“Necesitamos nuevos héroes”. La frase suena en el primer episodio Falcon y el soldado del invierno (estreno del último viernes por Disney +, habrá un episodio por semana) como una doble paradoja. Primero porque la profiere Sam Wilson (Anthony Mackie), el personaje alado que había recibido el escudo de Capitán América al final de Avengers: End Game pero vacila en cargar con semejante responsabilidad. El segundo motivo recae en la otra mitad de esta historia, Bucky Barnes (Sebastian Stan), quien desconoce cuál es su propósito tras una centuria de combate. “Son individuos en un momento de cambio. Los dos se necesitan y tratan de ver si pueden ser amigos o no”, sintetizó Kari Skogland, la directora de los seis episodios de la serie en una conferencia virtual de la que participó Página/12. Segundo producto seriado del universo cinematográfico Marvel (MCU) para la plataforma de streaming que busca expandir –y usufructuar- con aquellos personajes que estuvieron en la segunda línea de los Avengers.

La acción se desarrolla en 2023. Aún se siente el sacudón del chasquido con la desintegración y resurrección de medio universo. Lo mismo le pasa a estos dos que, vale recordar, anduvieron desaparecidos tras el movimiento de dedos de Thanos. Ni Sam ni Bucky le encuentran demasiado sentido a su presente. Lo que los une es el vínculo con Steve Rogers. Si el Cap falleció o anda escondido en una base lunar (de los mejores chistes del primer capítulo) es menos trascendente que otro aspecto de este bromance a las piñas. “Ambos perdieron a un amigo que fue trascendente en su vida. Su ausencia está muy presente en los dos”, asegura Skogland. “Anthony y Sebastian no solo conocen muy bien a sus personajes sino que son amigos en la vida real, así que llevaron mucho de ello a la serie. La interacción entre los personajes estuvo definida por esa tirantez que es tan divertida de ver”, añade la realizadora.

El desencadenante será el regreso de un villano que hizo de las suyas en Civil War. Helmut Zemo (Daniel Brühl) se destaca por su inteligencia, no posee superpoderes sino un arsenal de última tecnología. Maquiavélico y enigmático, el sokoviano enarbola la causa de todos aquellos que detestan a los superhéroes (otra idea sugestiva es que muchos añoran el mundo del chasquido). Por otro lado, si hay antisistema no faltará quien hable de terrorismo. Así es como el gobierno de los Estados Unidos utilizará los símbolos del Capitán América con una nueva criatura, el modernizado, impiadoso y marketinero John Walker (Wyatt Russell). Varios motivos para que la dupla se ponga a trabajar como uno de esos equipos que ama pelearse.

Falcon y el soldado del invierno va al hueso con sus persecuciones aéreas, explosiones y peleas coreográficas. Resulta menos perspicaz e imaginativa que WandaVision pero más directa en su propósito ligado a la acción. Skogland dice que su antecesora “dejó la vara muy alta” y apunta que lo bueno de estas series es que “habitan en su propio espacio sin intentar duplicar a la otra”. Adiós al laboratorio sitcom con el duelo de Wanda Maximoff y entrada para las parejas disparejas. “Las fuentes fueron múltiples pero lo más importante provino de películas como Arma Mortal, 48 horas, En busca del destino y Midnight Cowboy. Tratamos de que la dinámica vaya más allá del género”, apuntó la directora. Una ficción sobre dos héroes conflictuados y que adoran pechearse, un malvado más terrenal, y comentarios sobre el patriotismo, la cuestión afroamericana y el estrés de quienes estuvieron en batalla. “Es una ficción con los pies en la Tierra”, asegura la realizadora. Eso sí, un protagonista tiene alas y el otro es dueño de un brazo biónico.