado", separa.

Pero hay algo de tus intereses en ella...

--No escribí el libro basado en mí, y nunca fui a los sitios sobre los que escribe, pero diría que Erin está ligada emocionalmente a mí de algún modo, en el sentido de que siempre me pregunté cómo me habría sentido viajando como Erin, a los 18 años. Y en que también refleja los temores que yo siento como una mujer haciéndose adulta en el llamado Antropoceno. Quería capturar la apertura hacia el mundo que puede ocurrir cuando experimentamos el tipo de pasaje a la adultez que Erin está viviendo, y el tipo de viajes intelectuales a los cuáles puede llevarte.

Los dientes de la esperanza

Aunque no hay una relación biográfica entre Erin y Abi, hay intereses comunes. La experiencia de ser mujer y adolescente entrando a la adultez, y la noción de valores que han traído al mundo hasta un límite. No hay razones para preguntarse qué estuvo primero; pero mientras respondía, casualmente Andrews abrazaba dos marsupiales parecidos a ardillas que está criando antes de liberarlos en la naturaleza.

"Todos conocen a los koalas y los canguros, pero no tenía idea de que hay cuatro tipos de marsupiales que se deslizan por los árboles como ardillas voladoras. Australia es uno de los países con más biodiversidad, y quería conocer sus especies mejor, mientras hacía algo pequeño para ayudar en la actual crisis de extinción que ocurre aquí", le dijo a El NO. También recomendó el último libro que leyó: Fathoms: the World in the Whale, de Rebecca Giggs, "un libro brillante sobre las ballenas y el modo en que nos han unido históricamente, y cómo representan una especie de conciencia ecológica global".

Andrews desarrolló el fuerte punto de vista de Erin antes de que oyéramos hablar de Greta Thunberg, pero el surgimiento de jóvenes activistas liderando protestas y trayendo discursos fuertes la pone "muy feliz", dice. "Cuando empecé a escribir, parecía haber mucho nihilismo en el aire, y estigmatización alrededor de quienes se preocupan demasiado por las cosas. Pero tras la aparición de Greta y las huelgas estudiantiles, todo se siente distinto. Los jóvenes están enojados y creo que estamos viendo lo que el escritor China Miéville llama 'esperanza con dientes'. No es una esperanza pasiva, es gente actuando por los cambios que quieren o, al menos, rehusándose al futuro que se les ha ofrecido.

En un fragmento de Tundra, Erin hace una larga disquisición acerca de cómo el hombre puede hacer una búsqueda de sí mismo y lo auténtico, de dominación de la naturaleza, mientras que eso es algo que, escribe, a la mujer le está vedado. Allí va entonces Erin, a bordo de camiones prestados, barcos pesqueros, trineos tirados por perros en Groenlandia y mucho más. Tundra es una novela iniciática, política, es poética, es de viaje, es de descripción, de acción y de introspección: es muchas cosas en una.

¿Cómo relacionás el feminismo con la cuestión ambiental?

--No puedo desenredar mi escritura de nuestra actual situación ecológica. Escribo para asir algo de lo que es ser un humano, creo, y una parte intrínseca de ser humano es estar en relación con el mundo natural. Del mismo modo, creo que ser humano trae aparejado responsabilidades para con el mundo y el desastre que hemos hecho con él. Siento que tengo una especie de obligación ética como narradora, de comunicar las razones que veo para estar en armonía con el mundo, y la importancia de amar el mundo porque necesita nuestra atención urgente. Y creo que todo el desastre está ligado al capitalismo y el patriarcado, y que la lucha por el planeta es inseparable de la pelea por la liberación de la mujer y de todos los oprimidos.