La felicidad hay que vivirla entre libros. El sol de la tarde derrocha intensidad en el Parque de la Estación de Perón y Gallo; es la maravillosa vibración de las presencias que regresan. Los cuerpos no están amputados (y extenuados) por las pantallas. Los puños se chocan, los coditos se rozan; los ojos chispean y desde los márgenes de la cara, esa parte de la piel no cubierta por el tapabocas, se adivinan las sonrisas. Los 41 puestos con libros dibujan la coreografía de la alegría en el aire: vuelven los lectores al espacio público, gracias a la Feria de Editoriales y Librerías de la Ciudad de Buenos Aires (FELBA), organizada por la Fundación El Libro y el ministerio de Cultura de la Ciudad, con entrada libre y gratuita. La FELBA, que se extenderá hasta el martes 8 (de 12 a 19 horas), es la primera feria presencial del país y de Latinoamérica, en un año en que las ferias de libros del mundo se cancelaron y adoptaron la modalidad online.

Tocar o no tocar los libros, una suerte de adaptación pandémica del dilema de Hamlet, parece el interrogante esencial de la experiencia de los lectores, atribulados frente a las tensiones que se producen entre la voluntad y la realidad. Una tensión que alcanza también a los más de 40 expositores, que están ubicados en el centro del Parque de la Estación y en la galería del Galpón Ferroviario, entre los que se destacan Corregidor, Asunto Impreso, Galerna, Letra Viva, La Coop Librería, Ediciones de la Flor, Sudestada, Noveduc, Albatros, Alamut Libros, Imaginador, Infancias Libres, Ediciones Akal y Editorial Biblos, entre otras. Matías Carioli, un joven parecido al rapero Wos, desde el stand de la editorial Prometeo, especializada en Ciencias Sociales y Humanidades, aclara que supone que cada expositor decide. “Yo dejo que toquen los libros. Hay gente que pide permiso. Si no dejás que agarren los libros, se vuelve muy difícil. Igualmente, a la hora del cierre se hace una limpieza con alcohol de cada uno de los libros, la tapa y contratapa”, aclara Carioli a Página/12. “Esto es necesario; a esta altura está bueno que haya una feria al aire libre, que se puedan formar estos espacios”. Los más vendidos en Prometeo fueron La guerra contra las mujeres, de Rita Segato, la última escritora que inauguró la Feria del Libro en la Rural, en 2019; Las mujeres en la América Latina colonial, de Susan Socolow; y Periodismo. Instrucciones de uso. Ensayos sobre una profesión en crisis, con prólogo y selección de Reynaldo Sietecase.

Valeria --que vive en Villa Adelina y se tomó un colectivo para llegar a la FELBA-- acaba de comprar dos libros en el stand de La mariposa y la iguana, una editorial de poesía, temáticas de género y diversidad sexual: Gordx el que lee, un libro sobre disidencia corporal y sexual; y La existencia de la Mocha Celis o la visibilidad en la invisibilidad educativa, de SaSa Testa. “Compré estos libros por un interés familiar: mi hijo cursa el último año en la Mocha Celis, así que tenemos una cuestión afectiva con ese espacio de lucha desde antes, pero ahora más. Buscamos para leer en casa libros que salgan del binarismo, que se abran a una lectura distinta y a mirar la realidad de otra manera”, plantea Valeria, empleada en una obra social y docente. “Me gusta más la feria al aire libre que la de la Rural”, confiesa Valeria entre risas. “Nos pareció una buena salida volver a mirar libros, encontrarnos con gente, volver a buscar literatura. Internet nos saturó. ¡Basta de pantallas! Queremos encontrar cosas para leer entre todes. Volver a salir con mis hijos, en espacios abiertos con gente, es irremplazable”.

Los indómitos rulos de Dafne Pidemunt bailan la danza de las carcajadas. Poeta, editora y gestora cultural, editora junto a Leticia Hernando en La mariposa y la iguana, celebra la posibilidad del reencuentro y de poder contarle a la gente sobre los libros que edita desde 2009. “Yo me había olvidado lo que era una feria y estoy festejando, más allá de las ventas, porque la realidad económica nos está golpeando duro a todos los sectores. No es que el sector del libro es el más golpeado. Todos los sectores están golpeados, pero la gente igual tiene ánimo de comprar y sobre todo escuchar. Hay una disposición muy linda y para mí hablar con la gente es una gran alegría”, reconoce Pidemunt. En pocas horas vendió más de 25 libros, una cifra importante para una editorial independiente y autogestiva como La mariposa y la iguana.

--¿Cómo hacés para recomendar libros?

--Soy bastante intuitiva. Primero miro sin que se den cuenta qué título están mirando y en relación a eso empiezo a comentarles un poco y los voy guiando hacia otros títulos que se pueden tocar en cierto punto con el tema. La mujer que se llevó La existencia de la Mocha Celis, no había visto Gordx el que lee y le empecé a contar de las disidencias corporales, además de las disidencias sexuales, y se terminó llevando los dos libros. Se trata de tener la capacidad de ver qué le puede interesar a la persona; hay que estar muy atenta.

La emoción de Adriana Rodríguez, de La Libre, una cooperativa de libros y cultura vinculada con el mundo de la edición independiente y alternativa, desborda su cuerpo. “Adri”, como prefieren que la llamen, es una colombiana que hace casi nueve años que vive en Argentina. Su primer barrio fue esta zona limítrofe entre Balvanera y Abasto, donde está el Parque de la Estación. “El proyecto La Libre es lo más hermoso y superador y me hace muy feliz porque es cooperativo. Todes somos compeñeres; las decisiones son en conjunto. Si las librerías trabajaran cooperativamente, sería mucho más lindo por el hecho de sentirse cada vez más compenetradas con una forma de vida”, subraya esta joven que trabaja hace un año y medio en la librería La Libre, en el barrio de San Telmo (Chacabuco 917).

“Lo lindo es encontrarnos con otros compañeros libreros, de otros proyectos como el de Infancias Libres, otras editoriales cooperativas con las que también tenemos muy buena relación, como La Coop o el Grupo Editorial Sur. El hecho de vernos y no estar mediados por las pantallas también nos hace muy felices. Es un encuentro con la gente del barrio, con los que se enteran por las redes y vienen, pero también es un encuentro al interior, con gente que ya conocemos y laburamos hace un montón de tiempo. ¡Qué bueno vernos acá, qué bueno volver a estar en la calle! Eso da un plus de sentirnos contentes”. Uno de los más vendidos en La Libre fue Diario del dinero, de Rosario Bléfari, editado por Mansalva; y Manual de parapsicología y La máquina de pensar en Gladys, ambos de Mario Levrero, publicados por la uruguaya Criatura Editora.

 

“Al comienzo de la pandemia nos preguntábamos, ¿cómo reinventarnos? ¿cómo mutar y seguir existiendo? Una de las ventajas de la cooperativa es que vamos laburando en equipo entre todes para no caer y cerrar –dice la vendedora de La Libre-. Ahora encontramos la conjugación entre la venta virtual y las redes; entre nosotres acercar la lectura a les lectores, encontrar las formas de envío al gran Buenos Aires, al interior. Pero al principio era todo una novedad, y la pregunta era: ¿cómo lo hacemos? Siempre con la idea de seguir siendo, nunca con la idea de que esta pandemia nos venció”.