El triángulo entre la Unión Europea (UE), el Reino Unido y AstraZeneca amenaza con descarrilar el combate contra el coronavirus. El anuncio de faltantes en la producción de la farmacéutica anglo-sueca, sumados a los retrasos de la estadounidense-germano Pfizer-BioNTech, dejó en la lona los planes de la UE para cubrir a los 27 miembros del bloque para mediados del verano. La respuesta de la UE no se ha hecho esperar. Este viernes anunció un mecanismo de control de exportación de vacunas que a su vez abre un signo de interrogación sobre el ambicioso plan de Boris Johnson para conseguir inmunidad de rebaño (70% de la población vacunada) en julio

El anuncio de AstraZeneca el 22 de enero, una semana después que Pfizer reconociera que habría demoras en su suministro, abrió esta caja de pandora. La UE venía muy retrasada con su programa de vacunación que hoy alcanza a dos dosis por cada 100 personas comparado con casi once por 100 en el Reino Unido. A este retraso operativo y logístico europeo, se le agrega ahora una sangría en la cadena de producción del insumo básico. En vez de las 100 millones de vacunas prometidas, AstraZeneca estima una entrega de unas 31 millones de dosis para fines de marzo.

El anuncio de la farmacéutica anglo sueca generó una reacción en cadena de diferentes estamentos de la UE y de distintos países del bloque. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló que el contrato con la farmacéutica “es clarísimo” y que no se quedarían de brazos cruzados. “El contrato establece plazos temporales y centros de producción. Son órdenes vinculantes, no optativas”, dijo von der Leyen. Italia anunció que iniciaría una demanda contra la farmacéutica anglo-sueca.

A esta escalada retórica se sumaron esta semana medidas concretas que apuntan contra AstraZeneca y el ex socio europeo, el Reino Unido. El viernes la UE autorizó medidas de emergencia que incluyen un potencial bloqueo de la exportación de vacunas. El miércoles el ministerio de Salud de Bélgica realizó una inspección de la fábrica de AstraZeneca en Seneffe, 40 kilómetros al sur de Bruselas, para asegurarse que “los problemas de entregas se deben en realidad a dificultades de producción en la fábrica de Bélgica”.

El resultado de la inspección se espera para la semana próxima, pero las razones esgrimidas apuntan a una sospecha de contubernio entre la farmacéutica y el Reino Unido para favorecer a los británicos ante una insuficiencia en los suministros. En una entrevista con el matutino británico "The Guardian" publicada este sábado, el presidente Emmanuel Macron justificó la necesidad de controles de exportación por la "cuestionable conducta" de AstraZeneca. "Debido a esta cuestionable conducta, estamos recibiendo menos dosis de la que se habían comprometido en el contrato", dijo Macron. En medio de la tormenta la farmacéutica había asegurado que las entregas al Reino Unido, unos dos millones de vacunas por semana, no se verían afectadas por las restricciones anunciadas al suministro europeo. Según AstraZeneca, esta diferencia en las entregas se debía a cuestiones contractuales. “Llegamos a un acuerdo con el Reino Unido en junio, tres meses antes que con Europa. Como es lógico, el gobierno británico piensa que el suministro que salga de sus fábricas tiene que cubrir primero al Reino Unido”, dijo el CEO de AstraZeneca Pascal Soriot.

La comisaria de salud europea, la chipriota Stella Kyriakides, le contestó que la producción de vacunas no se manejaba como una carnicería de barrio en el que el que llega primero es atendido antes que el resto. “No hay prioridades en el contrato que firmamos. No hay tampoco jerarquización respecto a las cuatro fábricas que hay, dos localizadas en la Unión Europea, las otras dos en el Reino Unido”, dijo Kyriakides. En otras palabras, si hay faltante en una de las cuatro fábricas – en este caso una de la UE – la diferencia debe ser cubierta por las otras.

En el Reino Unido no quieren saber nada con esa interpretación del entuerto. “Vamos a asegurarnos de que nuestro programa de vacunación proceda tal cual está planeado”, dijo el secretario de gabinete del primer ministro, Michael Gove.

El Brexit o la guerra por otros medios

Esta tensión se monta por sobre las fricciones que ha creado la salida del Reino Unido de la UE concretada este 31 de diciembre después de más de cuatro larguísimos años de negociaciones. Los problemas aduaneros, las quejas del pequeño sector pesquero y del gigantesco sector financiero británicos, el devastador impacto sobre las pequeñas y medianas empresas que están empezando a trasladarse al continente para sobrevivir, son temas de debate público, el saldo visible de estas primeras cuatro semanas de Brexit.

Un bloqueo de las exportaciones de vacunas sería un salto exponencial, una declaración de hostilidades por el descalabro que podría generar en el programa de vacunación británico. El Reino Unido adquirió 40 millones de dosis de Pfizer, pero la fábrica se encuentra en Bélgica. Con el control de exportaciones anunciado por la UE, la farmacéutica tendrá que solicitar autorización para hacer las próximas entregas. Una demora o denegación del permiso de exportación sería un durísimo golpe para un país que hace semanas vive amenazado por el desborde de la capacidad hospitalaria y la disparada de casos por la cepa británica.

La tensión diplomática está reactivando la incendiaria retórica del Brexit. El primer ministro Boris Johnson y los sectores que impulsaron la salida de la Unión Europea buscan presentar al exitoso programa de vacunación británico como una prueba de las ventajas de una política independiente de la UE. Por su parte, en su entrevista con "The Guardian", Macron le advirtió al gobierno de Johnson que tiene que decidir quiénes son sus aliados. “No existe el concepto de “medio amigo”. El Reino Unido no puede ser el mejor aliado de Estados Unidos, de la Unión Europea y el nuevo Singapur de Europa. Tiene que elegir un modelo”, dijo el presidente francés.

El Reino Unido tiene el programa de inoculación más avanzado de Europa, el tercero a nivel mundial: más de siete millones de vacunas, un 13% de su población. Pero también tiene de lejos el número más alto de decesos: más de 100 mil, como reconoció Boris Johnson el miércoles, unos 120 mil si se suma a este conteo oficial, el de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS).

Mientras tanto por el lado del continente europeo se anunció esta semana la suspensión o desaceleración de los programas de vacunación de parte de España, Francia, Italia, Portugal y Rumania entre otros países. La tensión está al rojo vivo en sociedades hastiadas por la pandemia que ven desaparecer delante de sus ojos el soñado billete de salida: la vacuna. Holanda se ha visto sumida en tres noches seguidas de disturbios contra los toques de queda.

En este polvorín hay, sorpresivamente, una noticia positiva para Argentina y América Latina. Uno de los argumentos de AstraZeneca es que las cadenas de producción de sus vacunas no funcionan de manera global sino de modo independiente: las fábricas de Bélgica abastecen a la UE, los centros de producción británicos al Reino Unido y así sucesivamente. “Cada cadena fue desarrollada con la producción e inversión de distintos países y organizaciones internacionales basadas en los acuerdos alcanzados con cada uno de ellos. Como cada cadena ha sido montada según las necesidades especificadas en cada acuerdo, la vacuna que se produzca de una cadena específica sirve para esos países y se hace con la producción nacional”, señaló un portavoz de AstraZeneca. Con esta lógica las 250 millones de vacunas para la región que están produciendo Argentina y Mexico van por andariveles separados y no se verán afectadas por el entuerto británico-europeo.