Podríamos llegar a afirmar que será la noticia deportiva más importante del 2021, pero sería mentira. Simplemente porque quienes conocen con detalle la trayectoria del ajedrecista ruso-argentino Vladimir Arnoldo Messi se cuentan con los dedos de una mano (y nos estarían sobrando el pulgar y el meñique).

Antes de confirmar que este ignoto cultor del llamado “juego ciencia” visitará en febrero las instalaciones del Club Atlético River Plate para disputar una partida ante el crédito local Nico Fiori, debemos decir algo sobre su larga pero intrascendente vida.

Vladimir Messi mamó los secretos del ajedrez desde la cuna: a los tres meses ya jugaba con alfiles de peluche. No obstante ello, cuando en su adolescencia el ajedrez fue impartido como asignatura obligatoria en las escuelas, Vladimir se llevó “Defensa Siciliana” a marzo. De niño fue ganador de los “Campeonatos Evita” y de los “Torneos Lenin”. De grande, se destacó como un deportista emblemático de la Rusia comunista: defendía a los peones negros de la explotación del rey blanco.

A comienzos de siglo se animó a enfrentar a las máquinas: en 2005 venció a una computadora y al año siguiente hizo tablas con una licuadora. En junio del 2008, Vladimir llegó a la final de Grandes Maestros, pero no pudo jugarla porque hubo huelga de docentes. Al año siguiente también llegó a la final, pero tampoco pudo disputarla porque ese día tenía que asistir al Bar Mitzvá de su sobrino.

De su vida personal se sabe que quien le inculcó la pasión por el ajedrez fue su padre, Dimitri Messivsky, de quien también hablaremos, porque con algo hay que llenar esta columna. Dimitri, nacido en Moscú, fue el primer y único barrabrava del ajedrez soviético. Siguió la trayectoria de los ajedrecistas Karpov, Kasparov, Yusupov, Shirov y de otros rusos que no terminaban en “ov”. Fue también el creador de los famosos cantitos: “Oy oy oy, esta es la hinchada del gran Korchnoi” y “Spassky, compadre/ tu jugada fue admirable”, y de la arenga a Karpov: “¡Borombombón, borombombón! /¡Dale Anatoly, comé el peón!”. 

A partir de 1983, Dimitri siguió muchos años a Garry Kasparov, hasta que lo alcanzó y le devolvió el billete de 10 rublos que se le había caído de un bolsillo. Los Messivky (verdadero apellido de la familia) llegaron a la Argentina en la Primavera Alfonsinista y sobrevivieron al Invierno Menemista. Vivieron en una torre de Palermo y luego se mudaron a un alfil de Villa Urquiza.

Volviendo a Vladimir, debemos decir que poco antes de convertirse en admirador de la historia argentina (era fanático del Caballo Blanco de San Martín y del Peón Negro de Belgrano) Vladimir fue cara institucional de la línea de calzado exclusiva para ajedrecistas, llamada “Nike Enroque”. A fines de 1995 publicó todos sus conocimientos en el libro “Peón, peón qué grande sos”, con prólogo de Miguel Najdorf y de Emilio Pérsico. En 2013, tras hacer tablas 17 partidas seguidas con el ajedrecista argentino Enrique Arguiñariz y otras 21 tablas con otros tantos compañeros de vicio, decidió poner un aserradero.

Tal vez porque en la actualidad, por el aislamiento social y por la gran repercusión de la serie de Netflix “Gambito de Dama”, el ajedrez está gozando de un masivo interés popular. Y también para celebrar el Día del Inocente, inventamos esta historia de un imaginario ajedrecista llamado Vladimir Messi. Si leyó la noticia por el título, pues, le agradecemos habernos ayudado a cumplir el objetivo, querido lector. Y que la inocencia le valga.