“Odio el heavy metal. ¡¡¡Lo ooodiooo!!!”. Desde algún lugar de Los Angeles, California, Kimberley Shattuck, cantante y líder de The Muffs, está explicando que, lo primero y más importante para poder componer esos hits instantáneos, pegadizos, graciosos y chillones que la caracterizan, siempre fue saber qué era lo que no quería hacer. Y lo descubrió cuando tocaba el bajo en The Pandoras, banda de chicas con la que grabó Stop Pretending, un irresistible disco de rock-pop garagero cercano al estilo que desarrollaría en The Muffs. Pero cuando el grupo se acercó a la música más odiada por Shattuck, se sintió realmente perturbada: “Cuando entré a tocar el bajo en la banda fue porque era fan de ellas: era amiga de Melanie Vammen (luego guitarrista en los inicios de The Muffs), pero realmente admiraba a Paula Pierce por las canciones que componía y cómo cantaba, así que realmente quería ese trabajo. Por eso mismo, cuando la banda empezó a hacer algo más cercano al hard rock y al heavy metal, me sentí muy irritada: de repente pasamos de estar influidas por The Seeds o The Standells y ser una banda cool que hacía covers de The Sunsets, a hacer canciones horribles de heavy metal influidas por algunas de las peores bandas que hayan existido, como Whitesnake, Quiet Riot o Cinderella. Cuando echaron a Melanie, me di cuenta de que tenía que irme urgente”.

Más allá de ese fastidio, fue de gira con The Pandoras, jugando un día un concurso de gritos femeninos con sus compañeras y con Pierce de jueza, que Shattuck también aprendió que tenía un don para gritar: “Todas gritamos, pero cuando llegó mi turno, me eligieron como la ganadora. Me encanta gritar, es algo que ni pienso, me sale naturalmente”. Antes de su debut porteño, esta noche en Niceto (Niceto Vega 5510), la cantante comenta que está ansiosa por tocar por primera vez en el país: “Es la primera vez que vamos a tocar en Buenos Aires, pero mi amigo Dan Peters (baterista de Mudhoney y de los inicios de Nirvana) me dijo que el público era muy salvaje”. Lo mismo se puede decir de esta admiradora de Ray Davies y de los primeros discos de The Kinks, pero también de Brian Wilson y de The Go Go’s. Shattuck cuenta que cuando grabaron en 1993 su primer disco, además de su talento ramonero para componer buenas melodías en clave punk pop, aún se sentía un poco insegura: “Ese fue el primer disco que grabé como cantante, así que cuando había algún silencio y me sentía un poco insegura, me ponía a gritar. Me gusta componer canciones sin darme cuenta de que estoy componiendo; que suenen espontáneas y se pueda entender claramente de que tratan es lo que más me importa, por eso intento que salgan enteras, como algo automático”, explica esta admiradora de The Sex Pistols y Ramones, con quienes comparte su pasión por las bandas de pop de los 60 como The Ronnettes y The Shangri-Las. Shattuck incluso aparece en el video de “Something to Believe In”, suerte de parodia que los Ramones hicieron del “We Are the World” de USA for Africa, junto a Afrika Bambaataa, The B’52’s y Ted Nugent, entre otros.

En “Weird Boy Next Door”, uno de los hits de In Whoop Dee Doo, el último disco de The Muffs, la dama describe a un vecino bizarro, un excéntrico nene de mamá al que un día sorprendió golpeando furioso la puerta del garage con un bate de béisbol y le compuso la canción mientras lo espiaba atónita. Canciones como “Sad Tomorrow”, “Lucky Guy”, “Big Mouth” o “Really Really Happy” dan cuenta de su talento como compositora, pero en los seis discos de The Muffs hay buenos temas, siempre manteniéndose fiel un estilo que, si bien no sorprende, logra ser efectivo. Lo que sí llama la atención son los diez años que pasaron entre Really Really Happy (2004) e In Whoop Dee Doo, pero está claro que Shattuck puede dar el lujo de hacer lo que tenga ganas: “Sí, tuvimos ese parate  porque en un momento me aburrí un poco de tocar en vivo y me puse a estudiar, hasta incluso fui a la universidad. Pero siempre seguí componiendo, así que en un momento me encontré con Ronnie (Barnett, bajista en todos los discos de The Muffs) y Roy (McDonald, baterista), y empezamos a grabar el último disco; el tema es que cuando lo mezclamos y lo masterizamos no me convenció, entonces volvimos a grabarlo todo de nuevo. Y cuando lo tuvimos terminado, se le sumaron diez meses más que estuve tocando con los Pixies”. 

Shattuck es realmente un personaje: basta escucharla hablar sobre su experiencia como bajista de Pixies para entender que esta mujer nacida en 1963 tiene un sentido del humor y una personalidad únicos: lo que para miles y miles de músicos sería el apogeo de su carrera, para ella parece haber sido solo una experiencia divertida. “El que me llamó y después me escribió un mail muy lindo cuando me echaron fue Black Francis: con él nos divertíamos mucho y fue muy interesante tocar su música. Charles (verdadero nombre de Francis) me quería en la banda, pero el que no me quería era David Lovering (baterista); y con Joey Santiago (guitarrista) nos llevábamos bien hasta que David lo convenció de echarme”. Lejos de sonar resentida o dolida por la experiencia, Shattuck comenta que vivió su salida con cierto alivio: “Al final fue mejor, porque realmente quería volver a tocar con The Muffs y medio que los había colgado. Se dijo que me echaron porque me tiré al público pero, aunque queda muy cool que me echen por ser ‘demasiado punk’, creo que eso ya lo tenían decidido. Me enteré cuando me llamó el manager y ahora tienen una bajista argentina, Paz Lenchantin, que es muy linda y realmente toca muy bien. ¡Creo que necesitaban una bajista más tímida!”, dice entre carcajadas. Aunque los punks la adoren y su banda sea una expresión del “Hacelo vos mismo” californiano, Kim admite que no se considera a sí mismo como una “punk”: “Creo que a la gente le encanta categorizar, decir que ‘esto es punk, esto no lo es’, pero mi banda favorita sigue siendo The Kinks. Somos un grupo ruidoso y sonamos fuerte, pero no me considero punk, así como tampoco me interesó nunca ser femenina: ya soy mujer, así que no lo necesito”.