"No es igual de inspirador el hermoso pinar, con sus pájaros y el olor a eucaliptos, que meterte en el subte; más allá de que ambos ámbitos sean útiles porque disparan pensamientos y momentos. Igualmente, creo que romantizar el lugar y la playa es exagerado: todo depende de tu situación emocional. Si no estás en armonía con vos, no te salvan ni el bosque ni los pajaritos", reflexiona y sonríe, al otro lado del teléfono, la geselina Tuli Bass. De fondo se escucha el oleaje... pero el de Pipa, un pueblito al norte de Brasil que viene compitiéndole a Buzios como destino del piberío costero argentino que busca laburo en las playas del gigante vecino.

Tuli es Juliana González y tiene 23 años. Como tal, ya había planeado la migración en marzo de 2020, mes que alguna vez entrará en el libro Guinness por la cantidad de proyectos pospuestos o cancelados: "Nunca viajé a ningún lado. ¡Ni siquiera había volado! Pero como soy una chica de playa, elegí un destino donde el clima fuera favorable, jaja. Finalmente vine en diciembre y me traje el bajo de un amigo, porque me resultaba inconcebible moverme sin mi instrumento. Acá me gustaría conectar con algún profe para seguir aprendiendo. Y con músicos, claro", cuenta.

Como Tuli Bass, en cambio, había dejado en Argentina un EP de seis canciones que le hace honor a su título, Embellecer: un lindo disco para escuchar en cualquier entorno, porque lo mejora. Por ejemplo en la 11, yendo de Gesell a Pinamar, viaje que dura en auto lo mismo que el álbum: 18 minutos. Con la ayuda y el soporte ordenador del guitarrista geselino Leo Lucero (ex Montiel), Juli fue dándoles forma a sus ideas, más allá de la poesía, la armonía y la melodía. "Le decía las cosas que imaginaba y Leo las convertía en guitarras y baterías. Fue un proceso hermoso, porque descubrí que podía componer canciones."

En Embellecer se encuentran Juli y Tuli, sus conocimientos y sus sentimientos: la nenita que se crió en Gesell viendo tocar a su papá y escuchando la música que le gustaba a su mamá; la piba que a los 15 empezó a tomar clases de bajo, y la muchacha que viajó a Buenos Aires para laburar y, de paso, estudiar con Javier Malosetti. "El disco es el producto de una mezcla de emociones que aparecieron cuando me mudé a Capital. Y de pensamientos, porque fueron cosas que pensé… y luego las hice música", dice.

Una Tuli, muchas Juli

Este EP es su primer experimento solista tras participar en proyectos ajenos. Y se da el gusto de hacer lo que le gusta sin andar pidiendo permiso: hay pinceladas de funk (Misteriosamente), de soul (Fenómeno), algún fresquito de folclore (Antitodo), un malambito midtempo (Cerca), incluso una bonita versión de Buscando llegar al sol, de A.N.I.M.A.L. o el propio Embellecer. Ahí, en el epílogo, despliega lo que ella reconoce como su influencia angular: los Red Hot Chili Peppers con Flea como modelo a seguir.

"Escuchaba mucho funk rock, pero los Red Hot me la volaron. Es una banda que influyó a mucha gente de mi generación en Gesell, un poco porque tienen hitazos, pero también porque son surfistas, vienen de California, hay varios vínculos. ¡Y Flea me volvió loca, quería tocar como él! Así que fui a una clase de bajo… y no paré más", recuerda. Aunque agrega: "También tengo muchas referencias de mujeres, pero si tengo que nombrar a una, automáticamente pienso en (la bajista de Eruca Sativa) Brenda Martín. ¡Otra que me vuela la cabeza!".

Foto: Brenda Cavenet

En simultáneo a sus clases en la Villa, Tuli fue invitada por una banda para reemplazar al bajista en plena grabación de un disco. "Cuando me contaron que iban a traer a una piba de quince años que recién estaba aprendiendo, tenía miedo de que por ahí no garpara, porque no eran covers sino temas nuevos", recuerda Christian Rodríguez, músico de larga data y dueño de La Barraka, el único estudio profesional en Gesell y alrededores. "Pero cuando vino… la rompió. Hizo lo suyo sin ningún miedo, con total naturalidad, muy descarada." Su participación fue como esos golazos que aseguran la victoria en el último minuto del partido.

Luego vino un flirteo autodidacta con la guitarra, su ingreso a la banda reggae Tamarisco (otro género influyente en Gesell más que en cualquier ciudad de la costa) y el proyecto Agua de Marte, que co-protagonizó con la cantante y guitarrista Ceci Reid, otro talento geselino en la diáspora (vive en Mar del Plata). De todos modos, y como en todo pueblo, mucho ruido no siempre se traduce en mucho público: "Creo que hacer música en Gesell estaba bueno hace muchos años. Tenía a mi papá músico y en esa época estaba genial. Los veranos eran buenísimos. Ahora… es diferente", analiza Tuli a la distancia, aunque siempre cerca en su sensibilidad y corazón.

"No se valora tanto la banda y la música. Incluso la gente de mi edad no va a ver grupos. Yo siempre era la que decía 'Che, toca una bandita, ¿vamos?', y todos me miraban con cara de '¿En serio?'. Antes Gesell era más cool en el sentido musical. Distinto es en verano, o al menos antes de la pandemia, cuando venían bandas y estaba buenísimo." Quizás sea como dice Willy Crook, el único geselino que logró trascender tranqueras (aunque al costo de desapegarse del pago): "Nadie es profeta en su arena".

Se está dando una discusión de género interesante dentro de la cultura rock. ¿Cómo vivís todo este proceso propio de tu generación?

--He vivido mis situaciones, me han mirado como descreyendo que fuera parte de la banda. Empecé de muy chica y tocaba con tipos grandes que me doblaban en edad. Una vez, antes de subir al escenario, unos chicos saludaron a todos mis compañeros pero no a mí. Capaz pensaban que era la hija de alguno, qué sé yo. Y después, cuando me vieron tocar, decían: "Upa, mira la bajista". Por suerte estamos en un momento donde a la mujer se la está valorado… ¡como tendría que haber sido siempre! Y, al mismo tiempo, nosotras también nos estamos animando a mostrarnos más, porque creo que en tiempos pasados estaban el talento y la creación, pero capaz no había tanta motivación, o quizás el miedo por el qué dirán, el juzgamiento. Ahora, a muchas de nosotras eso nos está empezando a resbalar: lo que queremos hacer… lo hacemos. Y punto.