Cuando se anunció, a fines de septiembre, que Amazon estaba por lanzar una serie sobre Menudo, las expectativas eran altas. La pregunta central, la que estaba en boca de todes, tenía que ver con la manera en que se abordaría el camino a la fama de su ex integrante más famoso: Ricky Martin. ¿Hablarían acerca de las presiones que recibió de la industria para no decir que es gay? ¿Se lo vería hablando con sus compañeros del tema? ¿Habría, tal vez, alguna escena jugosa acerca de su vida sexual en la pubertad? La respuesta es tan simple como decepcionante: pues no, mi ciela.

Súbete a mi moto, que toma el título de una de las canciones más populares de Menudo, se estrenó por Amazon Prime. Llegó después de la primera temporada de la biopic de Luis Miguel y del documental de los Parchís, dos proyectos con los que Netflix logró conquistar al público hispanoparlante y dominar la conversación pública durante algunas semanas a fuerza de memorabilia, suspenso y algo morbo. Sin embargo, la serie creada en torno a la boy band más famosa de la historia de Puerto Rico se quedó a mitad de camino.

NO SOY DE AQUÍ NI SOY DE ALLÁ

Concebida como un híbrido entre la biopic tradicional y una telenovela, Súbete a mi moto no termina de ser una cosa ni la otra. Para biopic le falta drama y para telenovela no tiene ritmo. Por un lado, nos presenta la historia de Menudo de una manera cronológica y desde el punto de vista del creador y mánager de la banda desde sus inicios en 1977 hasta su despedida final de 2008. Edgardo Díaz, el productor nacido en Panamá de padres boricuas, el hombre ambicioso y voraz, el workaholic que supo ver que había un nicho para un grupo musical infantil que podía arrasar en América Latina, es el protagonista absoluto. No sólo la historia gira en torno a él sino que su punto de vista es el que va ordenando los hechos a lo largo de los quince capítulos de cuarenta y cinco minutos de duración que tiene la serie. Por el otro, está la estructura de la telenovela que tal vez fue pensada como un homenaje al género televisivo más latinoamericano de todos que tuvo su época de gloria durante los mismos años que Menudo llenaba estadios y hoy atraviesa unos días más apagados. Un Edgardo Díaz del presente se pone a recordar su pasado a partir de una serie de conversaciones con Julieta, una periodista treintañera que se obsesiona con él. Así, en un plano tenemos el relato acerca de cómo hizo el productor para instalar a su grupo musical de niños boricuas en la escena global y en el otro tenemos a la vida íntima de Julieta y Renata, su madre. ¿Cuáles son los ingredientes esenciales de cualquier telenovela? Los secretos guardados durante demasiado tiempo y el misterio en torno a la filiación de la protagonista. El secreto que se estira como un chicle hasta el final tiene que ver con el padre biológico de Julieta y la posibilidad de que esté vinculado de alguna manera a Menudo, la banda de la que Renata era fan en su adolescencia y por la que ahora siente un rechazo muy marcado.

DORIAN GRAY PARA NIÑXS

El carril de la historia que tiene que ver con el recorrido profesional de Menudo se parece más a un análisis sociológico que a una obra de ficción. Vemos a Edgardo Díaz explicar cómo funcionaba el mercado latino fundamentalmente en los setenta y los ochenta, su decisión de apostar por un público regional más allá de las dificultades económicas y políticas que atravesaban a la mayoría de los países de la región. Lo vemos defender su concepto de Menudo, ese que estipulaba que los integrantes eran rotativos y que debían cambiar cuando cumplieran una edad determinada que se fue ampliando o cuando les cambiara el timbre de voz. Lo vemos elegir a sus "nenes", como le gustaba decirles, en una gran cantidad de audiciones, y vemos a esos mismos nenes cantar sus canciones una y otra vez. Tal vez demasiadas. Probablemente la recreación de los conciertos, con sus ropas brillantes y ajustadas y los escenarios cada vez más grandes, sea un guiño nostálgico para les que fueron niñes en los ochenta. El problema es que deja afuera a los que se acercan a la serie por razones alejadas de la nostalgia y que se pueden aburrir con la interpretación de canciones enteras y repetidas en cada uno de los capítulos que confirman la serie.

Desde su estreno, se ha hablado en muchos medios y en las redes sociales acerca de los conflictos que se generan a partir de la decisión de que Díaz maneje el relato de la serie igual que manejaba a la banda: con puño de acero. Lo que podría haber generado un intercambio interesante acerca de la industria latinoamericana y debates acerca de la incidencia de Menudo para todos los que los siguieron (pensemos que su modelo de negocios incluía discos, revistas, segmentos televisivos, presentaciones en festivales, fotonovelas y hasta telenovelas propias) se convirtió en comidilla de los portales que consideran que el chimento es la única forma del periodismo de espectáculos. Se sucedieron acusaciones de algunos ex miembros que denunciaron haber sido acosado por Díaz y personas de su entorno con declaraciones de otros ex miembros que afirman no haber visto nada al tiempo que les creen a sus compañeros. Se formó una especie de módulo o template por el cual la mayoría de las notas publicadas sobre la serie incluyen a los mismos declarantes diciendo las mismas cosas en programas mexicanos y en sus cuentas de Instagram. Las denuncias de acoso quedan así expuestas en el juego de las peleas mediáticas y tampoco reciben la atención que merece. Díaz, por su parte, se mantuvo en silencio.

EL SILENCIO DE RICKY

Un silencio que hizo aún más ruido es el de Ricky Martin, la estrella internacional que surgió de esas filas. Ricky estuvo en Menudo de 1984 a 1989, es decir de sus doce a sus diecisiete años. Ahí es donde aprendió a pararse frente a un escenario, a lidiar con miles de fans, a negociar contratos y probablemente a callar. En su carta de marzo de 2010 en la que salió del clóset, decía por ejemplo que "mucha gente" le dijo que no era importante hacerlo y reconocía que no estaban dadas las condiciones para decirlo "cinco o diez años atrás". Si eso aplica a la etapa en que se consagró como un cantante latino en Estados Unidos, Europa y América Latina, cuando cantaba sobre la vida loca y hacía las canciones de los mundiales de fútbol y ya podía tomar decisiones sobre su carrera, se puede inferir que aplica aún más a la época en la que todo dependía de la aprobación de Díaz.

Ricky no dijo nada sobre la serie aunque por supuesto que habló sobre Menudo en los últimos años. En una entrevista en el living de Susana Giménez de 2013, por ejemplo, contó que entrar a la banda era para él "la única forma de poder ser famoso, era un grupo puertorriqueño reconocido en todas partes del mundo". Su camino del héroe que aparece en la serie y en esa entrevista con Susana dice que Ricky fue al casting cuatro veces hasta que finalmente lo aceptaron y pudo cumplir su sueño. Menudo no le dio solamente la oportunidad de hacerse famoso sino que también le permitió conocer a su amigo Robi Draco Rosa, que compuso algunas de sus canciones más populares y le produjo algunos discos, y a Joselo Vega, el coreógrafo de la banda que es su mano derecha hasta el día de hoy.

Súbete a mi moto muestra algunas facetas del sufrimiento de sus integrantes. Las jornadas extenuantes de trabajo mientras seguían yendo a la escuela, la opacidad de los contratos, la distancia creciente entre los niños y sus familias, los primeros acercamientos a las drogas y al acoso de algunas fans. Lo que muestra es tan importante como lo que omite y el dolor de Ricky por tener que ocultar parte de su identidad en pos de pertenecer, en una industria y en una región tan machistas sobre todo en esa época, quedan fuera de plano. La serie de Amazon nos ofrece subirnos a la moto para hacer un viaje que puede ser un buen insumo para ensayos académicos acerca del modelo de negocios de un grupo musical que llegó de una isla "que nadie ubicaba en el mapa" a tocar en las Filipinas, Japón y a entregarle un premio a Michael Jackson, entre muchas otras proezas. Para recorrer el camino de su discípulo más importante y entender un poco mejor acerca de lo que tuvo que ceder en el viaje, tal vez debamos hacer dedo y subirnos a otra moto.