Son las 11 de la mañana en Argentina, pero la cabeza de Alejandro Gutman, presidente de la Fundación Forever, ya está en El Salvador donde el reloj marca recién las ocho. Habla por teléfono mientras intenta resolver el más reciente inconveniente. Cinco jóvenes que iban a participar de la jornada de capacitación en la ciudad de Soyapango desistieron a último momento. En su departamento familiar en el barrio de Belgrano Gutman parece molesto. Si bien en la capacitación virtual participaron más de 100 personas -algunas desde sus casas y otras desde la llamada Casa de la Integración- para él, perder a cinco personas es muchísimo. Hace más de 20 años que trabaja en la zona y conoce muy bien los prejuicios que existen hacia las comunidades en Soyapango.  El trabajo de la fundación está basado en la integración. En resumen: que la sociedad salvadoreña que vive bien no le dé la espalda al 60 por ciento de la población que vive en la pobreza.

Gutman llegó a Argentina hace tres semanas desde San Francisco, California , donde vive con su mujer María. Pero su cabeza siempre está en El Salvador, su lugar en el mundo. Pasa buena parte de sus vacaciones en charlas de Zoom con los jóvenes universitarios que participarán en el programa Integrando Soyapango.  “Este no es un trabajo más, no es rutinario, es un trabajo con las comunidades, con los abuelos. Requiere de un amor enorme por los suyos, sensibilizarse los convertirá en personas más útiles,” les advierte. El objetivo: crear un modelo fuerte para poner en marcha relaciones que integren a las comunidades con instituciones y organizaciones locales.

“Qué les sugiere la frase ´hemos crecido dándonos la espalda’?" preguntó Gutman al grupo de jóvenes.

 “Se refiere al individualismo con el que cada persona se desarrolla”, se anima Bryan Araujo.

Elías Portillo lo ejemplifica contando cómo las empresas que proveen servicio de Internet tienen comunidades marcadas como “zona roja” y simplemente no les dan acceso a un servicio que demuestra ser cada vez más esencial. 

Mientras avanza la charla los conceptos que Gutman explica sobre la pobreza encuentran un eco en los jóvenes que rápidamente pueden relacionarlo con su realidad y la de su país. “Todos podemos romper con los estereotipos que nos implantaron que nos dicen que por ser de cierto lugar no somos capaces” explicó Josselyn Quintanilla, una de las participantes.

Nacido en Buenos Aires en una familia acomodada, Alejandro Gutman conoció otro mundo a través del fútbol. “Sentía deseos de transmitir algunas cosas que había aprendido en el deporte y que habían ayudado a fortalecerme. El deporte era un vehículo para mejorar”, relata en diálogo con Página/12. Así llegó a enterarse del trabajo que hacía el padre José Dubosc en la Villa 31 y empezó a ir todos los sábados. La realidad en la que aterrizó era muy diferente a lo que había vivido. Chicos y jóvenes en situación de calle, algunos sin la contención de una familia.

“Después fui conociendo más, leyendo, me vinculé con algunos centros de detención juvenil, mientras seguía con el fútbol y empecé a estudiar en las universidades”. El plural es porque primero pasó por la carrera de abogacía -un estudio que lo acercaría al linaje familiar- después empezó Psicología y después Filosofía. Pero lo que finalmente caló fue el deporte. Gutman se convirtió a los 21 años en un trotamudos del fútbol profesional. Pasó por Israel, Sudáfrica y Malta, donde con los Hamrun Spartans jugó dos partidos de la Champions League. Como jugador conoció a deportistas de todo el mundo, incluyendo a salvadoreños como Jorge “El Mágico” González, Jaime Alberto “la Chelona” Rodríguez y Norberto Bueso que integraban la selección de fútbol que competiría en el Mundial de España en 1982, el segundo mundial de fútbol al que clasificaba El Salvador.

Pero aún debían pasar algunos años para que Alejandro se vinculara al país centroamericano. A los 27 años y de vuelta en Argentina se ganó una beca Fullbright para estudiar en la ciudad de San Francisco. Formalmente no había terminado ninguna carrera universitaria, sin embargo, Gutman había elaborado un proyecto de aprendizaje a través del deporte -uno que con los años y la experiencia en territorio fue modificando- que entusiasmó a la persona que lo entrevistó para la beca. Así, elegido entre 300 profesionales, el argentino aterrizó en la costa oeste estadounidense en 1987.

Su estadía originalmente era de cuatro meses, pero le ofrecieron realizar una práctica en el Tenderloin de San Francisco, uno de los sectores más empobrecidos de la ciudad, con jóvenes en situación de calle en la zona de la extensa avenida Mission. Para investigar y conocer la temática se metió de lleno. “Vivía en autos abandonados, la gente que me becó no estaba muy feliz. Yo no contaba todo porque tenía que acompañar situaciones que hubieran incomodado a más de uno”, recordó. Una vez terminada la práctica lo invitaron a integrar un grupo de trabajo para personas en situación de calle. Gutman luego pasó a trabajar con agencias enfocadas en el trabajo con jóvenes. “Pero era todo muy estructurado, lo que yo podía aportar era muy poco, hasta el acompañamiento era estructurado. Sentí mucha impotencia”. 

Entonces empezó su etapa como empresario. Fundó la radio fútbol de Primera junto al reconocido relator de fútbol y su socio hasta hoy, Andrés Cantor. De la mano del Víctor Hugo norteamericano el éxito no tardó en llegar. Hoy tienen los derechos exclusivos para todo Estados Unidos de la transmisión por radio de los próximos dos mundiales. También de la selección mexicana y de la Copa de Oro de la CONCACAF. “Se convirtió en una cadena nacional de más de 100 emisoras, pero con el tiempo fui pensando: voy a cerrar mi vida volviendo a trabajar con jóvenes en situación de pobreza”, contó. El retorno estaba más cerca de lo que Gutman imaginaba.

En una ocasión, mientras cubrían un partido de la selección salvadoreña desde la capital San Salvador, Gutman fue a dar una charla a la Universidad de El Salvador. Invitó a Andrés Cantor y al director de deportes de la cadena Univisión. “El director me escuchó y le dijo a Andrés, ‘lo perdiste’ y creo que mi socio se dio cuenta incluso antes que yo, que ya me había 'ido' de la radio. Tenía toda la razón”. Después de ese momento el trabajo y la vida de Gutman estarían dedicadas casi por completo al país centroamericano, al que viajaba con frecuencia desde Estados Unidos. Aún hoy divide sus días entre ambos países.

Cuenta Gutman que hace un tiempo el mandatario salvadoreño entre 2004 y 2009, Antonio Saca, del conservador partido Arena, convocó a cuatro organismos para tratar el tema de la violencia en los barrios empobrecidos, Gutman participó en las reuniones, al principio esperanzado. Pero choco con la estructura. “Después de 16 veces, 16 reuniones en las que los cuatro organismos no accionaban – salvo el Consejo Nacional de Seguridad Pública- dije esto es una pérdida de tiempo y les pedí que me dijeran cuáles eran los lugares más difíciles y arranqué, fui a meterme solo”. Empezaron por la ciudad de Soyapango, conocida como la ciudad industrial y hogar a más de 285 mil personas, convirtiéndola en una de las más pobladas de El Salvador. Al principio, Gutman cuenta que no fue fácil, él era nuevo y no conocía bien las dinámicas. Pero una vez más, el futbol y las enseñanzas que dejaron en él sus colegas deportistas marcaron el camino. Formó la Fundación Futbol Forever con la intención de vincular a la juventud a través del fútbol con un modelo de aprendizaje para salir de la pobreza. Siete años después se dio cuenta que no era suficiente. Que la pobreza era mucho más compleja y debía ser abordada desde más de una temática. Al ampliar su conceptualización sobre la pobreza, Gutman se empieza a acercar a escuelas, universidades, medios de comunicación y empresas. Para él se trata de “encontrar recursos no tradicionales en los dos mundos: en el mundo que funciona con bastantes dificultades y en el mundo que funciona bien. Concebir a la pobreza sólo desde el lugar donde se concentra es un error, el ámbito de la sociedad donde las cosas funcionan bien no reconoce que muchas de las causas de la pobreza son generadas precisamente allí, históricamente y aún hoy. Hay que armar una cultura de la integración donde haya una participación conjunta, no existen héroes. Es un trabajo que no puede hacer sólo una fundación o un presidente o una organización internacional. Es una construcción conjunta”.


Fue así como con el aporte decisivo de Gutman llegó a la Asamblea Legislativa de El Salvador el Proyecto de Ley del Sistema Nacional de la Cultura de la Integración, que fue sancionado en ley con un total de 72 votos a favor contra cero y promulgada por el actual mandatario Nayib Bukele en diciembre de 2019. La ley se plantea el objetivo de articular entidades de la administración pública y el sector privado para generar energías sociales -un concepto de Gutman que se refiere al tiempo y recursos que las personas que viven en pobreza utilizan para subsistir- y modificar las realidades y que permita a las personas salir de la pobreza. “La integración democratiza el poder. El poder ya no queda tanto en manos de los presidentes o del poder político, sino que está repartido entre las personas y las instituciones de los dos ámbitos, esa construcción queda a cargo de los ciudadanos y de sus instituciones” explicó Gutman.

En este sentido, las conceptualizaciones desarrolladas desde su trabajo en las comunidades de Soyapango encuentran un marco. “La relación integradora es la que crea vínculos de calidad, permite que los contextos se fortalezcan, para que no se construyan proyectos aislados, que los chicos aún graduándose no se sientan solos contra el mundo”. Una vez lograda la continuidad de las relaciones entre los dos ámbitos -las comunidades empobrecidas y el sector de la población que vive mejor- se pasa a un proceso integrador. “Esas relaciones no eran deseadas y para establecerlas se necesita del compromiso de las instituciones y de la comunidad en general, los jóvenes no conocían las universidades, ni tenían contacto con universitarios y por otro lado los universitarios no conocían la realidad”. Las relaciones integradoras permiten a ambos ver el mundo desde otra posición. Para Gutman, se trata “del descubrimiento de mundos que vivían distantes, hay un sentido de continuidad en esa relación y un sentido de transformar la realidad mejorándola”.

Sin embargo, la pandemia por Covid-19 ralentizó la aplicación de la Ley del Sistema Nacional de la Cultura de la Integración. Aunque en su opinión era quizá más importante contar con ese marco de la ley durante la pandemia. “Hemos pasado de un estado de desintegración a otro de aislamiento por la pandemia y ha pauperizado las relaciones y condiciones de vida en todos los órdenes. Esto nos plantea una situación urgente de utilizar con eficiencia los recursos a disposición.”