Producción: Javier Lewkowicz

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Lo que está en juego

Por Matías Vernengo *

Los números de la economía no son alentadores. A pesar de la recuperación en el último trimestre, en el balance de los tres trimestres del 2020 el Producto Interno Bruto (PIB) acumuló una baja de casi 12 por ciento interanual. Y hay que recordar que la economía venía de una crisis desde el 2018, con el PIB alrededor de 15 por ciento por debajo del pico en el último trimestre de 2017. Aunque la economía siga la recuperación en el último trimestre, la recesión será elevada en perspectiva histórica. Además, la recesión lleva tres años y antecede a la pandemia, que simplemente la ha profundizado.

En el 2021, en la medida que las restricciones de la pandemia vayan pasando, con la vacunación, que no será inmediata y depende de negociaciones con productores internacionales, será posible una recuperación un poco más vigorosa. Pero es importante notar que la salida de la crisis epidemiológica y la normalización, en la mejor de las hipótesis, no tendrá impacto hasta casi el final del año

Además, las posibilidades del gobierno están acotadas por la renegociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y lo mejor que se podría esperar es un cese de pagos por algunos años. En el 2020, la rápida y positiva renegociación de la deuda externa en dólares acumulada durante el gobierno de Mauricio Macri permitió reducir los pagos en dólares, y eliminar una de las fuentes de drenaje de reservas internacionales. Pero la perdida de reservas y la devaluación de la moneda han persistido.

En este contexto, es improbable que la economía recupere los niveles del 2017 en el próximo año, lo que prolongaría la crisis por casi cinco años. Media década perdida, siguiendo una década de crecimiento lento. Si hay un lugar donde el estancamiento secular es una realidad es en la Argentina. La crisis es estructural y remonta a los años 70, cuando se cerró el ciclo expansivo de la industrialización, y representa el fracaso de los tres experimentos neoliberales. Hasta ahí el PIB per cápita crecía, menos que el resto del mundo desde los años 30, que muchos ven como un descalabro exclusivo del peronismo y del proceso de sustitución de importaciones, pero desde los años 70 se ha estancado. No hay duda que la industrialización no fue suficiente para promover el desarrollo, pero tampoco debería haber duda del completo fracaso de las políticas neoliberales.

Pero eso no quiere decir que el neoliberalismo haya desaparecido, y el riesgo de una recuperación lenta, es justamente su retorno en las próximas elecciones. El péndulo entre gobiernos nacionales y populares, intentando favorecer la acumulación en pesos, y gobiernos neoliberales, que promueven la integración económica como solución, en última instancia favorece a los últimos, una vez que es más fácil destruir instituciones que construirlas. Por eso es imprescindible que la recuperación sea lo más pujante posible, y en términos técnicos lo que es necesario, a pesar de que la economía convencional ofusque el entendimiento, no es complicado.

Hay que expandir la demanda sin aumentar la necesidad de dólares, mantener los controles de capital y elevar las tasas de interés para acumular reservas y pesificar a la economía. Para eso hay que promover proyectos de inversión pública que reduzcan la necesidad de importar, y al mismo tiempo promuevan a los grupos empresariales locales, haciéndolos socios de la acumulación en pesos. Hay que recordar que las burguesías nacionales fueron en gran medida creadas por estados desarrollistas, y no al revés. 

Hasta el FMI aprueba, en este contexto, medidas expansionistas keynesianas y controles de capital. Es claro que las dificultades de este proyecto no son exclusivamente, ni predominantemente técnicas. La división no está solo en la sociedad, sino dentro del mismo gobierno. Lo que está en juego en la recuperación de la pandemia es el modelo de acumulación, y si la sociedad argentina va a ser para todos o para muy pocos.

* Profesor, Bucknell University.

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Recuperar la agenda del crecimiento

Por Federico Cagnani **

La agenda económica de 2021 estará marcada por una incipiente recuperación del PBI. El plan económico del gobierno es claro y sencillo: apostar por una producción nacional heterogénea, el consumo popular e inclusivo y la inversión empresarial, en un marco donde el Estado regule los intereses de todos los sectores que forman la sociedad.

La política económica ya empieza a mostrar algunos resultados positivos. Variables claves como el empleo privado, algunos sectores de la industria y la construcción han dejado de caer o crecen interanualmente, a la vez que comienza la reactivación de rubros muy frenados por la pandemia. En materia financiera, el dólar se estabilizó y se redujo la brecha cambiaria, el riesgo país descendió 5 por ciento y el índice Merval subió más de 20 por ciento. 

De a poco, el BCRA comienza recomponer reservas, mientras que los activos en pesos obtienen rentabilidades reales positivas. Si bien el cierre de este año mostrará niveles inflacionarios aún elevados, se logró bajar 20 puntos porcentuales respecto del último año del gobierno macrista. Para que la situación no se desborde y terminar el año con una suba menor a 2019, se congelaron las tarifas de los servicios públicos y los precios de bienes esenciales como combustibles. Se optó por reforzar y ampliar el programa de Precios Cuidados, se establecieron precios máximos y se intensificaron los controles coordinando con municipios. 

El año próximo se presenta desafiante en materia inflacionaria, pero partiendo de mejores bases en que nos dejara el neoliberalismo. El objetivo no está puesto en una baja abrupta de la inflación, lo que supondría aplicar un ajuste económico feroz e inaceptable sobre la población argentina, sino en una curva descendente suavizada, para culminar en el mediano plazo en niveles acordes a una economía en desarrollo. Dominar la ansiedad y las expectativas será clave para tener éxito en el proceso desinflacionario, que para 2021 se fijó en 29 por ciento.

Las variables que presionaran al alza de los precios y plantean algunos interrogantes serán el descongelamiento tarifario, la necesidad de recomponer ganancias de algunos sectores empresariales golpeados por la pandemia en un escenario de puja distributiva y las expectativas de qué ocurrirá en materia económica en nuestro país en particular y en el mundo, ya sea por la pandemia, el precio de los commodities o el frente externo.

Respecto de la puja distributiva, será necesario recomponer el salario de tal forma de alcanzar una mejora que sea un punto de partida para alzas sucesivas. El consumo es un componente fundamental de la demanda agregada a la hora de pensar una recuperación. Si bien este año el salario real no tuvo avances significativos, en un contexto muy adverso se logró frenar la caída de 12,1 por ciento en 2018 y 8,4 por ciento en 2019. 

El gobierno busca controlar las expectativas negociando subas de salarios y de precios. Habrá que monitorear permanentemente las subas en bienes de consumo masivo, como alimentos y bebidas. Los acuerdos de precios son un instrumento efectivo y socialmente aceptado para evitar alzas abusivas, como el flamante programa de descuentos para cortes populares de carne vacuna. La reglamentación de la Ley de Góndolas también servirá a tales efectos, sumado a los rigurosos controles municipales. Lo importante es que el gobierno ha demostrado que no se guarda ninguna carta a la hora cumplir sus objetivos.

Así, si el contexto sanitario global lo permite, al año próximo será el comienzo de un nuevo y duradero ciclo económico de crecimiento e inclusión. En ese rumbo, llegó la hora de que los grupos económicos dominantes den un paso para cambiar el chip. Se animen a apostar fuerte y sin temor por un modelo productivo basado tanto en la inversión real y en la ganancia empresarial como en la generación de empleo y el salario. Un modelo que combina Estado con un empresariado nacional fuerte, pero sin descuidar la necesidad de mejorar la distribución del ingreso, que constituye la base del modelo económico justicialista.

* Docente de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda.