La constante relectura de algunos de los clásicos e imprescindibles trabajos de Ellen Meiksins Wood (Democracia contra capitalismo, 2000 y El imperio del capital, 2003) permite situar de una manera global y estructural -es decir, apelando a una visión totalizante del funcionamiento social que evite la artificial separación entre la esfera económica y política- los problemas acuciantes de crecimiento y distribución de la riqueza, que son parte constitutiva de la sociedad argentina desde los comienzos de su no tan extensa vida política independiente.

Estos problemas de distribución del excedente económico (puja distributiva) se tornan aún más relevantes cuando gobiernos surgidos del voto popular pretenden (han pretendido), con diferentes niveles de intensidad de acuerdo con el momento histórico, intervenir y regular las formas y condiciones de acumulación y distribución de la riqueza generada socialmente. 

Esta situación no es una particularidad argentina sino que responde a la lógica de la acumulación capitalista a nivel global que ha conformado un centro económico de riqueza al que pertenecen los países que concentran alrededor del 20 por ciento de la población mundial. Este mantiene relaciones de subordinación con el resto de las regiones periféricas de la economía global, dando por resultado una heterogeneidad y desigualdad mundial entre países que caracteriza a los pocos más de 200 años de la marcha del capitalismo global.

Las especificidades de inserción de la economía argentina a la economía global y sus particulares patrones distributivos en términos económicos y políticos son especialmente atendibles, pero se deben poner en contexto y comprensión en relación con los patrones generales de la acumulación capitalista global con el objeto de que esta operación analítica produzca insumos, no solo para su comprensión teórica sino para las intervenciones políticas.

Capital-trabajo

En el primero de los libros mencionados Meiksins Wood recuerda, entre muchos temas, que “el capitalismo, para decirlo llanamente, puede darse el lujo de una distribución universal de bienes políticos sin poner en peligro sus relaciones fundamentales, sus coerciones y desigualdades”. Esto se ha logrado mediante la consumación de la artificial diferenciación de las esferas política y económica que ha generado una “naturalización” y deshistorización de la existencia de la institución del mercado y, por lo tanto, una enorme dificultad para mostrar la naturaleza social y de clase de la apropiación del excedente económico en la relación capital-trabajo. 

Su insistencia reside, además, en reconocer la “especificidad del capitalismo como un sistema de relaciones sociales y como terreno político” y, en consonancia con esto último en llamar la atención en la reducción de las potencialidades democráticas a su versión liberal en el marco de los imperativos específicos de funcionamiento del capitalismo (campo de fuerzas del proceso capitalista). “La condición misma que hace posible definir la democracia como lo hacemos en las sociedades capitalistas liberales modernas es la separación y el acotamiento de la esfera económica y su invulnerabilidad por el poder democrático”.

Como es posible apreciar, se advertía agudamente el vaciamiento del poder político democrático frente a la lógica totalizadora del capitalismo, llamando la atención también en la disolución de las antiguas solidaridades de clase en las nuevas identidades plurales que tienden a eludir la confrontación con las relaciones sociales nodales del capitalismo. 

Estas advertencias junto a la preocupación por el avance de la lógica privatista sobre antiguas esferas públicas resguardadas por los Estados se aprecian en el otro libro citado de esta autora donde explica con claridad la imprescindible función de los Estados nacionales para garantizar la forma de acumulación del capital especialmente en su fase global

Globalización

Aparece entonces certeramente explicados que los problemas actuales de desigualdad global, debilitamiento de las democracias y degradación ecológica son generados por los imperativos sistémicos del capitalismo de acumulación y maximización de la ganancia en un proceso de autoexpansión del capital que ha producido como consecuencia la globalización del capitalismo como sistema mundial. 

Este rol que han tenido los Estados nacionales para garantizar las condiciones de regulación de la fuerza de trabajo y el sistema de propiedad que permiten las condiciones de acumulación que requiere el capital es descripto por esta autora desde los primeros pasos del capitalismo inglés hasta la internacionalización de los imperativos capitalistas de la actualidad. 

Ya aparecen en este notable trabajo el rol de la especulación financiera y del consecuente endeudamiento de las economías periféricas como forma de profundizar el rol subordinado que éstas tienen en la economía global. 

Las formas particulares de esta subordinación local en términos de apertura de las economías a la especulación financiera global, la intensidad de su nivel de dependencia en cuanto a la importación de bienes industriales y el grado de inserción de su economía como exportadora de materias primas dependerá en combinaciones variables y dinámicas de las capacidades hegemónicas de las elites locales en cada momento histórico de imponer a sus respectivas sociedades nacionales sus intereses de acumulación ligados, subordinada y precariamente, a los del capital global. 

Movimientos populares y democráticos en contados países y determinados momentos históricos han logrado condicionar/contener/revertir parte de esta lógica de acumulación global planteando restricciones y regulaciones a partir de acceder al control de las políticas estatales y, por lo tanto, de determinar la ampliación de los bienes públicos para las grandes mayorías. Esos mismos Estados nacionales que cuando han sido/son cooptados por las elites oligárquicas locales transforman las economías nacionales de los países periféricos en eslabones del encadenamiento de expansión del capital transnacional y en numerosos casos recurren a procedimientos antidemocráticos para sostener esta posición hegemónica.

Racionalidad neoliberal

Esta mirada estructural, global e histórica de parte de una de las autoras más destacadas de la escuela inglesa del marxismo puede ponerse en diálogo con las preocupaciones expresadas en uno de sus últimos libros por la notable autora Wendy Brown (El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo, 2015). Esta última advierte del profundo impacto de la racionalidad neoliberal en los aspectos centrales del funcionamiento democrático que han implicado “la derrota del homo politicus de la democracia liberal, que ya estaba anémico, una derrota con consecuencias gigantescas para las instituciones, las culturas y los imaginarios de la democracia”. Y como esta racionalidad neoliberal está al servicio de los “imperativos sistémicos del capitalismo”.

Describe con precisión como bajo la pretendida asepsia y neutralidad de la “gobernanza” se intenta hacer desaparecer de la discusión política el conflicto y las disputas entre las diversas perspectivas presentes en la sociedad. Eliminar el conflicto de la vida política en una suerte de “empresarialización” de todos los ámbitos de la sociedad como mecanismo de vaciamiento de la democracia, que hemos visto en sus pretensiones de implementación en el período de gobierno de la alianza derechista Cambiemos en nuestro país.

Esta derrota del homo politicus ante el homo œconomicus, que no es otra cosa que la derrota democrática frente a la lógica de acumulación capitalista, se sigue expresando con particular intensidad en nuestro país por las diferentes fracciones de la clase dominante (patronales agropecuarias, grupos financieros, empresarios con vínculos transnacionales, multimedios, sectores del poder judicial y partidos políticos de derecha entre otros). 

Resulta imprescindible ahondar en el análisis de la particular composición y forma de funcionamiento del bloque de poder en la Argentina actual para que el gobierno democrático y popular legítimamente constituido pueda implementar efectivamente políticas públicas que modifiquen el patrón de generación y distribución de la riqueza de nuestro país. 

Mesa de diálogo

Parece difícil imaginar que los diferentes actores de este bloque dominante se sentarán a una mesa de diálogo donde se discutiría las lógicas y grados de acumulación de la riqueza en nuestro país. Obviamente no lo van a hacer porque va en contra de sus intereses de clase cualquier tipo de regulación a la tasa de ganancia que se intente implementar desde el gobierno democráticamente electo. 

Está en la naturaleza de la lógica de acumulación del capital rechazar e impedir cualquier tipo de regulación a sus ganancias por la vía de lockout patronales o pretendidas “insurrecciones tributarias”, que son ampliamente difundidas por los medios de comunicación interrelacionados con sus intereses económicos.

La capacidad de debilitamiento que tienen la particular conformación actual de la clase dominante sobre las capacidades de intervención y regulación de las políticas públicas resulta altamente preocupante. Es preocupante porque no se requiere de “aportes solidarios extraordinarios” o concesiones circunstanciales debido a una situación de emergencia. Resulta imprescindible discutir y disputar a fondo y sin concesiones el modelo de acumulación en la Argentina que está vigente desde 1976 y que ha producido los actuales niveles de desigualdad, empobrecimiento y, por otro lado, enriquecimiento. 

No será posible revertir este rumbo y por ende comenzar a desandar el camino de la profundización de la desigualdad estructural si no se pone en el centro de la discusión política las formas de producción y distribución de la riqueza. 

El gobierno popular tiene la legitimidad de origen democrático para llevar adelante las regulaciones que pongan un dique de contención a la acumulación de riqueza en cada vez menos manos y revertir, de esta manera, este presente de degradación económica, política y cultural en el que deben sobrevivir las clases populares. 

Tiene además la responsabilidad de explicar los mecanismos de acumulación de la riqueza de los sectores minoritarios al conjunto de la sociedad para disputar cognitivamente el sentido común neoliberal que ha resultado hegemónico en las últimas décadas. Es una disputa cultural y política imprescindible si se pretende pensar un futuro de bienestar para las grandes mayorías nacionales.

* Exdecano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.