Fue Alexander Astruc quien hacia mediados del siglo XX elaboró el concepto de Caméra stylo, ligado a un cine donde su autor escribiera con la cámara de la misma manera que el escritor lo hace con su estilográfica. La poesía de Alejandro Pidello reúne características similares, al interrelacionar imágenes y palabras en un terreno de fronteras difusas. En las páginas de à dem (Oroñopolis, 2020) habitan poemas-guiones y cinepoemas. Artefactos provistos de partes íntimamente relacionadas, donde las imágenes evocan palabras y viceversa. En su lectura, el sentido surge y se diluye en otros.

La escritura de Alejandro Pidello (Rosario, 1947) estuvo siempre ligada a la imagen; en concreto, a la fotografía. “Siempre me atrajo, te diría que a pesar de la situación de mi familia, que no era la más floreciente, me las ingeniaba para comprarme una y otra maquinita. Luego, mientras estudiaba Química, sacaba fotos sociales y hacía trabajos de ese tipo. Como me gustaban los proceso químicos de la foto, experimentaba y luego imprimía cosas locas; ¡si bien Man Ray ya lo había hecho 50 años antes (risas)!”, cuenta el fotógrafo-escritor a Rosario/12.

“Mi primera vinculación en la escritura se dio con una publicación a la que me presenté en calidad de fotógrafo. Mi trabajo estuvo ligado a algo con lo que después me puse completamente en contra, porque eran ilustraciones al más puro estilo sentimentalero (risas), entre caras o paisajes que acompañaban al texto. Después, cuando empecé con La Cachimba, la revista que hicimos con Jorge Isaías y Guillermo Colussi, me ocupé de la parte gráfica y metía ilustraciones y dibujos míos. Siempre estuve atraído por ese tipo de cuestiones. Lo visual comenzó a afirmarse, y la gente de la época empezó a asociarme con las imágenes surrealistas desde los textos”, continúa.

La combustión entre la química y la fotografía, se sabe, es esencial. Una de ellas, o las dos, lo llevaron a Francia: “Hice el doctorado en Francia y ahí tuve la oportunidad de visitar lugares que eran la gloria para el tipo de sensibilidad que quería, donde habían vivido los tipos que me habían volado la cabeza. Como ya iba con cierto bagaje admirativo hacia la obra de los surrealistas me fui metiendo en esos lugares, especialmente en distintas ciudades de Francia. Siempre acompañado de equipamiento fotográfico”, comenta Pidello.

Tierra de vanguardias, Francia contuvo algunas de las expresiones más intensas en este sendero que el escritor prosigue y enhebra en su decir, cuando menciona admirado a Man Ray, Artaud, Desnos, Léger. Por allí, en el ánimo encantado y subversivo de aquellas experiencias y películas y escritos, hay que trazar el vínculo con los cine-poemas de Pidello. Según el autor: “Apollinaire escribió sobre el cine como una ventana de expansión y Cendrars redactó textos que parecen un guión, aplicable a planos del montaje cinematográfico. Después, se meten los dadá y los surrealistas que los siguieron, como Breton, Desnos, Artaud, que si no estaban directamente ligados al cine metieron también la cuchara. Man Ray y Desnos, dos poetas que manejaba el lenguaje del cine, hicieron L'Étoile de mer; Germaine Dulac y Artaud hicieron La Coquille et le clergyman, con la que se agarraron a las patadas; René Clair y Picabia realizaron Entr’acte. Hubo toneladas de guiones escritos. Tuve la oportunidad y la constancia de ir a la Cinemateca Francesa y tener esos manuscritos en la mano. Todas esas búsquedas planteaban la potencialidad de ambas cosas”.

Alejandro Pidello reconoce que gracias a las nuevas tecnologías, todo tipo de juego es posible, “entre lo diegético y lo que no lo es, agregar voces, etc. Tengo una enorme cantidad de imágenes". 

Las páginas de à dem contienen guiones que son poemas o poemas que son guiones de una posibilidad icónica quizás inasible. Hay ciudades, paisajes mentales, evocaciones, fotografías. La composición gráfica de las páginas añade otros senderos. Y con el cine provoca de otras maneras. Así, “La contracurva volada” (volvías como líquido pesado de perfume/ volviste y volviste siempre/ en un carro magistral alado/ con humedad de plumas) conoce instancias imbricadas –el poema, las fotos, el video– que se pueden recorrer desde un orden que el lector/el espectador altere desde el deseo. Esta integración tiene en la trayectoria de Pidello su momento bisagra en Las alas de Ángela (Papeles de Boulevard, 2011), “donde empecé a integrar imágenes y dibujos, algo que seguí haciendo hasta el día de hoy; ahora ya estoy directamente en la escritura de una búsqueda que indague en todas las posibilidades imaginativas de esta asociación entre imagen y palabra”.

Vale recordar lo que Beatriz Vignoli escribiera en Rosario/12 con motivo de Los barcos en el centro del cielo (Papeles de Boulevard, 2014), del mismo autor: “Pidello escribe al límite de lo inteligible, echando mano de signos que siempre dicen algo más de lo que dan a leer. Escribe para un lector cuya capacidad hermenéutica superaría lo humanamente posible. Escribe, tal vez, para el otro que habita en el interior de sí. Escribe (y esto es lo mejor) con actitud de novato sin prejuicios, teniendo sobre sus espaldas cuatro décadas de producción en poesía”.

Alejandro Pidello reconoce que gracias a las nuevas tecnologías, ahora todo tipo de juego es posible, “entre lo diegético y lo que no lo es, agregar voces, etc. Tengo una enorme cantidad de imágenes. Es un tipo de trabajo con el que no espero me reconozca y valore todo el mundo, pero para participar hay que ser lector y apreciar los símbolos que se pueden manejar a través de una simple imagen. El entretenimiento es inagotable”.